Entrevista a Álvaro Velarde
Entrevista a Álvaro Velarde
María Luisa Del Río

El creador de cintas como "El destino no tiene favoritos" (2003) y "La cosa" (2014) apuesta ahora por una historia delirante sobre candidatos en campaña política. 

Te conocí hace 20 años en Nueva York cuando estudiabas Cine. Recuerdo que solo veías películas antiguas.  
En esa época me nutría de mucho y muy variado cine. Había llegado a una ciudad que me ofrecía la posibilidad de ver películas de las que por años solo había leído. Lo que más me interesaba era la obra de directores que había estudiado. También trabajaba en el departamento de cine del MoMA y tenía la facilidad de acceder a copias de películas mudas. Me deslumbré con ese arte tan antiguo, artesanal y a la vez tan creativo. Además veía mucho cine independiente. Todos los estudiantes soñábamos con hacer nuestra película independiente de bajo presupuesto. 

Tus dos películas son inclasificables. ¿Qué te define como cineasta?
Es bueno que sean inclasificables. Creo que ambas son comedias personales que exploran las posibilidades de este género como expresión artística, utilizando metalenguajes. Las dos son herederas de las clásicas comedias de malentendidos, pero incorporan elementos que las hacen más complejas a otros niveles. Hay una estilización de la forma que subvierte lo emocional hacia la estética.

Beto Ortiz dice que eres “una especie de Woody Allen nativo”.               
Soy un ferviente admirador de Woody Allen y es un gran halago. Supongo que hay semejanzas en el humor satírico, en el deleite por el absurdo y hasta en la añoranza por el pasado. De hecho creo que su cine ha sido de gran influencia, pero no mayor que la que puedan haber tenido otros directores como René Clair, Jacques Tati o Ernst Lubitsch. 

¿Qué lenguaje eliges para crear?                                                              
Me interesa experimentar con toda la riqueza de recursos narrativos que tiene el cine. Me decepcionan las películas que solo ponen énfasis en el guion y la actuación y en donde la cámara se dedica a seguir a los actores recitando sus líneas. Para mí la experiencia cinematográfica se da cuando los encuadres, la música, los movimientos de cámara y otros elementos se integran a la narración. Ese es el lenguaje que me interesa. Hacer una película es componer un gran lienzo donde juegan armoniosamente muchos factores.

Tus películas anteriores suceden en universos particulares. El candidato, en cambio, está anclada en la realidad peruana. ¿A qué se debe este cambio?
Va a ser una comedia hecha para el público peruano. Además de retratar los momentos más delirantes de nuestra historia política reciente, es un llamado a la honestidad y a una toma de conciencia por parte de gobernantes y gobernados. Creo que es importante y necesario que aparezca una película así justo antes de las elecciones. Mi intención es llegar a un público lo más masivo posible, para que esta reflexión sea recibida por la mayor parte de la población. En ese sentido, tendrá un claro propósito coyuntural.

¿Qué tan complicado es financiar una película así?                
Es complicado pero no imposible. Hay mucho entusiasmo con este proyecto entre las personas que han leído el guion. Ya se han sumado actores y técnicos, y estamos negociando con auspiciadores que puedan financiar la película. Es un proyecto único y creo que cualquiera que participe se va a beneficiar en muchos aspectos.

Tendría que estar lista antes de abril del 2016. ¿Qué implica ese reto?              
¡Que tendría que estar filmando mañana! O a más tardar en noviembre. Felizmente la preproducción marcha muy bien. El guion está listo, el ‘casting’ avanzado, las locaciones ya están siendo encontradas y la distribución asegurada. Una vez que tengamos el dinero todo va a ir a mil. No dudo que estrenaremos en marzo y que será un suceso que, por su temática, sobrepasará el ámbito del entretenimiento.

La del estribo
¿Cómo ves el momento actual del cine peruano?                                             
Se ha abierto la posibilidad del cine como negocio, cosa que antes era casi imposible. El gran problema sigue siendo la distribución, la dificultad para salir a competir con Hollywood. Hacer cine siempre será difícil, pero si de pronto las piezas del engranaje —productor, distribuidor, exhibidor y público— se van armonizando, podríamos lograr mayor continuidad y calidad en las películas.

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