Mircea Cărtărescu
Mircea Cărtărescu

Por: Dulce María Ramos
Mircea Cărtărescu es un poeta, narrador y crítico literario rumano. En su obra destacan Nostalgia (1993), Lulu (1994), Las bellas extranjeras (2010), El ojo castaño de nuestro amor (2012), Solenoide (2015) y su proyecto Cegador (1996-2007). En 2018 recibió el Premio Formentor de las Letras, uno de los galardones más prestigiosos del mundo literario, y algunos consideran que podría ser el primer escritor en lengua rumana en obtener el Premio Nobel de Literatura. En esta entrevista, desnuda su esencia: “Para mí la escritura no es diversión, es como respirar”.

¿Si pudiéramos definirlo en una palabra sería ‘poeta’?
La poesía es mi raíz, es de donde vengo. He sido poeta antes de escribir poesía. Lo digo, porque para mí la poesía no son palabras que uno pone sobre el papel, más bien es una forma de ver el mundo. Inclusive ahora que escribo prosa, la poesía continúa siendo el corazón de mi narrativa y el corazón de mi forma de escribir.

Entonces, ¿Cómo la narrativa empezó a robarle espacios a la poesía?
En mi opinión, la prosa narrativa es una oportunidad para los poetas, no les quita espacio, al contrario nos da la experiencia de lo que se escribe. Esta experiencia es válida solo si las hojas narradas tienen chispas de poesía.

Por lo general, los narradores que han querido ser poetas no son muy afortunados.
Es una observación correcta. Conozco muy pocos ejemplos, Thomas Hardy es uno de esos. Al contrario, si pasa que los poetas se convierten en grandes novelistas: James Joyce, Marcel Proust, entre otros.
La poesía es el arte de la juventud. Los adolescentes empiezan ahí porque la poesía es el arte de contar lo que hay en tu corazón, es una forma de ver al mundo algo ingenua.

Recuerda algo de ese niño y joven poeta.
El primer signo de que iba a ser escritor fue muy temprano en mi vida. A los dos o tres años me memorizaba los poemas que mis padres me contaban, también memorizaba algunos libros que habían en mi casa. En esa época vivía en un barrio muy pobre, recuerdo que la gente se reunía alrededor mío para escucharme recitar. Mis primeros textos fueron en la escuela, aún conservo esos poemas. Ya en la universidad, me concentré de lleno en la escritura y la poesía, también conocí a muchos colegas y grandes poetas, aprendí mucho de ellos. En ese pequeño círculo literario que se formó en la universidad, aprendí sobre la amistad y el amor, aspectos importantes porque en ese momento vivíamos en dictadura, el país estaba censurado, entonces escribíamos para nosotros. La existencia de ese círculo fue muy definitoria para lo que fue esa generación de poetas.

¿Qué le dio y le quitó la dictadura?
La dictadura robó mi juventud. Yo sentía que vivía en una prisión, sin derechos y en la pobreza. Si no fuera por la poesía y la literatura estaría hoy muerto. Yo odiaba a la dictadura y sentía que la dictadura también me odiaba a mí, me discriminaba, me deshonraba, me sentí odiado por el poder.

Entonces, la literatura fue una forma de resistencia.
La literatura no sólo fue resistencia, también fue un abrazo. En ese momento no teníamos el poder de los sin poder, lo que decía Havel, el poder real era nuestro y lo usábamos para tumbar la dictadura. Teníamos mucha esperanza, lo desafortunado fue que esa gente llegó al poder con otra máscara y con otro nombre e inclusive hasta hoy siguen ahí.

Un verso del poeta español Manuel Vilas dice: “mis libros no cambiaron al mundo solo me cambiaron a mí”. En su caso, ¿Cómo es la relación con sus libros?
De ninguna forma. Trato de olvidar cada libro porque luego no haría nada nuevo. Mis libros son como la piel de una serpiente, la dejas atrás para olvidarla. Lo único que me importa a mí es el libro que escribo ahora, esa es mi vida y mi punto de interés, de manera que lo pueda guiar como un árbol cuando crece vertical y trata de llegar al cielo.

¿Le obsesiona ganar el Nobel de Literatura?
Yo he ganado el Nobel cientos de veces, muchas veces. Cada vez que escribo una página que me gusta y la leo, eso es el Nobel. Para mí no es necesario ganarme el Nobel, puedo vivir perfectamente sin él, eso no ocupa mis pensamientos.

Y finalmente, ¿Cómo es su ciudad literaria?
Para mí es un alter ego, no tiene una extensión geográfica bajo el cielo sino bajo mi propia mente. Las ciudades de los grandes escritores no son reales, y suelen ser mucho más bellas que la ciudad real. Bucarest como tal es una ciudad interesante, llena de contrastes, de luz y de sombras; pero no tiene nada que ver con la ciudad que cuento en mis obras.

Para ver:
Conoce más sobre el escritor en esta entrevista hecha en el 2012 para la DW Español.

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