Kanye West es conocido por haber sabido usar la tecnología para crear texturas en sus melodías
Kanye West es conocido por haber sabido usar la tecnología para crear texturas en sus melodías
Francisco Melgar Wong

Si se le restara la variable tecnológica, la música pop tal como la conocemos no existiría. Esto es evidente en sus formas de difusión y de consumo: escuchar nuestros discos favoritos requiere —y cada día más— de sofisticados mecanismos de reproducción vinculados a programas que almacenan y transmiten canciones. Pero más allá de este fenómeno cabe preguntarse: ¿qué sería de la música pop como propuesta estética si no hubieran surgido innovaciones tecnológicas como los micrófonos, los sintetizadores, los samplers? ¿Habrían sido posibles el rock progresivo, la música disco, el hip hop? Probablemente no.

—El grano de la voz—
Si se trata de la convergencia de innovación tecnológica y las nuevas propuestas en el pop, la invención del micrófono es un buen punto de partida. Su capacidad para captar los mínimos detalles de entonación permitió la aparición de un nuevo tipo de cantante: el crooner. Artistas como Frank Sinatra desarrollaron un estilo propio aprendiendo a cantar para el micrófono y los boleristas de las radios latinoamericanas de los cuarenta y cincuenta —muchos de ellos tenores provenientes del mundo de la ópera— hicieron lo mismo.

Los amplificadores y los parlantes fueron otro punto de quiebre. Al migrar del delta del Misisipi a la ciudad de Chicago, los blueseros empezaron a tocar en bares en los que era difícil hacerse oír. Sin la ayuda de un micrófono y un amplificador esto no hubiera sido posible. Y uno podría pensar si, dadas las circunstancias, habrían aparecido bandas como los Rolling Stones y los Yardbirds —seguidoras de estos blueseros— que convirtieron a las guitarras eléctricas en un emblema de la música rock.

—El estudio como instrumento musical—
Pasar de la grabación en disco de acetato a cinta magnetofónica fue otra innovación importante. Gracias a ella surgió la idea de que una canción no tenía que ser el registro directo de una actuación en vivo, sino el resultado de un proceso de cortar y pegar distintas sesiones de grabación. Dos resultados icónicos de esta práctica son “Good vibrations”, de The Beach Boys, y “A day in the life”, de The Beatles, dos canciones de pop concebidas como suites y, en consecuencia, como pequeñas obras de arte. En la escena local tenemos los ejemplos tempranos de Laghonia y Traffic Sound, dos bandas de rock que usaron el estudio de grabación no solo como un espacio de registro, sino como un instrumento musical adicional, cortando y pegando cintas magnetofónicas de distintas sesiones de grabación e incluso grabando solos de guitarra al revés.

—Mundo informático—
El mellotron es un instrumento que imita el sonido de una sección de cuerdas. Los Beatles lo usaron en su etapa psicodélica y en el Perú se dejó oír en las canciones de Avenida Larco, el primer álbum de Frágil. La idea detrás es que ya no es necesario contar con todos los instrumentos originales para grabar una canción; basta con tener uno que contenga un banco de datos lo suficientemente amplio como para imitar a la orquesta.

Esta idea resultó ser revolucionaria. Los primeros en recogerla fueron dos ingenieros australianos que crearon un instrumento llamado Fairlight CMI, con el que se podían grabar y almacenar sonidos que más tarde los músicos usaron en sus canciones. Del Fairlight CMI al sampler no hay más que un paso. Pronto los músicos de hip hop empezarían a grabar ritmos de viejos discos de vinilo y a utilizarlos para crear composiciones a manera de collages. Esto no solo creó un nuevo estilo musical, sino que cambió la forma en que los músicos se percibían a sí mismos: no solo como creadores, sino también como mezcladores de sonidos preexistentes.

Pero el diálogo entre arte y tecnología no ha estado libre de polémica. La más reciente es el uso del autotune, un programa utilizado para corregir los errores de entonación en los cantantes. Por un lado, hay quienes denuncian una falta de autenticidad en ello. Por otro, es innegable que —tal como ocurrió con el micrófono— hay quienes han aprendido a usarlo para crear texturas expresivas que la voz sin efectos no podría lograr. Quizá el mejor ejemplo de ello sea el álbum 808s and heartbreak de Kanye West.

El musicólogo canadiense Paul Théberge señala que la música pop —masiva, mediática, moderna— no existe fuera de su entorno tecnológico. Pero, como bien lo demuestra la propia historia, muchos artistas han dado un uso inesperado a estas tecnologías, han ido creando nuevos instrumentos, conceptos, estilos, en resumen, nuevas formas de hacer música.

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