Gihan Tubbeh
Gihan Tubbeh
Jorge Paredes Laos

Su voz se escucha entrecortada. Gihan Tubbeh está en algún lugar de la carretera, en la costa norte del Perú, entre el mar y el desierto. La señal es intermitente y por el teléfono se filtra el zumbido del viento. “Voy a Lobitos, estoy haciendo un video sobre el desierto, para complementar un proyecto que inicié en 2014 y que se llama Vértigo”, alcanza a decir. “La gente cree que en el desierto no hay nada, pero yo creo que lo contiene todo”, asegura, y esta declaración es la puerta de ingreso al trabajo visual de su primer libro de fotografías titulado De tiempo en tiempo un volcán estalla: imágenes en blanco y negro en las que la naturaleza —o fragmentos de ella— cobra un protagonismo inusitado. Relieves, grietas, acantilados, formaciones rocosas, restos de esculturas y animales cubiertos por una pátina de neblina parecen querer revelarnos algún misterio o decirnos alguna verdad que no conocemos y que tiene que ver con algo superior a nosotros mismos.

Esta semana, ella participará en una muestra colectiva en el V Foro Latinoamericano de Fotografía de São Paulo.

¿Cuánto influyó tu trabajo poético previo en tu propuesta visual como fotógrafa?
Escribo poesía desde muy chica y, de hecho, mi acercamiento a los proyectos siempre ha tenido que ver con formas metafóricas. Yo escribo y fotografío desde mi capacidad de asombro; quizá empecé buscando lo que es ajeno a mí... Este libro inicialmente tenía un verso por página hasta completar un poema de 34 versos, pero después dejamos solo las imágenes. En este proyecto, hablo de esa sabiduría que nos antecede y que es mucho más grande que nosotros. Por ejemplo, cuando hablo del universo femenino, no estoy hablando de género, sino de fertilidad, de la tierra como algo que se fertiliza a través de la luz que vendría a ser lo masculino.

Ese elemento femenino que nos constituye.
Totalmente. Esa capacidad para crear.

Cuando dices “buscar lo que es más ajeno a mí”, ¿a qué te refieres?
Aprender a ver y sentir de otra manera a través de las personas o lugares. En este libro quería investigar sobre los mitos, los ancestros; por eso he visitado lugares como Pompeya. Siempre me decían que los mitos no existen, pero yo creo que siempre están sucediendo: son representaciones de cosas verdaderas, mucho más hondas y sabias. De alguna manera, creo que la tierra te habla, está viva, aunque no la llegamos a visualizar. Por eso buscaba captar la representación de todo eso... El punto de quiebre que redondeó el libro sucedió en Islandia, cuando logré captar esas imágenes casi fantásticas, surreales, del humo rosado saliendo de la tierra. Obviamente, es el reflejo del sol, pero eso te cambia la noción de realidad.

La figura del volcán que estalla alude a algo oculto que en algún momento da señales de vida.
Sí y también tiene mucho que ver con el cuerpo femenino, con esa idea de contener para luego soltar. ¿Cuánto puede contener la fuerza de la naturaleza para luego explotar? Así es la vida. Nosotros vivimos y, de pronto, viene un accidente o sucede algo y dejamos de existir. Esa fragilidad es superimportante. Esa sutileza al final de cuentas es la vida.

¿Qué significó haber ganado el World Press Photo para tu desarrollo como fotógrafa?
Eso fue a partir de los trabajos de Noche de gracia que se volvieron, de alguna manera, casi una etiqueta, mi sello como artista, con esas cosas oscuras y movidas. Esto me llevó a esos premios en 2010. Eran temas que trataban más sobre la condición humana. Ahora me estoy yendo más hacia el paisaje y lo poético, y es gratificante porque siento que me estoy acercando a lo que busco, entre lo romántico y lo salvaje.

¿Qué haces en el norte? ¿Empezarás una nueva serie de imágenes?
Estoy en Lobitos, un lugar al que siempre vuelo. Estoy complementando un proyecto que se llama Vértigo, que terminé en 2014. Ese año fue cuando empecé con todo lo que tenía que ver con el paisaje, con esa búsqueda del desierto, este vacío repleto de muchas cosas, donde se oye todo y todo se manifiesta más fuerte.

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