Francisco Miró Quesada Cantuarias fue director del suplemento El Dominical. (Foto: Archivo Histórico El Comercio)
Francisco Miró Quesada Cantuarias fue director del suplemento El Dominical. (Foto: Archivo Histórico El Comercio)
Jorge Paredes Laos

Era un hombre de saberes múltiples, un heredero de ese siglo XX marcado por la razón y el conocimiento. Nació en 1918 cuando terminaba la Primera Guerra Mundial y cuando Einstein difundía su teoría de la relatividad general. Desde pequeño, conoció lo peor y lo mejor de aquel siglo. Si bien era filósofo de formación y periodista por vocación familiar, dominaba muchísimos más temas: desde las matemáticas hasta la astronomía; desde la lógica jurídica —que convirtió en teoría – hasta las ciencias sociales y políticas. También gustaba de la música, del box y del fútbol, sus pasiones de adolescente.

Francisco Miró Quesada Cantuarias hizo de su larga vida un compromiso constante por el saber y la enseñanza, no solo desde las aulas universitarias —fue por largas décadas profesor en San Marcos—, sino también desde las páginas de este Diario. Y esto lo resumió en una de sus mayores creaciones, el suplemento El Dominical, que fundó allá por 1953, convencido de que el periodismo debía ser también una forma de pedagogía, sobre todo en un país en el que las grandes mayorías no tenían acceso a una educación de calidad. Por eso convirtió este suplemento en un compendio de variados temas: la difusión de la cultura en todas sus manifestaciones, la divulgación científica y filosófica, así como la inclusión de columnas en las que se resolvían problemas matemáticos o se difundía el idioma quechua.

En 1989, en un número especial por el sesquicentenario de El Comercio, escribió: “Nuestro Suplemento ha sido […] una tribuna para los intelectuales peruanos que han expresado su pensamiento en libertad. Artículos escritos con depurado estilo literario, información sobre los más diversos aspectos de la cultura, campañas en defensa del interés nacional, crítica de libros, exposición de ideas originales sobre las artes, las ciencias, la filosofía, el derecho, la vida internacional, en una palabra, la realidad del mundo y la vida del espíritu han sido presentadas a nuestros lectores por lo más granado del intelecto peruano”.

Justamente, el otro gran tema del suplemento, inspirado por FMQC, ha sido la difusión de lo peruano. Es decir, no solo como la manifestación del mestizaje o del mundo criollo, sino también como la expresión de lo andino. En esa línea, en 1957, creó una historieta que tenía como protagonista a un héroe nacido en ese Perú profundo y olvidado: el Supercholo, un personaje empoderado —el prefijo súper- aludía indiscutiblemente a Superman— que no solo buscaba salvar el mundo en interminables aventuras por el centro de la Tierra o combatiendo dinosaurios o en aguerridos campeonatos intergalácticos; sino también trataba de rescatar su propia cultura que entonces era vista de reojo por el Perú oficial.

En todo esto fue clave su amistad con José María Arguedas. Paco conoció a Arguedas en la década del cincuenta e inmediatamente los unió un mismo compromiso: la idea de que este país era heredero de una gran civilización y que esa cultura forjada en los Andes necesitaba ser visibilizada, rescatada y convertida en el motor del desarrollo del Perú contemporáneo. Arguedas se convirtió en asiduo colaborador de El Dominical, en cuyas páginas publicó extensos artículos en los que abogaba por el reconocimiento de las danzas, cantos y mitos andinos, a los que pedía comprender y defender como patrimonio vivo de las múltiples naciones que conforman el Perú. Como corolario de esta amistad, el autor de Todas las sangres le dedicó a Miró Quesada un hermoso poema en quechua, en el que le decía:

Con tu corazón de niño harás revivir a los hombres de sangre congelada.
Con tu buen saber apreciarás todo lo hermoso forjado en nuestra patria.
No te canses, hermano, pero no descanses.
Ahuyenta a los malos, levanta a los que aman a nuestro Perú para que te ayuden.
La montaña, la nieve, la lluvia no te detendrán tu corazón que es de oro, de fierro y de paloma.

***
Es imposible resumir la obra de FMQC por la variedad y profundidad de los temas que abordó —sus Obras esenciales fueron reunidas por la Universidad Ricardo Palma en una decena de volúmenes—. Quizá se puede decir que fue uno de los pensadores latinoamericanos más originales del siglo XX y un pionero en temas como la lógica jurídica que desarrolló en paralelo —y sin saberlo— con otros filósofos de Alemania e Inglaterra. Esto, indudablemente, sin contar su ingente obra periodística y de divulgación que publicó desde 1936 hasta entrado el siglo XXI, en El Comercio, El Comercio Gráfico y en este suplemento.

Sin embargo, más allá del brillante filósofo, pensador y periodista que fue, el recuerdo que mantengo de Paco es el de una persona afable, sencilla y gentil. Todavía lo escucho, con su voz cadenciosa, disertar con la misma emoción sobre los más variados temas, desde la teoría de las supercuerdas hasta el fútbol.

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