Miriam González (Olmedo, 1968) nació y vivió su infancia en los últimos años de la dictadura española y recuerda esa época como “un momento en el que se cuestionaba la independencia laboral y económica de las mujeres”. A pesar de ello, tuvo las herramientas para crecer personal y profesionalmente, convirtiéndose en abogada especialista en derecho de la Unión Europea. Por ello fue un choque que, al casarse y viajar al Reino Unido con su esposo, el político británico Nick Clegg, se pusiera en cuestión su independencia. “Se cuestionó que yo estuviese trabajando y no lo dejase todo para acompañar a mi marido como si yo fuese un florero”, dice.
Sin embargo, este fue un impulso para que, en 2016, cree Inspiring Girls, una organización dedicada a aumentar la autoestima y la ambición profesional de niñas de todo el mundo. En su línea de trabajo por el reconocimiento e independencia de las mujeres, mañana, 22 de junio, dará una charla en la web del Hay Festival sobre la valoración del trabajo doméstico. Un tema que se ha hecho más que visible gracias a la pandemia.
Inspiring Girls conecta a niñas con mujeres inspiradoras. ¿A usted qué mujeres la inspiran?
Muchísimas. Una que me inspiró mucho fue Anna Lindh, que fue la ministra de asuntos exteriores de Suecia y fue asesinada. Era una mujer increíble. Pero las mujeres que más me inspiran son las mujeres anónimas. En los medios siempre se habla de las mujeres con poder y de lo difícil que es para ellas hacer todo, pero las mujeres que realmente inspiran son como esa dependienta que antes de salir a trabajar ha tenido tres horas de labores domésticas; luego, trabaja de pie —cobrando poquísimo—; y, al volver a casa, hace otras tres horas de trabajo no remunerado. Creo que hay que recuperar los referentes del día a día, hay que poner un foco sobre ellas.
En ese día a día, tenemos la imagen de que la mujer poderosa es la que trabaja el doble.
Ese es precisamente el tema de mi intervención en el Hay. Creo que el coronavirus ha ayudado a visibilizar el trabajo no remunerado de las mujeres, pues, en el momento en el que todos se encierran en su casa, se ve el gran desequilibrio de las tareas del hogar. En el mundo, la situación es muy desigual, pero en el Perú —la he revisado—, es escalofriante: se habla de que las mujeres trabajan 40 horas a la semana en labores domésticas no remuneradas solo por inercia histórica. ¿Podemos hablar de esto de manera política? Es intolerable que el sistema de productividad de países en vías de desarrollo se base en el trabajo gratuito de las mujeres.
Es que no lo ven como un problema.
Pero lo es. He estado cerca de la política en los países europeos, he visto política de muchos países y no he encontrado un solo partido político en el mundo que ponga en la mesa la solución a este problema. El trabajo doméstico es eso: un trabajo. No es que las mujeres tengamos una obsesión por las cosas limpias o cuidar que se prepare comida balanceada. El coronavirus nos ha dejado en evidencia que alguien tiene que hacer eso.
¿Cómo buscar la solución?
No sé cuál es la solución, pero creo que conversando sobre el tema podemos ver que no es tan complicado. Sabemos ahora cómo comerciar y poner impuesto a las emisiones de CO2. ¡Eso es complicado! Pero lo logramos. Entonces, ¿no podemos hacer algo con respecto al trabajo no remunerado de la mujer, que es un problema que sí vemos?
Aquí, en el Perú, contratar a alguien para que trabaje en casa suele ser muy informal.
No se reconoce su importancia porque no se quiere. A mí me parece que estamos en la fase más preliminar: cuando decidimos que el silencio sobre este tema se ha acabado. Muchos hombres sienten que no es un problema suyo y entonces para qué abordarlo. Y muchas mujeres podemos pensar que, si ponemos el tema sobre la mesa, vamos a ser cuestionadas porque nuestros pares lo van a tomar como una queja. Ahora bien, hay muchas mujeres que tienen trabajos de oficina en los que están en completa igualdad con los hombres, pero, cuando cierran la puerta al llegar a su casa, no gozan de ese tipo de igualdad. Con esta crisis, se ha evidenciado el problema: se ha visto en todo el mundo. Podemos aprender de toda la tragedia que nos está sucediendo para poder empezar a hablar de mejoras sociales.
Hablamos de mejoras sociales que seguro vendrán las siguientes generaciones. En ese sentido, ¿qué puede contar sobre Inspiring Girls?
A mí siempre me ha preocupado que cada generación haga cosas por su propia generación, cuando en realidad para empezar a superar las cosas tenemos que empezar a trabajar con la generación siguiente. Inspiring Girls es un proyecto sencillo, porque lo que les pedimos a las mujeres es que vayan y les cuenten a las niñas cómo ha sido su vida y cómo llegaron a ser lo que son, y está abierto a todo tipo de mujeres que yo creo que esa sencillez del mensaje es lo que ha hecho que sea tan exitoso porque estamos ya en 15 países, pero estamos a punto de llegar a 20.
¿Cómo trabajar con niñas sin caer en el adultocentrismo?
Nosotros trabajamos con niñas no para empoderarlas, sino para no desempoderarlas. Los hombres no nacen sexistas, las mujeres tampoco. Sin embargo, a los 5 o 4 años, ya empiezan a clasificar los trabajos como trabajos de hombres y de mujeres. ¿Por qué ocurre eso? Porque la sociedad da una serie de mensajes sexistas. La idea de Inspiring Girls no es que le digamos a las niñas qué hacer, es que no les hagamos daño. Cuando lancé el proyecto le pedí a ocho o diez mujeres de alto perfil, historiadoras, presentadoras de televisión, top women, y me resultó curiosísimo ver cómo las niñas hablaban con ellas, pues ellas no estaban tan interesadas en saber qué hacen ahora que son top, sino cómo fueron sus primeros trabajos, por ejemplo, vendiendo helados.
Demostrando el valor de tener referentes
Sí, y yo creo que es muy importante que las mujeres que tienen poder de cualquier tipo se muestren. Durante mucho tiempo hemos visto que las mujeres se retiran de la escena pública porque no quieren ser vistas, y me parece un error, porque las niñas y los niños tienen que normalizarlo. Pero los auténticos referentes se conocen en el día a día. Yo creo que los medios tienen un papel fundamental. Hay muchísimas mujeres que dan marcha atrás porque las críticas a las mujeres son feroces, se encuentran con críticas que generalmente no se le aplican a los hombres generalmente y llega un momento en el que las mujeres se van.
Para acceder a la charla de Miriam González visite la página del Hay Festival. Podrá enviarle preguntas que ella responderá el sábado 27 en la página de Facebook del Hay Festival.