La cuna de Jesucristo continúa azotada por conflictos religiosos y políticos que parecen avivarse con la intransigencia. [Foto: Reuters]
La cuna de Jesucristo continúa azotada por conflictos religiosos y políticos que parecen avivarse con la intransigencia. [Foto: Reuters]
Jorge Paredes Laos



En Belén casi no hay noches ni días de paz. Esta pequeña ciudad de pastores, escondida entre las montañas de Judea y ubicada a solo nueve kilómetros de Jerusalén, vive desde hace siglos en una permanente encrucijada: de ser una tierra bíblica pasó a ser invadida, colonizada e incluso amurallada en distintas etapas de su historia.

Hace más tres mil años, Belén fue la cuna del rey David, quien partió de sus laderas para vencer al gigante Goliat, conquistar a los filisteos y unificar el reino de Israel. Los profetas —Miqueas, Isaías— vaticinaron que ahí, entre sus grutas rodeadas de plantaciones de olivos y viñedos, nacería algún día el Mesías. El anuncio se cumplió mil años después con la llegada de Jesús. Sin embargo, la paz tampoco fue duradera. Al contrario, esto marcó la diferencia entre quienes consideraban a Cristo un profeta y los que creían que era el hijo de Dios. Judíos y cristianos siguieron caminos distintos. En el año 70 de nuestra era, las legiones romanas aplastaron una rebelión judía, y los hijos de David fueron expulsados de estos territorios, con lo que empezó la segunda diáspora (como se narra en el Antiguo Testamento, ya antes, alrededor del 586 a. C., habían sido desterrados por los babilónicos).

Belén fue prácticamente abandonada. Y en el siglo VII llegaron hasta ahí los descendientes del profeta Ismael, el otro hijo de Abraham. Se produjo la arabización de Palestina y el islam pasó a ser la religión dominante, aunque el cristianismo y el judaísmo, nunca dejaron de tener presencia en todo el Oriente Medio.

En el fondo, y debido a su situación geográfica, esta región montañosa, ubicada entre el Mediterráneo y el valle del Jordán, ha sido desde épocas antiguas una tierra codiciada: se trata de una ruta comercial entre tres continentes, por lo que su dominio no solo ha sido una utopía religiosa, sino también una conquista geopolítica. Fue eso lo que obtuvieron los sultanes y después los turcos otomanos durante la ocupación de Tierra Santa a partir del siglo XI. Por lo mismo, los reinos de la Europa occidental organizaron por más de 200 años múltiples cruzadas para recuperar los lugares sagrados. Todos ansiaban volver a Jerusalén, como dice un salmo.

Niños palestinos observan la imagen del presidente Trump sometida a actos vandálicos en uno de los muros que rodean Belén. [Foto: AFP]
Niños palestinos observan la imagen del presidente Trump sometida a actos vandálicos en uno de los muros que rodean Belén. [Foto: AFP]

Y ahí regresaron otra vez los judíos, a fines del siglo XIX, con el sionismo. En la época contemporánea la pugna ya no fue entre reinos, sino entre naciones. Al término de la Primera Guerra Mundial, esta región pasó a ser dominada por el Reino Unido hasta que sucedió una nueva conflagración: se produjo la persecución nazi a los judíos, y el holocausto. Las Naciones Unidas decidieron aprobar en 1947 la famosa resolución 181 que recomendaba la partición de la sección occidental de Palestina en dos Estados, uno judío y otro palestino, mientras Belén y Jerusalén quedaban bajo jurisdicción internacional. El plan fue rechazado por la Liga Árabe, pero esto no impidió que, meses después, Israel proclamara su independencia en medio de un clima de crispación y guerra.

Otra vez la cuna de Jesús —como su vecina, la ciudad santa de Jerusalén— volvió a ser una tierra en conflicto, el espacio disputado por los seguidores de dos religiones monoteístas, el judaísmo y el islamismo, que, curiosamente, tienen más semejanzas que diferencias, pues descienden de una misma tradición. A ellos se unen los cristianos que también han vivido en este lugar por siglos. Del cruce de esos tres credos nace el legado maravilloso de Belén, pero también su tragedia.

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“Durante 13 siglos —entre el sétimo y el décimo noveno— hubo una convivencia pacífica entre la mayoría musulmana y los cristianos palestinos. Mi familia es una prueba de ello”, dice el internacionalista Farid Kahhat, quien desciende de antiguos cristianos de Beit Jala, uno de los pueblos vecinos de Belén.

Kahhat recuerda que visitó esta ciudad a inicios de 1967 —cuando era niño—, y pudo viajar sin restricciones ni problemas por la región. “Visité Belén y Jericó, y luego con mi familia fuimos en auto a la parte oriental de Jerusalén. No había controles. La presencia árabe era notoria y la religión no era un tema importante, como sucedió después, con el surgimiento de grupos radicales islamistas como Hamás”.

Sin embargo, la pradera ya estaba a punto de arder. Como se ha dicho, luego de la creación del Estado de Israel, en 1948, el mundo árabe se movilizó contra el nuevo país. El punto álgido sucedió entre el 5 y el 10 de junio de 1967, durante una guerra relámpago en la que Israel derrotó a una coalición de Jordania, Siria, Egipto e Iraq, y se anexó la parte oriental de Jerusalén. Entonces, los hijos de David comenzaron a imponerse en una región candente.

Un monje enciende velas en la iglesia de la Natividad, en Belén, ante la cercanía de la Navidad. [Foto: Reuters ]
Un monje enciende velas en la iglesia de la Natividad, en Belén, ante la cercanía de la Navidad. [Foto: Reuters ]

Después vinieron las acciones desplegadas por la Organización para la Liberación de Palestina de Arafat, y el radicalismo islámico de Hamás y sus ataques suicidas; y del otro lado, los cercos de seguridad judíos y la militarización extrema. También los fallidos acuerdos que han hecho del Medio Oriente una bomba de tiempo.

Por eso —cuenta Kahhat— cuando regresó el 2010 a Belén ya nada era igual. En 1995 la ciudad había sido cedida a la Autoridad Autónoma Palestina pero a cambio de un severo control militar israelí. “Hay muchas restricciones y la comunidad árabe-palestina se siente acosada. Antes, recorrer los nueve kilómetros que separan Belén de Jerusalén tomaba diez minutos. Ahora uno se puede demorar hasta dos horas por los controles israelíes”, cuenta el también profesor de la Universidad Católica.

En su opinión, en los últimos tiempos la ocupación israelí de Jerusalén y otras ciudades palestinas ha sido cada vez más arbitraria. “No solo se han construido asentamientos judíos en territorios que pertenecen a la jurisdicción de Belén y de otros pueblos como Beit Jala y Beit Sahour, que solían ser de mayoría cristiana; sino, además, se han confiscado tierras fértiles para la construcción de un muro que la Corte Internacional de Justicia —la misma que vio el referendo limítrofe entre Perú y Chile— declaró ilegal en el 2004”, agrega Kahhat.

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El embajador del Estado de Palestina en el Perú, Walid Muaqqat, es más explícito: “Israel debe devolver los territorios ocupados desde 1967, incluida la parte oriental de Jerusalén”, nos dice. “Las Naciones Unidas, no nosotros, llaman a Israel ‘fuerza ocupante’. Yo le quiero explicar algo más: los palestinos somos cristianos y musulmanes, y hoy un palestino menor de 50 años, cualquiera sea su religión, no puede ingresar a Jerusalén. Se lo impiden los controles israelíes y eso lo puede constatar quien visite la ciudad”, sentencia.

Según el diplomático, la situación de Belén, pese a estar bajo Gobierno palestino, es similar: “Está prácticamente sitiada por un muro; y muchas tierras y cultivos de olivos propiedad de palestinos han quedado afuera de la jurisdicción. Belén es hoy una aldea enjaulada, a la que solo se puede entrar y salir con aprobación del ejército israelí”.

Por lo mismo, el turismo —que ha sido desde siempre la principal fuente de divisas de esta ciudad — se encuentra restringido. Los tours a la basílica de la Natividad —el lugar donde según la tradición nació Jesús— son controlados desde Jerusalén por agentes turísticos judíos, y los visitantes ingresan y salen inmediatamente del lugar sin que se les permita detenerse a comprar artesanías o a comer en los restaurantes palestinos.

7 de julio de 2017. Un grupo de visitantes cristianos extranjeros rezan frente a un Icono de la Virgen María pintado en la controvertida barrera de separación  que divide Cisjordania de Jerusalén. [Foto: AFP]
7 de julio de 2017. Un grupo de visitantes cristianos extranjeros rezan frente a un Icono de la Virgen María pintado en la controvertida barrera de separación que divide Cisjordania de Jerusalén. [Foto: AFP]

De acuerdo a cifras oficiales en Belén viven alrededor de 200.000 palestinos, de los cuales el 38 % son cristianos, aunque solo el 6 % tiene permiso para viajar a Jerusalén. La tasa de desempleo en la ciudad supera el 20 % y el sueño de los jóvenes parece ser uno solo: huir del cerco para buscar un futuro mejor.

“Tuve la oportunidad de visitarla hace apenas unos años y la primera sensación que sentí fue de decepción por el mito hecho añicos. Pobreza, ocupación militar, muros de seguridad son el primer bosquejo del descuidado paisaje”, escribió recientemente el periodista Sergio Paz en el portal Generacción.

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Para Raphael Singer, embajador de Israel en el Perú, el deterioro de Belén —Bet Lehem para los judíos, cuyo significado es “Casa del Pan”— se ha producido desde que la ciudad pasó a manos del Gobierno palestino. “Hasta 1995, cuando Belén estaba bajo el control israelí, había en la ciudad un alcalde cristiano y una mayoría cristiana que ahora ha desaparecido”, cuenta. “Desafortunadamente —añade— desde que Bet Lehem está bajo control de la Autoridad Palestina, ha sufrido un proceso triste de islamización”.

Singer asegura que en Belén no hay asentamientos judíos —“están fuera de la ciudad”— y que el muro no afecta la localidad, pues los checkpoints son los que existen en cualquier lugar de frontera. “En Navidad incluso se dan mayores facilidades de ingreso”, agrega.
El embajador dice también que “esto es algo que no se dice ni se reconoce, pero Israel ha sido el primer país de la historia que ha entregado tierras a los palestinos, como lo hizo en Belén el 21 de diciembre de 1995. Eso no había sucedido nunca. Ni siquiera cuando estos territorios estaban ocupados por Jordania o Egipto”.

Sobre lo ocurrido en 1967 (lo que determinó la ocupación israelí de la parte oriental de Jerusalén), Singer asegura que esa acción fue un acto de defensa frente a la agresión de los países árabes que buscaban desaparecer el Estado judío: “Esto es importante, Jerusalén nunca estuvo bajo el dominio palestino, sino controlado por el Reino Hachemita de Jordania, que atacó a Israel ese año”.

A pesar del clima de tensión, las calles de Belén exhiben en estos días motivos navideños. [Foto: AFP]
A pesar del clima de tensión, las calles de Belén exhiben en estos días motivos navideños. [Foto: AFP]

“Yo he estudiado en Jerusalén y lo que se ve día a día es que es una ciudad abierta. Ahí viven 700 mil personas y un 30 % de ellas son árabes. Nosotros vamos a la ciudad vieja, hacemos compras ahí, comemos en restaurantes árabes. Un viernes por la tarde se ve a millares de musulmanes en la mezquita. Yo espero que la convivencia prevalezca”, dice Singer en tono conciliador.

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Resulta imposible entender hoy la situación de Belén sin el contexto de lo ocurrido en Jerusalén. Para los judíos esta es la capital del primer reino de David, donde se halla el Muro de las Lamentaciones sobre los escombros del segundo templo edificado por Herodes el Grande; para los cristianos esta es la ciudad en la que murió Jesús y en la que se encuentra la iglesia del Santo Sepulcro, y para los musulmanes aquí está la Cúpula de La Roca, el lugar desde el cual el profeta Mahoma ascendió al paraíso.

Aunque todos reclaman el territorio como suyo, existe, en opinión del profesor de relaciones internacionales de la Universidad del Pacífico, Roberto Heimovits, ciertos “derechos ancestrales” del pueblo judío que no han sido reconocidos hasta ahora por los palestinos.

“Si hacemos un poco de historia nos daremos cuenta de que el único Estado que ha tenido como capital Jerusalén en el Medio Oriente ha sido el judío. En general han existido tres Estados judíos: el del año 1000 a. C., en los tiempos del rey David, hasta 586 a. C., cuando la ciudad es tomada por los babilónicos y el primer templo destruido; el del año 516 a. C., que es destruido por los romanos en el 70 d. C., y el contemporáneo, después de 1948. Todos han tenido como centro Jerusalén”, afirma.

Heimovits refuerza su idea con un dato estadístico: “Jerusalén es mencionada 700 veces en el Antiguo Testamento y la Biblia judía; y en el Corán no es mencionada en ninguna ocasión”.

El interior de la iglesia d e la Natividad. Un sitio modesto de gran significado religioso. [ Foto: AFP]
El interior de la iglesia d e la Natividad. Un sitio modesto de gran significado religioso. [ Foto: AFP]

Esta discusión sobre Jerusalén ha cobrado relevancia en las últimas semanas luego dela decisión del presidente estadounidense Donald Trump de reconocer esta ciudad como capital de Israel. Hecho que ha sido criticado por la comunidad internacional, pero que para Heimovits no altera el statu quo: “Si uno escucha íntegramente el discurso de Trump —explica— se dará cuenta de que es bastante conciliador, y no impide que en el futuro la ciudad pueda ser dividida entre Israel y un eventual Estado palestino. Esta declaración no representa ningún cambio radical respecto a Jerusalén, que es la capital israelí desde 1949, pues ahí se encuentran los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Desde entonces, todos los embajadores van a Jerusalén a presentar sus credenciales”.

A su turno, el embajador israelí coincide con lo dicho por Heimovits y sobre lo que respecta a Trump aclara que es solo un acto simbólico: “Ha reconocido algo que ya había sido acordado por el Congreso de Estados Unidos hace 22 años”.

A juicio de Heimovits, lo que falta en Israel, en Palestina, en Belén, en Cisjordania es un reconocimiento del otro. “Esta situación no es inédita en las relaciones internacionales. Existen otros Estados que también se han enfrentado por el mismo territorio y han logrado la paz a partir de que han reconocido que el otro también puede tener razón: la India, por ejemplo, quedó para los hindúes, y Pakistán para los musulmanes; en Irlanda del Norte se consiguió satisfacer los anhelos de católicos y protestantes. El fondo del asunto es que los palestinos nunca han aceptado las aspiraciones del pueblo de Israel”.

Consultado sobre el caso específico de Belén y las denuncias sobre el cerco israelí y la política de control, responde: “Lo que sucede es que esto se estableció después de que organizaciones terroristas palestinas lanzaron una asonada contra Israel hace 15 años, las cuales dejaron más de mil civiles muertos”.

“¿Terrorismo? Los palestinos lo hemos comprobado solo después de la usurpación israelí”, se sorprende Walid Muaqqat, el embajador de Palestina en el Perú, cuando le preguntamos sobre el tema. “Ellos entraron a la región con violencia, con armas y aviones; ellos mataron a miles de civiles. El pueblo palestino solo se ha defendido de esa agresión”, agrega.

Así están las cosas en Tierra Santa. Este es el clima en el que se espera la Navidad.

Los manifestantes palestinos lanzan cartuchos de gases lacrimógenos contra las fuerzas de seguridad israelíes durante los enfrentamientos en la entrada principal de la ciudad ocupada de Cisjordania, en Belén, el 12 de diciembre de 2017. [Foto: AFP]
Los manifestantes palestinos lanzan cartuchos de gases lacrimógenos contra las fuerzas de seguridad israelíes durante los enfrentamientos en la entrada principal de la ciudad ocupada de Cisjordania, en Belén, el 12 de diciembre de 2017. [Foto: AFP]

¿Musulmanes contra judíos y cristianos?

El investigador Reza Aslan, en el libro Solo hay un dios, afirma que islamistas y judíos justifican el conflicto entre ellos a partir de las ancestrales diferencias entre Mahoma y la comunidad hebraica de Arabia. Esto, asegura, no es cierto. “El islam y el judaísmo en la Arabia del siglo VII actuaban en ‘la misma esfera de discurso religioso’, en el sentido que ambas religiones compartían los mismos personajes, historias, anécdotas; ambas analizaban las mismas cuestiones fundamentales desde perspectivas análogas, y ambas poseían unos valores éticos y morales casi idénticos”. Aslan dice que el conflicto de fondo tenía que ver más con “alianzas políticas y lazos económicos” que con un debate teológico. Mahoma creía que el Corán, como escritura sagrada, no era un mensaje nuevo, sino que confirmaba la verdad de las revelaciones anteriores (es decir las del Torá y la Biblia). Según Aslan la calificación de “infieles” a cristianos y judíos se debieron a reinterpretaciones muy posteriores. Por eso —asegura— que es una tragedia que las diferencias nimias entre los tres credos de Abraham hayan creado barreras ideológicas tan insalvables y conflictivas.

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