El libro de Soto utiliza la tecnología como una herramienta de expresión, recurriendo a códigos QR, efectos ópticos, imágenes 3D, efecto holograma, ingeniería de papel, etc.[Foto: Eduardo Cavero]
El libro de Soto utiliza la tecnología como una herramienta de expresión, recurriendo a códigos QR, efectos ópticos, imágenes 3D, efecto holograma, ingeniería de papel, etc.[Foto: Eduardo Cavero]
Katherine Morales

Aunque estudió ingeniería eléctrica en la UNI, siempre tuvo interés por la literatura. Sentía que los libros lo hacían viajar, soñar, adentrarse en una historia. Sin embargo, recién tras ocho años ejerciendo su profesión, se animó a publicar un libro.
Un cuadro de estrés le provocó a Miguel Soto una parálisis facial, y lo motivó a replantearse la manera como hacía las cosas. Decidió viajar al Cusco y, sin pensarlo mucho, llegó a Brasil y Bolivia. Noventa días después regresó a Lima con la idea de publicar las experiencias vividas. Bitácora de los sentidos es una obra inusual, que busca no solo contar anécdotas, sino usar la tecnología para conectar a personas de todas partes.

¿Qué te impulsó a compartir tus experiencias viajeras con este libro?
Fue un tema de empatía. Cuando me dio la parálisis facial no podía reírme; entonces decidí hacer un viaje que siempre había pospuesto. Durante este pensé que si yo me había sentido tan mal por la parálisis, ¿cómo se sentirán quienes que pueden ver o hablar? También pensé en aquellas personas que no tienen el tiempo ni el dinero para viajar. Por eso decidí compartir mi experiencia: tal vez a todos ellos les pueda servir.

¿Consta solo de crónicas y tecnología?
Cuando estuve en Cusco me compré un cuaderno y en el recorrido escribía historias de lo que vivía; algunas veces escribía bastante, otras no porque tenía tiempo. Al llegar a Lima reescribí todas. Además, hay 27 poemas. El resultado se complementa con artesanías de papel y elementos tecnológicos.

¿Por qué la tecnología?
Quería algo universal, que no dependiera del idioma. Al inicio no sabía cómo iba a terminar el libro, pero todo se fue estructurando en base a las necesidades. Un texto en español solo lo iban a entender los que los hablaran. Por eso implementé códigos QR que traducen los poemas al quechua, ucraniano, inglés o francés. También quise incluir textos en braille, y luego pensé que debía hacer algo para los sordomudos. En este caso tenía que implementar movimientos; entonces encontré un efecto óptico que se usaba en el cine de los sesenta: es como una laminita que pasas por encima del libro y los puntitos se comienzan a mover.

¿Y el app?
Durante el proceso de creación y publicación, me di cuenta de que podía crecer aun más. Un libro normalmente lo haces por ti y para ti, pero quería también algo hacia ‘afuera’, que uniera a las personas. Por eso la idea de la aplicación. La app se llamará Allinyay, que en quechua significa curar, sanar. Aparte de leer QR, la idea es contactar gente de todo el mundo: mochileros, artistas, aficionados y voluntarios, gente que quiera ayudar. La idea es juntarlos; por ejemplo, con Google Maps vas a poder ubicar a las personas que están viajando, conversar con ellos, enterarte de eventos o voluntariados.

¿En algún momento este proyecto se integrará con tu carrera?
La app que estoy desarrollando más adelante va a evolucionar a una start up. Dentro de mi profesión me interesan la energía renovable y los paneles solares. Lo que quiero es juntar a personas con intereses comunes y orientarlas a un producto tecnológico. Por ejemplo, en Puno, en épocas de friaje, todavía seguimos enviando frazadas, cuando podemos investigar y desarrollar una tecnología utilizando energía solar o geotérmica para ayudar mejor a los pobladores.

¿Has trabajado con alguna editorial?
No, todo el libro es hecho a mano, es una autoedición y una autopublicación. Al inicio pregunté a algunas editoriales, y me dijeron que tenía que hacerle algunas mejoras. Sin embargo, siento que lo he ido desarrollando a mi manera. Si quiero cambiar algo, lo hago, no necesito reimprimir miles de ejemplares.

¿Cuántos se han publicado?
Un poco más de cien, todos hechos en casa. Cada libro son como cuatro horas de trabajo para pegar, cortar y armar. Imagínate hacer eso cien veces… pero ha sido un proceso de catarsis, me siento muy bien haciendo el libro. Aunque a veces he tenido la ayuda de mis amigos: nos quedamos todo un domingo cortando y armando, como se hacía en el colegio.

¿Ha sido rentable?
Financieramente estoy en pérdida por todo el tiempo que he dejado de ejercer mi profesión, alrededor de un año, para dedicarme a esto. Pero personalmente me ha traído mucha satisfacción.

¿Qué elemento tecnológico crees que se debería implementar en otros libros?
Creo que la idea es aprovechar lo bueno que te da la tecnología en un papel físico o sobre algo real. La tecnología está ahí pero la gente no le presta la atención debida. Se pueden utilizar los códigos QR para varias cosas. Con unos amigos hablábamos de la posibilidad de que algún día se pueda leer en QR. Quizá con el tiempo veamos códigos de barras, nada más. Considero que utilizar la tecnología en un formato de papel anima a muchas personas a leer y, sobre todo, entretiene e incentiva a crear. La tecnología puede incentivar la lectura de libros impresos, no solo en soportes digitales.

Contenido sugerido

Contenido GEC