[Foto: Archivo]
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Jaime Bedoya


El tranquilo barrio de San Antonio está a punto de convertirse en el epicentro de un conflicto moral en tiempo real. Y en el foco de atención del interés, la curiosidad y el morbo público. Es ahí donde vive la señora Yolanda, la madre de Maritza Garrido Lecca.

     En ese barrio la madre ya tiene preparada la habitación donde dormirá su hija como mujer libre luego de purgar 25 años de cárcel condenada por terrorismo. Hay un Wong a pocas cuadras. La posibilidad surreal de cruzarse en la cola con la guardiana de Abimael Guzmán puede ser un dilema profundo para el vecino de a pie.

     La estadounidense Lori Berenson salió liberada el 2010 después de cumplir 20 años de cárcel condenada por terrorismo. Berenson fue detenida tras ingresar al Congreso con una falsa credencial de prensa y en compañía de Nancy Gilvonio, la pareja de Néstor Cerpa, cabecilla del MRTA que tomó la embajada del Japón. Entre las exigencias de Cerpa estaba justamente la liberación de su mujer y de Berenson. El ataque acabó costándole la vida a un rehén, dos militares, y a todos los atacantes del MRTA. La justicia había determinado que Berenson era cómplice en un plan para tomar el Congreso por asalto.

     Veinte años después, al ser liberada, Lori Berenson se instaló en un departamento de Miraflores, calle Italia. Inicialmente iba a quedarse en la casa de la madrina de su hijo en otro distrito, pero poco antes de su salida la policía antiterrorismo advirtió al arrendatario sobre esa posibilidad. Este le dijo a la madrina que la desalojaba antes de que llegase la gringa. El día que arribó a Miraflores, las unidades móviles de televisión retroalimentaron la presencia de vecinos que con pancartas exigían que se fuera de ahí. Durante los primeros días, ella no salió de casa. Su hijo Salvador, de 15 meses de edad, a veces asomaba por la ventana, lo que generaba la alerta de los camarógrafos apostados afuera. Era una buena toma.

     En un reportaje de noticiero se ve cómo un vecino le grita Fucking terrorist! al padre de Berenson mientras este lleva a su nieto en brazos. El niño llora. El nombre del dueño del departamento alquilado así como el de la corredora encargada de la transacción fueron denunciados por televisión como una suerte de colaboracionistas inmobiliarios. La Municipalidad de Miraflores envió cartas de solidaridad a los vecinos mortificados por esta vecindad no solicitada.

     Finalmente fue expulsada del país en el 2015. Antes había declarado su arrepentimiento y que comprendía por qué mucha gente la odiaba. Se llevó a su hijo peruano. Ya instalada en los Estados Unidos dio algunas entrevistas bastante fantasiosas en las que hablaba de activismo y revolución antes que de terrorismo. Lori Berenson tiene un perfil de Facebook, propio o falso, de acceso restringido a sus amigos. Solo deja ver un retrato en el que muestra una sonrisa no del todo convencida de la posibilidad de llevar una vida normal en su país de origen.

     Maritza Garrido Lecca no tiene país al cual ser expulsada. Es difícil imaginar sus posibilidades de reinserción, si es que aquello le interesara. La herida que dejó Abimael Guzmán es honda y difícil de curar, y responde a lo emocional antes que a lo racional. Es una reacción comprensible sobre la cual a alguien, o a varios, le toca ser responsable.

     A Garrido Lecca no se le ha conocido en 25 años una declaración de arrepentimiento. Al resto de la ciudadanía le toca algo tan o más difícil: demostrar una superioridad moral ante sus agresores. Nosotros no somos como ustedes. Esta es la civilización, no la suya.

     Por ahora solo hay tranquilidad en ese barrio de Miraflores.

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