(Foto: Hugo Pérez)
(Foto: Hugo Pérez)
Francisco Melgar Wong

Scott Soames es el mayor historiador de la filosofía analítica y uno de los más importantes filósofos del lenguaje de la actualidad. A finales de mayo, llegó a nuestra ciudad para dictar un seminario de ocho sesiones sobre empirismo lógico en la PUCP, y conversó con este suplemento.

Si tuviésemos que encontrar un vínculo entre la filosofía tal como apareció en Grecia hace más de 2.500 años y la que se practica hoy, principalmente en las universidades, ¿cuál sería este hilo común?
La filosofía explora preguntas lo suficientemente comprensibles como para decir algo interesante e importante sobre ellas, pero no lo suficientemente comprendidas como para resolverlas mediante evidencia empírica o análisis conceptuales. La filosofía siempre ha trabajado en esta frontera entre el conocimiento y la ignorancia. Busca reconceptualizar preguntas, desarrollar nuevos conceptos y probar nuevas aproximaciones para que estas preguntas puedan ser investigadas de un modo no filosófico en las ciencias emergentes. Así se hizo en la Academia de Platón; hasta cierto punto en la Edad Media; en el Renacimiento y en el periodo moderno temprano; también a finales del siglo XIX; y, en gran medida, en el XX. Todavía lo seguimos haciendo. La filosofía es una empresa que continúa generando enormes contribuciones y no dudo de que seguirá haciéndolas en el futuro.


Usted es el principal historiador de la llamada tradición analítica. ¿Qué distingue a esta de otras corrientes filosóficas?

La tradición analítica empezó con nuevos intereses en temas que no habían sido estudiados con profundidad. El desarrollo de la lógica con Frege fue un paso gigante. Y se dio porque Frege no solo era filósofo, sino también matemático. Quería saber cuál era la fuente del conocimiento matemático, cómo en matemáticas llegamos a certezas que exceden las que tenemos en nuestras investigaciones empíricas; y quería saber, además, qué son los objetos matemáticos, en particular, los números naturales. Entonces, estaba interesado en una suerte de epistemología: en el conocimiento y la certeza. Y también en una especie de metafísica: en qué son las entidades matemáticas. La epistemología y la metafísica habían sido parte de la filosofía por mucho tiempo, por supuesto, pero no habían sido enfocadas desde la lógica y las matemáticas. Frege las puso bajo este nuevo lente y trató de resolver las preguntas tradicionales ubicándolas en un nuevo territorio.

Este proyecto fue asumido luego por Russell.
Russell continuó el trabajo de Frege y lo aplicó a los lenguajes naturales usando su teoría de las descripciones. En 1918, con La filosofía del atomismo lógico, aplicó su metodología lógica y lingüística a la epistemología y a la metafísica, en las que los filósofos habían estado interesados tradicionalmente. Esto cambió con Wittgenstein y con el empirismo lógico, ya que con ellos el interés en usar herramientas lógicas y lingüísticas para resolver problemas tradicionales de la filosofía se convirtió en un interés por la lógica y por el lenguaje en sí mismos. De pronto la tarea se volvió entender el alcance y los límites del pensamiento y explicar cómo la mente y el lenguaje pueden representar el mundo. Estos filósofos pensaban que la metafísica y la ética excedían los límites de lo inteligible y por eso merecían ser desterradas. Pero este fue solo un momento de la tradición analítica y no debemos reducirla a él. Luego, en los setenta, Saul Kripke, John Rawls, Robert Nozick y Paul Grice volvieron a teorizar sobre el mundo y sobre las personas, y mostraron que la filosofía analítica no estaba limitada a asuntos lógicos y lingüísticos. Como resultado, hoy en día la filosofía analítica se ha ampliado hasta incluir todas las áreas del pensamiento. El lenguaje, la mente, la ética, la política, la religión, la economía, las ciencias cognitivas y la física son ahora objetos de nuestra investigación filosófica.

Bertrand Russell (1872-1970), considerado uno de los padres de la filosofía analítica, fue también un brillante escritor, ganador del Premio Nobel  de Literatura en 1950.
 (Foto: Wikimedia Commons)
Bertrand Russell (1872-1970), considerado uno de los padres de la filosofía analítica, fue también un brillante escritor, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1950. (Foto: Wikimedia Commons)


Uno de sus principales intereses ha sido la filosofía del lenguaje. ¿Cuáles fueron los principales logros de la filosofía analítica en este campo y cuáles son las metas que debe plantearse hacia el futuro?

Gracias al desarrollo de la lógica con Frege, a la semántica de mundos posibles y al surgimiento de la pragmática, hoy tenemos una ciencia de la semántica que se practica en los departamentos de lingüística de las universidades. Pero todavía hay muchas deficiencias y cabos sueltos que deben remediarse. Uno de ellos sigue siendo: ¿qué es una proposición?, es decir, ¿qué es una unidad informativa? Dado que el marco teórico que se adoptó para estas investigaciones surgió del estudio de la lógica y de las matemáticas, hasta el momento solo se ha enfatizado un aspecto del significado: las condiciones que el mundo debe satisfacer para que una oración sea verdadera. Pero todavía no se han enfatizado lo suficiente las condiciones que la mente debe cumplir para que podamos usar una oración de un modo significativo. Para ello debemos buscar una nueva concepción de las proposiciones que complemente lo que se ha hecho hasta el momento. También necesitamos saber cómo el contexto de proferencia se combina con el significado lingüístico para generar la fuerza ilocutoria de una oración. Pero la explicación actual está demasiado enmarcada en el paradigma de la lógica como para poder hacer el trabajo que se requiere.

Lo que necesitamos es una explicación apropiada del significado de una oración. Y este es el siguiente: se trata de la mínima cantidad de información que debe ser adquirida por un agente independientemente de cualquier estrategia comunicativa y que, al combinarse con esta estrategia, permite obtener los resultados que todos reconocemos. ¿Tenemos intuiciones de lo que es el significado de una oración? No. El significado de una oración es una construcción teórica. ¿Tenemos intuiciones de lo que alguien nos dice? Sí. Entonces ahí es donde debemos buscar las respuestas a estas preguntas. Necesitamos nociones del significado que restrinjan lo que la proferencia de una oración puede hacer. Y esto debe estar combinado con nuestro estudio de las estrategias comunicativas. Para ello, debemos desarrollar un modelo de comunicación entre agentes racionales que entienden un mismo idioma.

Friedrich Gottlob Frege (1848-1925) fue el padre de la lógica matemática y la filosofía analítica, conocido como el mayor lógico desde Aristóteles. (Imagen: Wikimedia Commons)
Friedrich Gottlob Frege (1848-1925) fue el padre de la lógica matemática y la filosofía analítica, conocido como el mayor lógico desde Aristóteles. (Imagen: Wikimedia Commons)


Pero este modelo no podría reducirse a una teoría lingüística, ¿no es cierto? sino presentarse como un modelo de la racionalidad humana.

Ese es el futuro que nos espera. ¿Qué es la pragmática? Es el uso del material lingüístico codificado en una oración combinado con el contexto y las presuposiciones para que al menos dos personas puedan converger en una misma unidad informativa, en una proposición. El significado lingüístico por sí solo no nos da ese resultado. Se necesita de una estrategia comunicativa para complementarlo, y esta es determinada por nuestras inferencias racionales. Mírelo de esta manera: cuando escojo una oración pienso en lo que quiero transmitir. Y lo que quiero transmitir es una proposición. ¿Qué oración debo escoger para que mi oyente capte esa proposición? Hay que pensar en esto como si fuese una teoría de juegos para dos personas. La teoría de juegos es el estudio de la creencia racional y la decisión. Entonces necesitamos aplicar modelos existentes de la teoría de juegos a las hipótesis acerca del significado lingüístico y de nuestras estrategias comunicativas. Para mí, esta es la forma en que la semántica y la pragmática se integrarán en el futuro.


Esto debe sonar tremendamente extraño para los filósofos y los lingüistas, ya que se está proponiendo usar herramientas tradicionalmente asociadas, por ejemplo, con la economía.

Exactamente. Pero es importante recordar que estas herramientas no surgieron en la economía. La teoría de juegos surgió de los modelos de probabilidad y decisión racional que fueron desarrollaron por filósofos como Frank Ramsey y Richard Jeffrey. Los lingüistas y los filósofos del lenguaje han estado demasiado acostumbrados a pensar en el lenguaje en términos lógicos y han perdido de vista las teorías de inferencia racional. Y, si se fija en los artículos de Paul Grice, no hay nada técnico ahí, pero sus implicaturas conversacionales no eran vistas como meros procesos en nuestro cerebro. Lo que se implica en estos casos es lo que un oyente racional asumiría como lo que se está intentando hacer dadas ciertas presuposiciones y mediante el uso de una oración con un significado particular. Las implicaturas griceanas se definen en términos de lo que debería hacer el hablante y la conducta racional que debería asumir el oyente para entender lo que el hablante dice. Bueno, esta idea sobre la teoría de juegos solo empuja la idea griceana a un dominio donde podrá ser estudiada matemáticamente.


En los últimos años hemos visto un resurgimiento de posturas radicales y violentas en Occidente. ¿Qué opinión tiene sobre esto?
No creo que la filosofía pueda llegar a gente cuyo sentido de la certeza la ha conducido a la intolerancia y la violencia, aunque creo que sí puede hablarles a los que todavía no han llegado a ese punto. Pero esto debe hacerse de un modo decente, sin apelar a eslóganes ni a ideologías políticas. En ese sentido, pienso que las humanidades deben recuperar el sentido de su misión. Si las humanidades no le van a ofrecer nada valioso a la gente, ese vacío puede ser llenado con mera ideología política. Y el problema no es el contenido político per se, sino la falta de argumentación cuidadosa y el poco apego a los hechos que, a largo plazo, permiten la entrada de una suerte de hipocresía combinada con un deseo ignorante e intolerante de señalar a los demás como si fuesen los malos. Las humanidades no deberían contribuir a eso.

(Foto: Hugo Pérez)
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