La fuerza de la costumbre
La fuerza de la costumbre

I.

Una moral conveniente. El rasgo distintivo de un código moral es que las reglas a las que apela pretenden ser universales y objetivas. Ya lo dice el filósofo alemán Ernst Tugendhat en sus Lecciones de ética (1997): “El cumplimiento de las normas morales es algo que exigimos de todos y para poder hacerlo también debemos esperar que las normas puedan resultar aceptables para todos”. Sin embargo, hay muchos tipos de comportamiento que han sido aprobados en una época y desaprobados en otra. Un ejemplo notorio y reciente es el acto de fumar. Inversamente, en diversos países, muchas conductas han dejado de ser consideradas como vicios morales para convertirse en opciones de vida. Esto incluye el sexo como actividad recreativa, el consumo de marihuana, el divorcio, la homosexualidad, etc. Finalmente, como señala Michel Onfray en una entrevista incluida en el libro Adelante, ¡contradígame! (2008), realizada por Ger Groot: “No podemos obviar las evidencias de la etnología”. Lo que en Occidente es tabú en otras sociedades no lo es. “Por consiguiente”, concluye el filósofo francés, “la moral depende del lugar, el tiempo y el medio social”.


II

En un artículo publicado en The New York Times (“The moral instinct”, 2008), el psicólogo cognitivo Steven Pinker cita una imaginaria situación planteada por su colega Jonathan Haidt: dos hermanos (hombre y mujer) están de vacaciones. Ambos son mayores de edad. Una noche deciden hacer el amor. Ella ya tomaba pastillas anticonceptivas y él usaba condones. Ambos disfrutan del sexo, pero deciden no volver a hacerlo y mantienen la experiencia como un secreto mutuo. ¿Está bien o mal que hayan tenido sexo? La mayoría de gente consultada al respecto respondió de inmediato que está mal. Unos sostenían que dicha relación tiene el riesgo de traer al mundo hijos con defectos de nacimiento, pero la hipotética pareja se había protegido ante esa eventualidad. Otros planteaban que los hermanos podrían salir dañados emocionalmente, pero la historia deja en claro que ese no es el caso. Y había quienes señalaban que era un acto ofensivo para la comunidad, pese a que el ejemplo subraya que ambos protagonistas harán mutis sobre lo que hicieron. Al final, la gente admite que, aunque no puede explicar por qué, sabe que lo ‘actuado’ por los hermanos está mal. ¿Por qué?



En diversos países, muchas conductas han dejado de ser consideradas como vicios morales para convertirse en opciones de vida.

III

Porque así lo dice la tradición, la costumbre, la religión o cualquier otra instancia ‘trascendente’ a la que se le concede crédito absoluto. Pero, como señala Tugendhat, “en nuestra situación histórica actual las justificaciones religiosas u otras de carácter tradicionalista no pueden ser ya válidas para nosotros. Nuestra situación se caracteriza porque, o bien quedamos atrapados en un relativismo de las convicciones morales, lo que quiere decir que deberíamos abandonar la moral en sentido habitual, o bien debemos buscar una comprensión no trascendente de la justificación de los juicios morales”. Si esto es así, debemos ser conscientes de que en la base de nuestros juicios morales suele haber racionalizaciones y no razonamientos propiamente dichos. Partimos de una opinión aceptada como verdadera sin previo análisis (un prejuicio) y luego buscamos una justificación plausible. El resultado es, por lo general, la intolerancia frente a todas aquellas acciones que no encajan dentro de nuestro código moral.

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