Luis E. Valcárcel en 1964, cuando era director del Museo Nacional de la Cultura Peruana. [Foto: archivo familiar]
Luis E. Valcárcel en 1964, cuando era director del Museo Nacional de la Cultura Peruana. [Foto: archivo familiar]
Paulo César Peña



En 1925, en una de las tantas cartas que intercambiaron a lo largo de su amistad, Luis E. Valcárcel le señaló a José Carlos Mariátegui cuál era el propósito que perseguía con su labor intelectual: “Estoy en el empeño de demostrar dos cosas: primero, el altísimo valor de la cultura inkaika [sic] junto a las grandes culturas del globo. Segundo, la supervivencia del Inkario sin el Inka”. Valcárcel había hallado en la historia, primero, y en la etnografía, después, las herramientas necesarias para llevar a cabo dichos proyectos. Para entonces, Valcárcel, quien era una de las figuras más representativas de la escena cultural del Cusco desde hacía década y media, planteaba —a contracorriente de lo pensado en aquella época— una genuina continuidad entre el pasado y el presente del mundo andino.

Al siguiente año, en el primer número de Amauta, a continuación de la página en la que Mariátegui había presentado los objetivos fundamentales de su revista, aparecía una serie de prosas que luego conformarían la primera edición de Tempestad en los Andes.

No debe extrañar que la impresión del libro, ocurrida en 1927, fuese por medio de Minerva, la editorial de Mariátegui, quien se encargó también de redactar el prólogo. “La obra que ha escrito no es teórica y crítica. Tiene algo de evangelio y hasta de apocalipsis. Es la obra de un creyente. Aquí no están precisamente los principios de la revolución que restituirá a la raza indígena su sitio en la historia nacional; pero aquí están sus mitos”, escribió.

En una de las secciones del libro, se reproduce “El problema indígena”, una conferencia que Valcárcel había ofrecido en Arequipa en enero de 1927. Ahí existe un pasaje que ayuda al lector a descifrar o intuir el significado que existía detrás del concepto de tempestad: “Los que vivimos en el corazón de la sierra poseemos el privilegio de asistir al acto cosmogónico del nacimiento de un mundo, como el viajero que contempla el sublime espectáculo de la tempestad en medio de la llanura azotada por el rayo. Privilegio en el peligro”. La tempestad es, según lo que Valcárcel parece sugerir, la inevitable alteración y trastorno del orden social imperante.

.
.

ensayo
Tempestad en los Andes 
Luis E. Valcárcel
Editorial:
Rey de Bastos y Gobierno Municipal del Cusco
Páginas: 153

                                                  * * *
Sin importar si son ensayos, breves reflexiones, relatos realistas o certeros aforismos, todos los textos del libro son atravesados por esta convicción. La oposición entre el presente y el pasado se emparenta con la confrontación entre los conquistadores y los conquistados; el Perú urbano y occidental, y el rural y andino; la Lima hispanófila y el Cusco indigenista. Aquí se reconoce evidentemente al científico social que establece sus sistemas y esquemas para ordenar el mundo que percibe. Sin embargo, Valcárcel, en su condición de profeta, e incluso cabría decir de creador, siempre a partir de su convicción inicial, invoca en más de una oportunidad la instauración de una utopía, de una “Nueva Vida”, de una “Nueva Edad”. En ese instante advierte que “la cultura bajará de los Andes”.

Para que todo esto suceda es necesario que el “avatar”, es decir, la ley suprema, la de la incesante transformación —todos estos son términos del autor— se ejecute. Si Valcárcel predice estos eventos es porque ha visto otros en el presente que lo llevan a pensar así. Uno de ellos es la aparición de “nuevos indios”, sujetos libres ya de las taras que asolaban a sus antepasados. No solo del alcoholismo o de la afición a la coca, sino también de la falta de conciencia sobre su pasado. De acuerdo con Valcárcel, el conocimiento de la grandeza perdida del pasado estimulará el despertar del alma en el presente. Tarde o temprano los indios, tanto tiempo sometidos por los gamonales, los mistis y el Estado, reclamarán y recuperarán sus tierras y sus astros.

En Tempestad en los Andes Valcárcel conjuga sus conocimientos sobre el imperio incaico con su preocupación por la realidad del indio del siglo XX. De acuerdo con Yazmín López Lenci, una de sus principales estudiosas, el autor propone, en el fondo, “la creación de un ‘comunismo andino’”, que relacionaría al “comunismo incaico” del pasado con el pensamiento marxista contemporáneo. Por ello, es capaz de proyectarse más allá de sí —amparado en el lenguaje figurado, pero también en el mito— y augurar un futuro distinto, esperanzador. Considerando el curso seguido por la historia peruana, tienta asociar algunas de sus predicciones con lo ocurrido tras la migración interna. Que aún existan peruanos vulnerados en todos sus derechos, víctimas de la desigualdad, pese a los 90 años transcurridos, demuestran —fríamente— la vigencia de esta obra.

                                                             * * *
Aunque no exento de contradicciones, el ideario de Valcárcel contribuyó en la reivindicación de la cultura andina, tan menospreciada incluso a nivel oficial en esos años. Su postura, incómoda para muchos, sirvió de soporte a más de una generación de intelectuales y artistas. Resulta, por lo tanto, más que acertada la iniciativa de rescatar del olvido una obra tan gravitante para la reflexión sobre nuestro país. La nueva edición, corregida y aumentada, incluye mapas infográficos y fotografías contemporáneas.

Contenido sugerido

Contenido GEC