Entrevista a Luis Enrique Tord
Entrevista a Luis Enrique Tord

“Me da mucho orgullo, es un premio importante, con un gran jurado”, comenta el incansable Luis Enrique Tord (1942). Poeta en su juventud, en su madurez se ha dedicado, con un cuidado que revela su formación en antropología e historia, a la ficción histórica. Este 12 de abril fue declarado ganador del XIX Concurso de Novela Corta Julio Ramón Ribeyro por su nueva ficción: "Pasiones del norte". “Ahí está mi poesía de juventud, pero tamizada”, dice Tord, sonriendo satisfecho.

Usted se caracteriza por proponer una narrativa “de ideas”. Sin embargo, titula su nueva novela "Pasiones del norte". 
He practicado tres modos narrativos. El primero es la novela histórica. Ya tengo cuatro publicadas de las cinco que forman la saga “Dioses, hombres y demonios del Cusco: el Perú bajo los Austria”, que transcurre entre los siglos XVI y XVII. En segundo lugar, publiqué "Bestiario celestial", 37 textos pequeños sobre dioses del antiguo Perú y mitos virreinales. En tercero, y desde hace cinco años, he comenzado a cultivar la novela lírica. La primera, "Diana. Verano del 53", transcurre en Lima. Curiosamente, la que ha sido premiada, "Pasiones del norte", transcurre en la misma época, pero en Trujillo. En "Diana. Verano del 53" me permití por primera vez escribir sobre cuestiones sentimentales, a la muy madura edad de 70 años.

¿Por qué elige la década del cincuenta para ambientar estas novelas líricas?
En los años cincuenta tuve emotivas experiencias de adolescente tanto en Lima, ciudad de mi nacimiento, como en Trujilllo, donde pasaba mis vacaciones de verano. Yo no podía adivinar a los 14 años que, más tarde, ese despertar a la belleza se fijaría en mi literatura. 

Escribir una novela histórica o una lírica implica preparaciones y estrategias distintas. ¿Podría comentarme cómo ocurre en su caso este proceso?
La novela histórica es más intelectual. Se trabaja con ideas, con la construcción de una época. A diferencia del mundo intelectual de la novela histórica, la novela lírica es más emocional. Es la construcción de personas, de mujeres y hombres de distintas edades. Las ideas en estas novelas están afuera, presionando a los personajes hacia ciertos espacios en los que tendrán que desenvolverse. En la novela histórica son las ideas las protagonistas. 

Una de las cosas que más se ha resaltado en sus novelas, incluso las líricas, es el cuidado con que retrata distintos períodos históricos. ¿Qué podría decirme al respecto?
Mi formación de antropólogo e historiador me ha llevado, felizmente, a no aislar a los personajes de su medio, lo que es muy importante para caracterizarlos. Por ejemplo, en "Pasiones del norte", Juan Portocarrero es un aprista joven que vuelve a su Trujillo natal luego de cinco años de encierro en El Frontón, por lo que había que describir el Trujillo del antes y el después. Por otro lado, adelanto —ya de manera ficcional— acontecimientos como las guerrillas: Juan Portocarrero lidera una en 1957. La primera en nuestra historia, la del aprista De la Puente Uceda, empieza en el año 1964.

 A propósito de este modo de trabajar, ¿considera que juega con la historia para hacer literatura, o se vale de la literatura para suplir la historia?
No comparo la literatura y la historia de esa forma. La historia es muy selectiva, fragmentaria. Cuando uno lee un texto histórico se da cuenta de que el autor se enfoca en un solo tema: economía, sociedad, etc. En cambio, el literato es totalizador y maneja otros instrumentos como la intuición o la sensibilidad. En la disciplina histórica se pretende saber la verdad. En cambio, como decía Goethe, “en literatura no importa que lo que se diga sea verdad, sino que sea verosímil”. Sin embargo, la literatura capta algo esencial, contribuye al entendimiento mediante la intuición.

¿Puede la literatura, desde lo que es pretendidamente ficción, contribuir a ver aspectos olvidados de nuestra historia?
Tengo fe en que, cuando hay buena literatura (y espero que la mía lo sea), a la larga penetra en los colegios y en las universidades. La literatura necesita sedimentarse, y necesita nuevas generaciones: gente que deje de lado ciertas posturas legítimas, pero parciales, sobre nuestra historia.

Usted ha realizado también varios estudios académicos enfocados en la representación pictórica y monumental renacentista. ¿Ve alguna confluencia entre esos lenguajes y el lenguaje literario?
Mis estudios iconográficos encontraron una forma de fijación en la literatura. Me sentía insatisfecho con la historia del arte: era muy formal, no podía estudiar el vuelo espiritual del artista. La literatura, en cambio, es capaz de intuir algo de él, y encerrarlo en 200 páginas.

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