Paulo César Peña (Lima, 1986) estudió Literatura en la UNMSM y fue director de la revista cultural Estereograma. [Foto: Richard Hirano]
Paulo César Peña (Lima, 1986) estudió Literatura en la UNMSM y fue director de la revista cultural Estereograma. [Foto: Richard Hirano]


Por katherine Subirana

Conocer la ciudad a partir de las filias y fobias de los creadores que de ellas se nutren es una forma distinta de interpretar nuestra historia y nuestra cotidianidad. En el marco de la exposición del MALI sobre la plástica del gran Jorge Eduardo Eielson, Paulo César Peña anuncia un taller en el que propone conocer las Limas que aquel ha reflejado en su vida y obra, recorriendo los espacios que constituyen hitos en esta relación artista-ciudad.

Paulo César Peña dictará el taller Las Limas de Eielson el 13 y 14 de enero. Cada sesión durará dos horas, y en ellas los talleristas saldrán a recorrer las calles de nuestra ciudad. La inversión es de S/20.00.

¿Qué es lo más revelador al interpretar la ciudad a partir de la visión de sus artistas?
Lo que hace un creador es revelarnos en su obra un aspecto de la realidad del que no habíamos tomado conciencia, y representarlo en distintos grados. Cuando un artista muestra un espacio en su obra no solo está expresando cómo lo percibió, sino que también está ayudando a que otros, cuando tengan acceso a esta imagen creada, construyan su propia visión y versión del lugar. La obra de un artista vinculada a un espacio, en este caso la ciudad, puede crear un discurso conciliador. Y esta ciudad en la que están presentes los migrantes necesita discursos conciliadores.

Si bien a veces es fácil identificar el vínculo entre los artistas y la ciudad, en el caso de Eielson no es tan sencillo entender su relación con Lima.
Creo que Lima sí está en su obra, pero esto se hace evidente en los textos que han circulado mucho menos. Tanto los ensayos como la narrativa han sido más estudiados recién a mediados de los noventa y principios de los 2000. Lo mismo pasa con la plástica y las performances, porque durante los 50 años que estuvo en actividad el circuito cultural peruano siempre se enfocó en el Eielson poeta, y si revisas la poesía de los años cuarenta, no aparece Lima, sino otras ciudades, como Roma o París. Nunca Lima. A primera vista pareciera que no estaba ahí.

Pero la relación de Eielson con nuestra capital fue muy tirante.
Hay dos momentos; es importante separar las dos Limas de Eielson. El primero es el que registra su literatura entre los sesenta y setenta, en los que la capital, tanto en la poesía como en la narrativa, es descrita en términos negativos o despectivos, porque hay una confrontación. Después de los ochenta viene el segundo momento. La actitud es distinta, es más conciliatoria, porque se tiene una perspectiva diferente de la metrópoli. Ahí se puede identificar que existen dos ciudades. La primera es la superficial, que correspondería al espacio donde habitan las clases dominantes, y donde él se siente discriminado, rechazado, por su condición de artista, chico de clase media y homosexual. La actitud conciliatoria con Lima, en cambio, es con otra versión de la ciudad, que es subterránea y que más bien tiene contactos o vínculos con el periodo precolombino, cuando el habitante del espacio tiene una comunión con el espacio y la naturaleza, y ahí sí encuentra un lugar que lo acoge. Eso se evidencia en sus ensayos y en algunos poemas. Entre los ensayos, el más paradigmático sería “Puruchuco”, que es del 79, en el que habla de estas ruinas pero habla también de cómo sus antiguos habitantes tenían una manera distinta de comportarse y por eso había una conexión; esa es una de las propuestas de Eielson, vivir bien, y eso se confronta con la actitud de alguien que viene a una ciudad que está en el sistema capitalista y que tiene una serie de valores normativos muy rígidos.

¿Esta relación se puede ver reflejada también en su trabajo plástico?
El taller ofrece un recorrido por los espacios de Eielson antes del viaje a Europa, y esto ayuda a comprender lo que viene después en su obra: la plástica trabajada en el Viejo Continente, que es la que se está exponiendo. Al conocer a un Eielson que durante esos años se sentía rechazado por la Lima superficial, y que buscaba cabida en la subterránea, que coleccionaba huacos o que compraba objetos precolombinos, y que frecuentaba el Museo de Arqueología en Pueblo Libre, se entiende que estaba interesado en temas que explora muchos años después en sus lienzos, en sus quipus, en sus performances. Lo precolombino reaparecerá en su trabajo. Y esto se hace evidente recorriendo esa Lima de los años cuarenta, y luego enfrentándola con esa otra capital que estamos viendo en la exposición. Así es posible notar cuál es su legado.

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