Mío y de nadie más
Mío y de nadie más
Julio Meza Díaz

“Todo hombre debe ser capaz de todas las ideas y entiendo que en el porvenir lo será”, escribió Jorge Luis Borges en “Pierre Menard, autor del Quijote”, y pareciera estar confrontando a María Kodama, su viuda y heredera, quien en las últimas semanas ha encabezado las páginas culturales por el juicio que lleva contra Pablo Katchadjian, autor argentino que reescribió, siguiendo una línea experimental, el acaso más famoso cuento de Borges: “El Aleph”. Katchadjian le añadió 5.600 palabras a las 4.000 del texto borgiano y tituló su obra"El Aleph engordado" Editó solo 200 ejemplares, la mayoría de los cuales obsequió. Ahora es procesado por el delito de defraudación de los derechos de propiedad intelectual. El juez del caso ordenó un embargo sobre sus bienes y podría ser sancionado con la privación de su libertad.
     Preguntada por sus motivaciones, Kodama señaló que no iba a permitir “un plagio irreverente”. Para lograr su propósito echó mano de normas insospechadas, las que parecen haber sido obtenidas gracias a una máquina del tiempo. Matías Raia, miembro de la fundación argentina Vía Libre, explica que Kodama ha basado su juicio contra Katchadjian en una ley de 1933, la que hace referencia a concepciones de los derechos de autor del siglo XIX. En aquel entonces no se preveía que, con las vanguardias de entreguerras por ejemplo, las reelaboraciones e intervenciones sobre una obra dejarían de ser consideradas meras copias o deformaciones y pasarían a ser entendidas como obras nuevas.
     En el 2011 el español Agustín Fernández Mallo vivió una circunstancia del mismo cariz. Jugando con las posibilidades de la intertextualidad publicó"El hacedor (de Borges). Remake".La reacción de Kodama fue inmediata, aunque luego aclaró que ella no había leído el libro sino que sus abogados le habían informado al respecto. La editorial de Fernández Mallo, Alfaguara, prefirió evitar cualquier problema legal y retiró la publicación del mercado. Kodama declaró que el libro no era un homenaje sino una falta de respeto.

La procesalista
Fernández Mallo y Katchadjian no han sido los únicos conminados. La viuda de Borges parece tener una pujante vocación jurídica. Si no fuera por la mención a sus abogados, cualquiera la imaginaría atravesando los pasadizos del Palacio de Tribunales en Buenos Aires, llevando bajo el brazo abultados expedientes. En la jerga del oficio, ella sería una procesalista (en todo caso lo es en potencia). La motivación de sus afanes siempre es la misma: resguardar los derechos sobre los textos de su extinta pareja. Bajo esa bandera ha sumado un número grueso de juicios, a varios de los cuales dio inicio. Por ejemplo, como detalló Ana Prieto en una edición del 2012 de la revista Orsai, litigó contra Norman Thomas di Giovanni, traductor al inglés de Borges, a quien logró prohibirle la difusión de sus trabajos por Internet; intentó hacer lo mismo, aunque sin éxito, con el periodista y ensayista Osvaldo Ferrari, quien publicó sus diálogos con Borges; demandó por delitos contra el honor al periodista Juan Gasparini por investigar sobre las últimas decisiones de Borges (su viaje a Suiza y los cambios en su testamento) y tampoco tuvo éxito; e incluso procuró llevar ante la justicia a la ensayista Beatriz Sarlo, debido a que esta sostuviera que no se puede hacer un estudio serio sobre la obra de Borges mientras Kodama estuviera viva. 
     Esta lista probablemente habría estado integrada también por Adolfo Bioy Casares, a causa de Borges, el tomo de más de 1.500 páginas en donde Bioy recoge sus diálogos con su más cercano amigo. Debido a esta publicación Kodama no dudó en calificar a Bioy de traidor. Al parecer este habría previsto semejante respuesta y optó por la precaución: hizo que su libro se publicara después de muerto. 
     Otro juicio de Kodama tuvo como contraparte a Epifanía Uveda de Robledo, quien fuera el ama de llaves de Borges y su madre por más de 30 años. En su primer testamento Borges legaba a Uveda la mitad de su dinero en efectivo y el depositado en bancos. En el segundo y último solo le dejó un reducido monto. Uveda sostuvo entonces que Kodama había influido sobre la voluntad de Borges para que realizara este cambio. Kodama negó la acusación. Contó que la modificación se debía a que Uveda en una oportunidad se negó a llevarle el pasaporte a Borges al aeropuerto. Fue por esa “falta de respeto”.

Las leyes de Kodama
Quizá si se hacen las sumas y restas correspondientes se descubra que Kodama pierde más pleitos que los que gana. Si fuera así, está haciendo un mal negocio para ella y uno muy bueno a favor de sus abogados. Eso sí, más allá del análisis costo-beneficio, las circunstancias detalladas empujan a reflexionar sobre el marco jurídico que ampara su accionar, el mismo que tal vez sancione con la cárcel a Pablo Katchadjian y que fue utilizado para ejercer la presión necesaria con el fin de que el libro de Fernández Mallo fuera retirado de librerías. 
     María Kodama emplea la ley para cercar su propiedad sobre las obras de Borges, olvidando que, en un sentido último, toda creación es un acto colectivo; la emplea también para disciplinar y castigar a aquellos que, según su mirada, osaron actuar con irreverencia e irrespeto. Kodama puede todo aquello porque la ley se lo permite. Ella es entonces la figura que conocemos debido a un entramado normativo sobre derechos de autor que no se condice con las concepciones y prácticas actuales, y debido finalmente a que el derecho es una herramienta para el ejercicio del poder.

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