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Esperanza Spalding, la jazzista que renovó el género - 2
Alessandra Miyagi

(Oregon, 1984) es un prodigio. A los cinco años ya tocaba el violín con la Chamber Music Society de Oregon; luego, siguieron la guitarra, el piano y otros instrumentos que aprendió a ejecutar de manera autodidacta. Su madre cuenta que de chica era capaz de reproducir de oído las sinfonías de Beethoven en el piano. Fue gracias a esta habilidad inusual, unida con el trabajo arduo y una energía voraz, que Spalding ha ganado cuatro premios Grammy, incluida la categoría a mejor artista nuevo (2011), convirtiéndose en uno de los referentes del jazz contemporáneo. 

Tienes una herencia cultural muy rica. Tu padre es afroamericano, y tu madre tiene raíces galas y nativo americanas. ¿Cómo crees que esta mezcla ha influido en tu carrera y en tu propia identidad?
No puedo definir mi identidad a partir de cada una de las culturas de las que soy producto. En cierto sentido, mi identidad es cualquier cosa que yo digo que es. Me puedo identificar con diferentes personas, todos son mi gente. O quizá puedo no identificarme con nadie. No lo sé, no lo pienso tanto, la verdad. Soy simplemente lo que soy; me vivo, no me pienso.

¿Cuándo descubriste que querías dedicarte a la música profesionalmente?
Al principio, tocaba por diversión, porque me encantaba; ya de adolescente, lo hacía para ganar algo de dinero. Y luego me di cuenta de que podía hacer esto de manera profesional, es decir, que realmente podía vivir de la música. De chica nunca lo pensé, en ese momento la música era puro placer para mí; así que cuando descubrí que era posible, simplemente me lancé.

Sin embargo, cuando iniciabas tu carrera pensaste en dejar la música y estudiar Ciencias Políticas…
Sí, quería ejercer un impacto real en la sociedad, no solo en la música. Tengo muchos intereses, amo la música, pero no es lo único que me mueve. Finalmente descubrí que desde mi campo, yo, como música, también podía contribuir al cambio, a detener el sufrimiento. De hecho, todo el mundo puede hacerlo, no importa a qué se dedique; ya seas maestro, taxista, monja o lo que sea, puedes hacer algo significativo, apoyar causas positivas. No es necesario ser famoso, ser político o tener una plataforma desde donde gritar: si quieres, puedes sumarte.

En el 2013, por ejemplo, lanzaste un single llamado “We Are America”, para protestar contra la prisión de Guantánamo. ¿Cómo fue que te interesaste por esta causa? ¿Recibiste críticas negativas por ello?
Sí, claro, uno puede recibir críticas simplemente por tocar un acorde o por usar o no ropa interior, pero eso no importa, no significa nada. A algunos de mis fans no les gustó, pero a otros sí, así que está bien.
      
Me interesé por la situación de Guantánamo cuando leí sobre la huelga de hambre que estaban haciendo más de cien prisioneros, los cuales ni siquiera habían tenido un juicio justo. Pensé “Qué espantosa manera de desperdiciar un año de tu vida: morir de hambre y estar encerrado en condiciones lamentables”. Simplemente algo me golpeó, sentí una conexión con ellos. Y me di cuenta de que todos los demás miembros de la banda también estaban preocupados por este asunto. Entonces dije “¿Por qué no hacemos algo al respecto?”. Así que escribí la canción, grabamos el video y, sin darnos cuenta, esto se convirtió en una gira para concienciar a la gente sobre lo que ocurre en esta cárcel.

 
En el 2010 musicalizaste el poema “The Fly” de William Blake. ¿Qué fue lo que te atrajo de este poema? ¿Has trabajado con otros poemas?

Ese poema me sorprendió muchísimo. Simplemente lo entendí en un nivel espiritual. Entendí las implicaciones, entendí que somos el reflejo de lo que hacemos, entendí el valor de la vida. Luego de eso estuve pensando constantemente en convertirlo en una canción y finalmente lo hice en el disco Chamber Music Society. Nunca lo había hecho antes y no lo he vuelto a hacer, pero diría que William Blake fue la puerta por la cual ingresé al mundo de la poesía.

Este año participaste en el programa Nova “The Great Math Mystery”, hablando sobre las conexiones entre las matemáticas y la música. ¿Cuáles son esas conexiones?
Las matemáticas son el lenguaje que está por debajo de todo el mundo. Está presente en todo, puede ser expresado y revelado en cada acción, en cada elemento. Lo bello de la música es que puede ser descrita utilizando fórmulas y relaciones matemáticas, pero hay un elemento que no puede ser medido ni descrito utilizando este sistema, y es el efecto que tiene la música sobre quien la oye. Es mágico. Todo aquel que oye música puede percibir en su mente algo particular, que lo relaciona con sus experiencias personales, con lo que tiene en el alma. Este es el efecto único y mágico que tienen todas las artes: hay mil técnicas y maneras de crear, pero una vez que la pieza se libera al mundo, es recreado de nuevo en la mente de quien lo recibe y se le agrega un elemento no cuantificable.

Acabas de lanzar un nuevo álbum, Emily’s D+Evolution, en el que volviste con un look nuevo y un estilo musical diferente. Cuéntanos un poco sobre este trabajo.
Este nuevo look le pertenece al personaje de Emily. Ella apareció de pronto en mi vida y yo decidí escucharla. Decidí aceptar el reto de contar mi historia y su vida, a través de mi voz. Podría decir que Emily es mi alter ego. Pienso que ella es un espíritu que se mueve a través de mí, y cuando el proceso termine, creo que ya habremos hecho lo que ambas debíamos hacer por nosotras mismas, y pienso que ella podrá continuar su camino.

¿Qué es lo mejor que la música te ha dado?
Un vehículo para moverme por el mundo y conocer nuevas personas, nuevas ideas, y poder conectarme con ellas.

¿Cómo será tu concierto aquí en Lima? ¿Qué debemos esperar?
Será genial. El concierto contará la historia de Emily y la evolución por la que pasó. Es decir, a través de las canciones de este último disco contaré una historia; así que habrá un poco de actuación y algunas sorpresas. Será muy entretenido y tendrá algo de teatral, podrán ver las distintas versiones de Emily. Espero que lo disfruten. 

 
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