Kara Sevda ("Amor eterno") se convirtió en  la primera telenovela turca en ganar el premio Emmy.
Kara Sevda ("Amor eterno") se convirtió en la primera telenovela turca en ganar el premio Emmy.
Víctor Falcón Castro



En Estambul convergen Oriente y Occidente. Europa y Asia. Pasado y futuro. Es un lugar vibrante cuya agitación apenas puede ser contenida por la prosa de Orhan Pamuk, Nobel de Literatura del 2006.

La obra de Pamuk puso a Turquía, como tema, en el centro de la cultura mundial, algo inusual. Pero posteriormente sus telenovelas y series convirtieron al país en un centro desde el que se cuentan relatos hacia todo el mundo.

                      —El país de las mil y una historias—
“Perdonen la demora. Hemos atendido a la prensa durante todo el día”, sonríe Fatma Sapci, gerenta de Ventas y Formatos de Ay Yapim, empresa líder en el mercado y responsable de éxitos globales como ¿Qué culpa tiene Fatmagül? y Amor prohibido. Dos días antes, Ay Yapim —y Turquía— habían ganado su primer Emmy en telenovela por Amor eterno (el amor, por supuesto, es un tópico recurrente), producción estrenada en 60 países y cuyo premio confirma una verdad innegable: esta nación, con décadas produciendo ficción, estaba destinada al éxito.

Arzu Öztürkmen, profesora del Departamento de Historia de la Universidad Boğaziçi, ha hecho un estudio minucioso de la televisión de ficción turca. Durante una entrevista en el campus, explica que la industria televisiva estuvo poco desarrollada durante las décadas de los sesenta y setenta. Tuvieron hitos como Kaynanalar, historia de 22 temporadas que presentaba cuadros costumbristas entre la tradición y la modernidad, cuyos equivalentes peruanos serían Los de arriba y los de abajo o Al fondo hay sitio. Sin embargo, estas historias no fueron competitivas internacionalmente hasta la década de los noventa, con la privatización de la economía del país. A partir de ese momento, la publicidad ingresó a la televisión e introdujo el capital necesario para incrementar la cantidad y calidad de las producciones. Los profesionales se especializaron. El ciclo exportador nació y progresó de modo sostenido.

Antes del boom del 2014 en Latinoamérica, Turquía comercializaba sus producciones a 50 países, principalmente orientales. Hoy venden a 142 naciones, lo que lo convierte en el segundo exportador mundial de televisión, por debajo de Estados Unidos. Forbes Turkey ha contabilizado 85 compañías productoras, las cuales realizan una inversión mínima de 200 mil dólares por episodio. Con la mundialización de su industria, los recursos y esfuerzos han aumentado para continuar mejorando: “Hacemos solo un proyecto a la vez. No nos apuramos. Nos tomamos el tiempo necesario para hacer buenos productos”, explica Sapci.

El éxito de "¿Qué culpa tiene Fatmagül?" motivó a los canales peruanos a transmitir más telenovelas turcas, que pronto ocuparon el horario estelar.
El éxito de "¿Qué culpa tiene Fatmagül?" motivó a los canales peruanos a transmitir más telenovelas turcas, que pronto ocuparon el horario estelar.

En este camino al éxito global, la presencia de Kerem Çatay , director general de Ay Yapim, ha sido fundamental. Çatay es conocido en el negocio como un hombre meticuloso e involucrado en todos los procesos artísticos de las historias. Lee cada guion. Sostiene reuniones con cada equipo creativo. Evalúa el impacto en redes sociales y prensa. Revisa cada tráiler. Nada queda sin ser aprobado por él.

Descrito como una persona perfeccionista y minuciosa, ha incorporado en esta labor a la productora Pelin Distas. La decisión de trabajar con una mujer es especialmente significativa. No solo por el liderazgo y talento de Distas, respetados en el medio, sino porque estas acciones cobran especial relevancia en un año en el que se descubrieron abusos sexuales en la industria audiovisual de Estados Unidos e irrumpió el movimiento #YoTambién.

                                —La alquimia turca—
¿Por qué este país ha logrado semejante éxito? ¿En qué consiste la fórmula ganadora? ¿Es un modo revolucionario de hacer televisión? La respuesta es más compleja de lo que parece.

Las ficciones turcas ingresaron a Latinoamérica por la puerta trasera y absoluto perfil bajo. El continente se encontraba en medio de la moda de las narconovelas, además de historias con personajes emocionalmente dañados. Ello terminó distanciando al televidente común y corriente, quien dejó de emocionarse con dichas narrativas y las abandonó. Latinoamérica había renegado del melodrama que narró por décadas. En este contexto se estrenaron Las mil y una noches y ¿Qué culpa tiene Fatmagül?, las producciones más distintivas del fenómeno. Presentadas sin mayor expectativa, escalaron rápidamente en los rankings de programas más vistos en diferentes países, relegando a las ficciones locales a un segundo plano y evidenciando una crisis generalizada en el continente.

Con la posterior entrada de más historias hechas en Turquía, se estableció una tendencia común en ellas. Suelen presentar conflictos tradicionales de héroes y heroínas, amores imposibles, mujeres que se esfuerzan por alzar su voz y un enfoque conservador de las relaciones humanas. Ello sin contar que tienen realización esmerada, bandas sonoras inéditas y atractivos escenarios naturales que produjeron una explosión turística de latinoamericanos que visitan el país para conocer los lugares en los que fueron grabadas dichas producciones.

Amistad y venganza son los principales temas de "Stiletto vendetta", último fenómeno de la televisión turca.
Amistad y venganza son los principales temas de "Stiletto vendetta", último fenómeno de la televisión turca.

La simplicidad de los relatos no es necesariamente un defecto, ya que pueden hablar de problemas sociales. En la historia de Fatmagül se aborda la violencia sexual y la búsqueda de justicia de una mujer que se encuentra sola en su lucha. Öztürkmen explica que este drama contó con el valor agregado de mostrar personajes con una comunicación no verbal (a través de miradas, gestos faciales y pequeñas acciones en escena) que profundizó los niveles de lectura de la historia. El silencio tuvo igual importancia narrativa que la palabra, situación que difiere de telenovelas latinoamericanas en las que los personajes suelen decirse (o gritarse) todo.

               —La ficción latinoamericana, víctima—
Que Turquía se haya convertido en un gran proveedor televisivo ha escrito un episodio difícil en la industria latinoamericana. Y, paradójicamente, las potencias más grandes han sido las más afectadas.

México, con Televisa a la cabeza, ha perdido el liderazgo del producto sobre el que levantó su imperio: la telenovela. El prestigioso crítico mexicano Álvaro Cueva es severo en su diagnóstico: “Las telenovelas turcas son hoy como eran las mexicanas de antes. ¿Cómo? Productos ciento por ciento familiares que cuentan historias de amor muy básicas, pero llenas de enseñanzas morales y de valores”. Es sabido que la industria del país se encuentra en crisis desde hace varios años, y Cueva reconoce el impacto extranjero: “¿A dónde se fueron aquellos romances legendarios que hicieron famoso a México en los cinco continentes, como Los ricos también lloran, Tú o nadie, Carrusel, Corazón salvaje y Marimar? ¿Sabe a dónde? A países como Turquía”.

Argentina, nación que sobresalió durante décadas por su creatividad y transgresiones memorables, tiene ahora en sus pantallas más telenovelas extranjeras que nacionales. Historias como Muñeca brava, Chiquititas y Los Roldán han sido desplazadas por ficciones turcas. Según la investigadora argentina Nora Mazziotti, la telenovela latinoamericana “estaba dirigiéndose hacia las narconovelas, un género muy violento en donde la historia de amor no está o se subordina a las traiciones, las venganzas y los asesinatos. Las narconovelas se pusieron de moda y se convirtieron en un boomerang”.

Por su parte, si bien Brasil no ha sufrido una erosión en su industria, ha incubado otro fenómeno: la telenovela bíblica. Con un enfoque aleccionador y religioso para los televidentes, tiene a Moisés y los diez mandamientos como máximo exponente. El alargamiento de la historia de Moisés contrasta con el apresurado final de Babilonia, proyecto con el que la hegemónica cadena Globo celebraba sus 50 años de fundación y criticado desde su primer capítulo por la “cuestionable moral” de sus personajes.

"Kara Sevda" narra la historia de amor imposible entre Kemal  Nihan, quienes pertenecen a clases  sociales distintas.
"Kara Sevda" narra la historia de amor imposible entre Kemal Nihan, quienes pertenecen a clases sociales distintas.

En una industria pequeña como la del Perú, el impacto ha sido notorio. Solo América Televisión hace ficciones. El resto ha programado telenovelas extranjeras. Las historias turcas ocupan los lugares más competitivos del horario estelar, con mejores resultados que los obtenidos por sus antecesoras peruanas.

En Uruguay suelen transmitirse en el prime time. Según el diario local El País, han generado un éxito inusitado en el público masculino, el cual conforma hasta el 74 % de la audiencia.

Chile es donde empezaron a emitirse estas producciones, y suele ser considerado “termómetro” para saber su futuro desempeño en Latinoamérica. Sapci señala que, si una historia obtiene buenos resultados en Chile, tendrá posibilidad de replicarlos en el resto del continente. Aquí, como en otros países sudamericanos, los niños están siendo bautizados con nombres de personajes turcos. “Elif”, “Onur” y “Kerim” son preferidos por encima de los clásicos “Alberto” o “Verónica”. Gastón Salamanca, doctor en Lingüística de la Universidad de Concepción, expone que —obviamente— esta tendencia se asocia al triunfo de dichas producciones. Por ello, un padre elige un nombre turco: para que su hijo replique el éxito de estos relatos.

                              —Hacia el año 2023—
“La industria crece más rápido de lo que puede estudiarse”, sonríe Öztürkmen. Turquía produce cada vez más contenidos, con calidad creciente. Los especialistas predicen la multiplicación de sus exportaciones para el 2023. Señalan que todavía quedan territorios en los cuales establecerse: los países nórdicos, la India y China.

La ficción turca ha pasado de ser un fenómeno efímero a convertirse en el paradigma de cómo hacer televisión. La prensa de negocios suele hacer la analogía del país como tierra de guerreros legendarios, cuyos descendientes ahora están conquistando el mundo a través de la pantalla inmaterial de la televisión. Y, con la seriedad y orden que tienen, redactarán un final feliz en su historia.

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