Vista de la arquitectura monumental que rodea la plaza San Martín. (Foto: Richard Hirano, El Comercio)
Vista de la arquitectura monumental que rodea la plaza San Martín. (Foto: Richard Hirano, El Comercio)
/ RICHARD HIRANO
Carina Moreno

Edificios históricos incendiados, tanto en la plaza Dos de Mayo como en la plaza San Martín, casonas tugurizadas en Barrios Altos, fachadas a punto de caerse, y todo rodeado de la contaminación sonora por la congestión vehicular de avenidas como Abancay y Tacna: esto es, actualmente, el Centro Histórico de Lima (CHL) que padecemos a diario quienes habitamos esta ciudad. A un día de haber celebrado un aniversario más de su fundación española, la buena noticia es que la capital tiene, finalmente, un Plan Maestro del Centro Histórico de Lima con visión al 2035: un documento promovido por el Programa Municipal para la Recuperación del Centro Histórico de Lima (Prolima) en coordinación con el Ministerio de Cultura, el Ministerio de Vivienda y la Municipalidad del Rímac, y que ha demandado tres años de trabajo de un equipo multidisciplinario.

Luis Martín Bogdanovich, gerente de Prolima, asegura que “es un documento técnico normativo que tiene el objetivo de convertir el CHL en un mejor lugar donde vivir, respetando su esencia de patrimonio cultural, bajo los lineamientos de la Unesco”.

Por su parte, Rebeca Ráez, gestora cultural y miembro de la Cátedra Unesco de Patrimonio Cultural y Turismo Sostenible, asegura que el plan era necesario porque no se había logrado articular el trabajo entre las diferentes instancias de la Municipalidad Metropolitana de Lima. “Este documento —dice— permite a Prolima asumir como ente rector todas las facultades para la recuperación, restauración, conservación, salvaguarda y puesta en valor del CHL”.

Una de las preocupaciones principales de ambos especialistas es la participación de los limeños en la ejecución del plan. Para Bogdanovich, todo el programa de recuperación debe centrarse en los vecinos y cuenta que se han realizado una serie de reuniones de concertación durante el proceso de elaboración del plan. Ráez va más allá y propone darles a los vecinos desde capacitación para que ellos sean los principales ejecutores y promotores hasta “brochas para que ellos mismos pinten sus fachadas”. Con esto —afirma— se logrará una apropiación ciudadana del patrimonio, tal como ha sucedido en los centros históricos de La Habana y Quito.

—Las obras—

Más allá de los discursos, el plan contempla una serie de acciones para transformar la ciudad. Entre las más importantes, se anuncian la peatonalización de 41 vías y la arborización de 170; la recuperación de espacios como la plazuela de San Francisco, Santo Domingo y la Plazuela del Teatro; así como la recuperación de los exteriores de 165 inmuebles de valor monumental. También se propone la recuperación de los interiores de nueve iglesias (de las Trinitarias, de la Buena Muerte, de las Descalzas de San José, de Santo Cristo de las Maravillas, de San Carlos del Museo Panteón de los Próceres, de la Recoleta, de Santiago del Cercado, de Nuestra Señora del Prado y de Santa Rosa de los Padres).

Asimismo, se mejorará la iluminación de Barrios Altos, se apuntalarán 200 fachadas y se recuperarán 90 esculturas —previamente identificadas por Prolima— para el 2021; y se iniciarán trabajos de excavación arqueológica en el Parque de la Muralla, en la plazuela de San Francisco, en la plazuela y el atrio de Santo Domingo, y en la plazuela del Teatro Segura.

—Las debilidades—

Según Ráez, una de las grandes debilidades del plan es la ausencia del saneamiento físico legal de los predios, que constituye el instrumento central para determinar el presente y futuro de las casonas habitadas o en abandono. “Cabe recordar —especifica— que 1.300 predios han sido declarados inhabitables y un alto porcentaje de ellos siguen ocupados como viviendas o comercios”.

Para la especialista, también es urgente un plan de gestión de riesgo de desastres que no puede esperar hasta el 2035 y que debe ser un documento anexo elaborado por Indeci y Cenepred.

Los limeños esperan que, como en tantos otros momentos de la historia, los planes no se queden en palabras y que la ciudad renazca de las cenizas de los incendios y de los derrumbes de sus casonas.

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