Angélica Harada: “Tratamos de tomar lo mejor de dos culturas”
Angélica Harada: “Tratamos de tomar lo mejor de dos culturas”
Alessandra Miyagi

Por Alessandra Miyagi 

Angélica Harada Vásquez nació en Shacsha, provincia de Yungay, en 1938, hija de un inmigrante japonés y de una comerciante yungaína. Desde niña se sintió atraída por la música, pero fue su cuñada quien la animó a cantar huainos profesionalmente: “Al principio yo tenía un poco de recelo por mis ojos jalados, por mi físico. ‘Una japonesa cantando huainos, qué dirá la gente’, pensaba”. Sin embargo, su pasión pudo más que el pudor y, al poco tiempo, se convertiría en la Princesita de Yungay, una talentosa intérprete —que cuenta ya con 56 años de carrera artística— e incansable promotora de la música tradicional andina. Este miércoles 20 de abril, a las 19:30, se presentará en el Teatro Peruano Japonés (av. Gregorio Escobedo 803, Jesús María). Ingreso libre, capacidad limitada.

¿Cómo la recibieron el público y sus colegas cuando empezó a cantar?
Me recibieron bien. Mi debut en el Coliseo Nacional fue un éxito. Para ese entonces ya cantaba Juan Makino Tori, el Samurai del Huaino, pero igual era un poco raro ver a una japonesa con polleras. Me decían “la japonesita con alma de chola”, “la nisei del folclore andino”… [risas]. Me adapté rápidamente a las costumbres de los demás artistas, así que no tuve mucha dificultad para entrar en ese mundo.

Quizá no mucha gente sepa esto, pero las culturas japonesa y andina tienen muchos rasgos similares...
Es cierto, en las tradiciones, los idiomas y la música hay muchas similitudes; la kachampa, por ejemplo, que es una danza del Cusco, es muy parecida a un baile que se practica en Okinawa. De repente por eso no me costó adaptarme a la comunidad nikkei ni al mundo de los artistas folclóricos. Hace años, cuando fuimos a Kagoshima invitados por el cónsul honorario, encontré muchas costumbres similares; y hasta con la misma gente me sentí muy familiarizada, pero más con los de Okinawa. Será que es parecido a la sierra, ¿no? Son más cálidos y más hospitalarios que las personas de la isla principal.

¿Cómo cree que su herencia japonesa ha influido en su carrera artística?
Ha influido mucho en mi identidad y eso se ve reflejado en mi música… ¡Soy la única nikkei que canta huaino!

Para usted, ¿qué es ser nikkei?
Es un orgullo muy grande porque llevamos en nosotros las dos razas, las dos culturas: la peruana y la japonesa. Y tratamos de tomar lo mejor de cada una. Una vez, hice un espectáculo en el Teatro Municipal que se llamó “Los nikkei somos Perú”. Y ahora les dije a los organizadores de este festival que le quería poner el mismo nombre al nuevo concierto, porque es así, ¡somos Perú, nos hicimos aquí! Tenemos muchas razones para estar agradecidos con esta tierra que nos recibió, que les dio oportunidades a nuestros padres que vinieron en busca de un mejor porvenir.

Cuénteme cómo será su espectáculo
Me voy a presentar con una orquesta sinfónica que va a tocar el marco musical que les he entregado. Tienen mucha experiencia, así que va a salir muy bonito; pero, aunque no la tuvieran, igual pienso que el espectáculo sería lindo. Porque para que el folclore tenga ese sabor, esa esencia, no tiene que ser perfecto, solo debe salir del corazón.

El INC fue el que le puso su nombre artístico, pero, si la decisión hubiese sido suya, ¿qué nombre habría escogido?
Sí, es que antes teníamos que calificarnos para poder cantar huaino. Yo quería presentarme solamente como “Angélica Harada del Perú” o “Angélica Harada de Yungay”. Pero no nos dejaban, querían que todos lleváramos pseudónimos que se relacionaran con la provincia que cada uno representaba. Y así me quedé como Princesita de Yungay.

Ya no existe el INC, pero ¿continúa el ministerio certificando a los artistas?
No, ya nadie lo regula. Ahora no pasan exámenes, no tienen que estudiar, y a veces ni se inscriben. La que quiere ser cantante canta cualquier cosa. Como tienen más facilidades que antes, graban una canción, y ya son ‘artistas’. En cambio nosotros teníamos que lucharla, prepararnos para ser profesionales, porque ahí nos calificaban… Nos presentábamos frente a doce jueces.

¿Cuál es la mayor diferencia que ve entre su generación de artistas y la de ahora?
Los de ahora son folclóricos; y nosotros, folcloristas. Es lo mismo, ¿no?, pero nos llamamos folcloristas porque cantamos huainos tradicionales. Respetamos a los autores y a la música tal como es. En cambio ellos salen a cantar y atropellan la música, se adueñan de ella, cambian las letras clásicas… Si quieren hacer cosas diferentes, está bien, pero deberían respetar también las tradiciones.

Además del canto, usted también se dedicó mucho tiempo a la gestión cultural y a formar nuevos artistas. 
Sí, me gusta mucho. He dirigido varios programas de semilleros. Ahora quiero, como lo último de mi carrera artística, trabajar con niños. Me encanta enseñarles a los niños, sus ocurrencias, sus travesuras... [risas].

Contenido sugerido

Contenido GEC