Yero Chuquicaña (Ilo 1990) es bachiller en Literatura y Lingüística por la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa (UNSA).
Yero Chuquicaña (Ilo 1990) es bachiller en Literatura y Lingüística por la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa (UNSA).


Por Alfredo Villar

Recientemente, después de más de tres décadas y gracias a la iniciativa del Ministerio de Cultura, se volvió a entregar el
Premio Nacional de Literatura. Las categorías fueron cuento, poesía y literatura infantil y juvenil. Fue en este último rubro en el que se dio la gran sorpresa, ya que el ganador fue un autor de solo 27 años, procedente de Ilo, y que ha publicado apenas 250 ejemplares de su pequeño libro de cuentos en una editorial independiente de Arequipa. Gerónimo “Yero” Chuquicaña competía con otros autores limeños y de provincia ya instalados o muy conocidos en la capital, como Óscar Colchado Lucio y Luis Nieto Degregori. Conversamos brevemente con él después del inesperado premio.

Falsos cuentos: Taca-Taca fue publicado en una edición muy sencilla, de tiraje limitado y en una editorial regional independiente. ¿Te sorprende que haya ganado un importante premio nacional?
Cuando me enteré de la noticia me costó mucho creerla. Editorial Aletheya envió algunas copias de sus obras publicadas para las diferentes categorías del concurso, y entre ellas estaba mi libro. Si quieres que te sea sincero, pensé que sería un desperdicio de ejemplares. Tenía muy pocas copias de Taca-Taca para llegar a la cuota de cinco ejemplares para el concurso. El editor pensó que podríamos, en el mejor de los casos, conseguir una mención honrosa. Yo no aspiraba ni siquiera a eso. De modo que, cuando me enteré de los resultados, creí que el editor me estaba jugando una broma. Ganar un premio nacional con una obra menor, modesta, pero hecha con mano firme, es algo con lo que cualquier aspirante a escritor sueña para estar dentro del circuito. Ahora creo que es lo mejor que me ha pasado durante mi corta carrera literaria.

¿Qué significa para ti escribir sobre lo juvenil, en este caso sobre jóvenes y adolescentes de Ilo? ¿Es una deuda con tu propia adolescencia?
Quizá no una deuda. Me parece que fue el camino más obvio para esta primera etapa de mi producción literaria. Además, me encantan las historias protagonizadas por niños y adolescentes; a través de ellos se puede narrar una sensibilidad que escapa de las historias “completamente maduras”, por decirlo de una forma. Los personajes de mis relatos están constantemente descubriendo algo y perdiendo algo, al mismo tiempo. Se encuentran en una edad crucial de sus vidas, aunque no se dan cuenta de eso hasta el final del relato; hay ocasiones en las que ni siquiera llegan a enterarse hasta que ya es demasiado tarde. Entonces vuelven al pasado para rememorar su infancia o juventud.

Me intriga tu formación literaria: ¿había algún estímulo familiar en lo que respecta a lecturas?
En mi casa no hubo ningún tipo de estímulo hacia la literatura, nadie leía “más de la cuenta”. Mi padre fue comerciante desde muy joven y no terminó la primaria. Mi madre llegó a la secundaria y quería ser profesora o enfermera, pero se dedicó a la cocina. Ambos venían de hogares difíciles. Cuando se separaron, la principal preocupación de mi madre fue que tuviéramos un techo y que estudiáramos. La lectura apareció en algún momento por ahí, curioseando entre libros educativos, y luego por mi cuenta.

Entonces, ¿cómo fue tu formación literaria? ¿Qué personas y escritores te influyeron?
De cajón, Julio Ramón Ribeyro con su nutrida colección de cuentos. Creo que ese fue el principio de todo. Recuerdo que era un muchachito de siete u ocho años que no sabía jugar a la pelota y que gustaba de hojear los pocos libros que teníamos en el estante de la casa. Entre esos volúmenes de matemática, física y comunicación, estaban los primeros relatos de Ribeyro que leí en mi vida y por los que siento un cariño incondicional. Más adelante empecé a devorar todo lo que había de él, pero todavía me falta, siempre falta. También siento mucha atracción por la literatura norteamericana. Ese gusto lo descubrí en la escuela de Literatura de la UNSA de Arequipa. Hemingway, Salinger, Faulkner, Palahniuk, por decir algunos. Pero mi “gringo” favorito es Raymond Carver. La literatura que quiero hacer en el futuro es la que Carver practicó en su momento: pausada, silenciosa, pero capaz de provocar un verdadero caos entre cuatro paredes, o en tus entrañas.

La Literatura Peruana (así, con mayúsculas) es un canon que por lo general ha sido escrito desde la capital. Siendo un escritor nacido en Ilo y que vive y trabaja en Arequipa, ¿cómo lo ves? ¿Crees que se debe reescribir dicho canon para incluir las literaturas regionales y orales, en otras palabras, pluralizarlo?
Recuerdo vagamente lo que dije el día de la ceremonia después de aceptar el premio: “Hay voces literarias en todas partes, solo hay que prestar atención y escucharlas”. Si no fue así, ahora creo que sí es lo que pienso. Lima, Arequipa, Ilo... hay una brecha innegable, se vea por donde se vea. Para pesar de muchos, el centralismo seguirá imponiéndose, quién sabe hasta cuándo. Pero el trabajo que se hace en otras regiones no está obligado a demostrar nada. Tenemos nuestros escritores, nuestras editoriales, nuestras publicaciones. Si no quieren venir por nosotros, está bien, pero no es problema para nosotros ir hacia ustedes. Viajar a Lima en avión es la experiencia más cómoda que un provinciano puede disfrutar en su vida.

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