María Rostworowski: una vida dedicada al Perú [FOTOS] - 2
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María Rostworowski

De manera casi unánime, los discursos y artículos periodísticos con ocasión del aniversario de la fundación de Lima coinciden en resaltar la participación española en dicho suceso, a la vez que silencian el aspecto andino de aquel episodio fundamental de la colonización del antiguo territorio inca. Como suele ocurrir en las versiones más difundidas de nuestra historia colonial, la exagerada relevancia concedida a los protagonistas hispanos oculta la riqueza e importancia de la historia andina. En el caso que aquí nos ocupamos se olvida que Francisco Pizarro eligió, por diversas razones, las tierras del antiguo curacazgo de Lima como el terreno más indicado para albergar a la capital de su gobernación. Vale la pena, entonces, repetir una verdad evidente: si la vida en los feraces valles del Rímac no se iniciaba con la fundación de la Ciudad de los Reyes, por qué, entonces, esa postergación de lo andino en una circunstancia tan trascendental como la designación del lugar para fundación de la capital del Perú.

Tanto el curacazgo, como el río que atraviesa sus tierras y fecunda sus campos, se llamaba Lima o Limac. El quechua de la costa central, más suave que el del Cusco, no usaba la “r” sino la “l”. De ahí que las toponimias de los Llanos centrales se pronunciaban de distinta manera según la procedencia del hablante: serrano o yunga.

Lima era un pequeño curacazgo supeditado al señorío de Ychma, que comprendía los valles bajos de las cuencas de los ríos Rímac y Lurín. Su sede principal era el centro ceremonial llamado Pachacámac por los conquistadores incas en honor del dios del mismo nombre, cuyo culto irradiaba sobre toda la región central del Tahuantinsuyo y alcanzaba también lugares lejanos del ámbito andino [...].

Al tiempo de la llegada de los españoles a estas tierras, era curaca de Lima el viejo Taulichusco, personaje que no pertenecía al linaje de los antiguos jefes de la región, a quienes los conquistadores cusqueños reemplazaron por personas adictas. Taulichusco (señor Cuatro Lupino) era yana o criado de Mama Vilo, mujer de Huayna Cápac. La otra mitad del mismo señorío pertenecía a Caxapaxa, criado de Huayna Cápac, quien residía al lado del inca en Cusco. Cabe explicar aquí que, según la constante dualidad andina, el curacazgo de Lima se dividía en los bandos de Anan y Lurín, cada uno de ellos con su respectivo curaca.

Francisco Pizarro tomó para sí, entre numerosas encomiendas, el curacazgo de Lima, para asegurarse una abundante fuerza de trabajo. Naturalmente que, al fundarse los Reyes, los indígenas fueron desposeídos de sus casas, santuarios y tierras, y enviados, en esos primeros tiempos, a unas casas que Taulichusco y su gente poseían en la cercanía de lo que es hoy la parroquia de San Sebastián, vecinas a ciertas tierras que solían trabajar.

Los gastos hechos en mantener a los fundadores hispanos y en la construcción de la nueva ciudad recayeron naturalmente sobre los indígenas. Esta pesada carga afectó severamente a los pobladores nativos de Lima, cuyo número no tardó en disminuir de manera alarmante. Según los datos de archivos españoles, el señorío de Lima contaba en 1535 con unos 4.000 tributarios, hombres en edad de trabajar. En 1544, menos de nueve años después, quedaban 1.200 hombres y solamente 250 en 1557.

La reacción indígena a la conquista española fue la sublevación de Manco II, ante la cual Lima hubiera sucumbido, de no haber sido por el oportuno envío de un ejército integrado por los súbditos de la curaca de Huaylas, Cóndor Tocas, quien había sido mujer de Huayna Cápac y madre de doña Inés Huaylas Yupanqui, concubina de Francisco Pizarro. Durante la conquista y en el alzamiento indígena posterior, los españoles fueron ayudados con tropas, cargadores, víveres y pertrechos proporcionados por los numerosos curacas que se plegaron a los hispanos creyendo, ingenuamente, que así se sacudirían del yugo cusqueño [...]. La documentación sobre estos hechos es abundante en los archivos españoles y peruanos. La resistencia yunga, es decir costeña, contra los españoles se hizo sentir tardíamente y no sabemos por qué no se unió a la de los cusqueños. En los libros de Cabildos correspondientes a 1539 se mencionan las rebeliones de los curacas de los Llanos de Nazca, Ica, Chincha, Pisco y Guarco. Los señores indígenas fueron apresados y se luchó intensamente en la fortaleza de Guarco, actual Cerro Azul.

Huaca Mateo Salado, ubicada en Pueblo Libre, habría funcionado como residencia inca y templo de pescadores.
Huaca Mateo Salado, ubicada en Pueblo Libre, habría funcionado como residencia inca y templo de pescadores.

Volviendo a los sucesos en Lima, Taulichusco murió antes del asesinato de Pizarro en 1541. La sucesión se realizó sin mayores problemas, pues el nuevo jefe, Guachianiamo, había colaborado durante el gobierno de su padre como corregente. Guachianiamo tomó el nombre cristiano de Francisco y, según testigos oculares, era gran señor y llevaba consigo numeroso séquito y servicio. Su gobierno tuvo corta duración, pues solo sobrevivió a su padre unos cuantos años. La herencia se hizo de acuerdo a la costumbre andina, es decir se eligió al “más hábil” entre los hermanos del difunto curaca [...]. Fue así que se nombró para el cargo a un hijo de Taulichusco, llamado Gonzalo, de quien sabemos defendió desesperadamente los derechos y las tierras propias de su pueblo. Sus probanzas y litigios son los mejores expedientes que por ahora tenemos sobre el señorío de Lima. Creía Gonzalo en la justicia humana y que sus peticiones y autos serían oídos por el lejano rey de España. Pensaba también que obtendría alguna compensación por tantas tierras entregadas y usurpadas, y por los múltiples servicios prestados a la corona.

Con el correr de los años y el aumento de la población europea fue dejándose sentir en los Reyes la falta de terrenos para construir casas y huertas. Por tal razón, en tiempos del marqués de Cañete se decidió mudar nuevamente a los naturales de Lima a un lugar más alejado, para así aprovechar sus tierras. Se optó por crear el pueblo y reducción indígena de Santa María Magdalena, al que fueron a vivir no solo los naturales de Lima, sino también los de Maranga, Guatca, Amancaes y Guala.

La triste situación de los indígenas se trasluce en las peticiones del curaca don Gonzalo. No obstante haber sido despojado de sus bienes y de contribuir con su fuerza de trabajo al servicio de los españoles, soportaban un pesado tributo que se hacía más cuantioso por la baja demográfica. En un manuscrito del Archivo General de Indias, don Gonzalo solicitaba que por lo menos se le perdonase a él y a su gente el pago del tributo y deseaba también no ser encomendado en persona alguna, sino permanecer bajo la autoridad de la corona. Sus súplicas no tuvieron respuesta y siguieron los indígenas sufriendo la pesada carga del tributo.

Después de tantas injusticias, es tiempo de que la comuna de Lima ofrezca una tardía reivindicación a don Gonzalo y, en su persona, a sus antiguos pobladores.

Falleció María Rostworowski, destacada historiadora peruana - 1
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