Escena de Santa "Claus conquista a los marcianos" (1964), un ícono kitsch del cine estadounidense. [Foto: Embassy Pictures]
Escena de Santa "Claus conquista a los marcianos" (1964), un ícono kitsch del cine estadounidense. [Foto: Embassy Pictures]
Claudio Cordero



Puede ser que haya dos clases de personas: aquellos que disfrutan la Navidad y los que no. Es posible reconocerlos, por ejemplo, por sus gustos cinéfilos.

Los del primer grupo revisitarán, con lágrimas en los ojos, Qué bello es vivir (Frank Capra, 1946) y todas las versiones posibles del “Cuento de Navidad”, de Dickens. Los otros —apodados entre amigos y familiares como Grinch— preferirán deleitarse con Plácido (Luis García Berlanga, 1961) o Gremlins (Joe Dante, 1984), sátiras malévolas del llamado “espíritu navideño”.

Las películas de Navidad son un género en sí mismo que recoge todo tipo de relatos. De hecho, lo único que tienen en común Duro de matar (John McTiernan, 1988), El día de la bestia (Alex de la Iglesia, 1995), Martes, después de Navidad (Radu Muntean, 2010) y Tangerine (Sean Baker, 2015) es el contexto navideño que les otorga su significado completo. Dentro de este género hay un personaje adorado por los niños: Santa Claus —o Papá Noel— es la figura icónica de estas fechas y, como no podía ser de otra manera, ha sido invocado en muchas películas navideñas.

Una de las más antiguas y revolucionarias fue Santa Claus (1898), del pionero George Albert Smith, notable por su uso primitivo del montaje paralelo. En realidad, son muy contadas aquellas que han servido para venerar al viejo de los regalos: está por supuesto Milagro en la Calle 34 (George Seaton, 1947), un clásico en toda regla; y Santa Claus: la película (Jeannot Szwarc, 1985), pieza de culto, al menos entre los que crecieron con ella y recuerdan a Dudley Moore en el rol de duendecillo.

En este siglo debemos trasladarnos hasta Finlandia para hallar una cinta que se atreva a tomar en serio a Papá Noel: La leyenda de Santa Claus (Juha Wuolijoki, 2007) es un logrado intento por humanizar al personaje y eliminar cualquier rasgo caricaturesco. Pero son excepciones. La mayoría de veces que aparece en la pantalla es inevitable darse cuenta de que los niños que en algún momento se desengañaron de su existencia crecieron y ahora hacen películas como Bad Santa (Terry Zwigoff, 2003), quizá porque solo pueden creer en un Papá Noel con hábitos de bribón. El trato que el cine le ha dado es similar al que recibe en El extraño mundo de Jack (Henry Selick, 1993), donde es secuestrado y maltratado por unos niños traviesos. Dentro de la historia de las blasfemias, una de las más pintorescas.

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Ciertamente la desacralización de Papá Noel no empezó con el cine: llevaba décadas en marcha en nombre de la cultura del consumo. Aun así, la Iglesia católica no tenía ni idea de lo que se venía, y en 1952 aún condenaba canciones tan ingenuas como “Vi a mamá besar a Santa Claus”.

Mientras tanto en Hollywood, la decadencia del sistema de estudios animaba la aparición de productos de serie B sin ningún control de calidad. ¿Cómo no apropiarse de un personaje tan comercial y libre de derechos de autor? Curiosamente fueron los mexicanos quienes ofrecieron el primer Papá Noel a todo color: Santa Claus (René Cardona, 1959). Un amante de excentricidades como Quentin Tarantino ha declarado su sincero afecto hacia esta película llena de buenas intenciones pero que, desde nuestros ojos posmodernos, parece hecha bajos los efectos de alguna droga sintética.

Algo parecido se puede decir de Santa Claus conquista a los marcianos (Nicholas Webster, 1964), delirio kitsch que, a pesar de su premisa ridícula —implícita en el título—, tiene más corazón que varias producciones millonarias. La contracultura haría de estas cintas objetos de fetiche, pero también aportaría creaciones propias, aunque el cambio de tono sería evidente.

El arribo de Papá Noel al cine de terror y más específicamente al slasher se concreta en 1984 con Silent Night, Deadly Night, una de las películas más polémicas de todos los tiempos, a tal punto de ser censurada en varios países. En EE. UU. tuvo que ser retirada de los cines bajo presión de grupos conservadores, creyentes capaces de llegar a la violencia con tal de impedir que sus hijos se traumen con un asesino de ficción disfrazado de un personaje de ficción que mata a gente de ficción.

2010. Fotograma de "Rare Exports",  película finlandesa de suspenso, terror y fantasía oscura, basada en el cortometraje de 2003 Rare Exports Inc.
2010. Fotograma de "Rare Exports", película finlandesa de suspenso, terror y fantasía oscura, basada en el cortometraje de 2003 Rare Exports Inc.

En los Países Bajos se intentó algo parecido con Sint (Dick Maas, 2010), fantasía macabra alrededor de un san Nicolás que regresa del más allá para saldar cuentas con los niños que se portaron mal a lo largo de todo el año. Otro cuento retorcido de humor negro es la finlandesa Rare Exports (Jalmari Helander, 2010), en la que Papá Noel es el cabecilla de una organización criminal. Y ya que hablamos de cine europeo, hay que hacer una mención especial a los franceses, especialistas en aniquilar el candor de Papá Noel por todos los frentes, desde el policial (El asesinato de Papá Noel, de Christian-Jaque, 1941), la comedia disparatada (Papá Noel es un desastre, de Jean-Marie Poiré, 1982) y el terror (Las fantasías del pequeño Rambo, de René Manzor, 1989). La nouvelle vague no fue ajena a esta fiebre, tal como lo demuestra Papá Noel tiene los ojos azules (Jean Eustache, 1966), donde Jean-Pierre Leaud, el eterno Antoine Doinel, interpreta a un joven necesitado de dinero que consigue empleo como doble de Santa, y descubre así una eficaz estrategia para seducir chicas. Por una vez, la risotada de Papá Noel era justificada.

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