Son dueños del recientemente elegido mejor restaurante del mundo, El Celler de Can Roca. Sin embargo, los hermanos Roca tienen siempre los pies en la tierra. Nos lo dijo Joan, el mayor del trío dinámico, cuando llegó el año pasado a nuestro país para ser parte de Mistura y hoy lo ratifica su hermano menor, Jordi. En cocina no importa la fama sino hacer feliz al comensal.
No todo es llegar a la fama o tener éxito en la cocina. El mero hecho de hacer feliz a un comensal o a alguien que venga a tu casa a comer es un privilegio. Ser cocinero y poder recibir a alguien con un plato sabroso y que goce con ello es ya un premio increíble, dijo el cocinero en una conferencia de prensa en la capital mexicana.
Asimismo, Jordi afirma que ni el éxito ni el reconocimiento los ha cambiado. No nos ha cambiado nada ser el número uno. Es lo que hacíamos hace cinco años y lo haremos dentro de cinco años, comprometernos con la vanguardia pero sin olvidar quiénes somos y de dónde venimos.
El chef llegó a México para participar en la cumbre gastronómica Mesamérica, donde también hizo de las suyas Gastón Acurio. Allí preparó varios postres, su especialidad y a lo que se dedica en la cocina de su venerado restaurante.
HUMILDE GENIALIDAD Había llegado a Mistura 2012 para ofrecer una ponencia. Tras dar una entrevista Joan Roca camina por la feria. Lo acompaña el también chef Christian Bravo. Una mujer se acerca emocionada con una cámara en la mano. Lo aborda. ¿Me puedes tomar una foto con él?, le dice al chef del mejor restaurante del mundo (en ese momento aún ostentaba el segundo lugar), mientras señala a Bravo, quien se sonroja en el acto. Roca acepta con una sonrisa. A él parece no interesarle salir en la foto.
Me lo dijo de frente en esa oportunidad. Los cocineros no somos rockstars. Este sigue siendo un trabajo duro con el que tienes que disfrutar. Es como que el objetivo es ser famoso y piensan que incluso millonario, cuando no es así. Cuanto más categoría tiene tu restaurante, menos negocio es, explicó.
Para Joan hay cosas mucho más importantes que los premios. “Lo más impresionante es ver gente llorar, gente que viene con lágrimas en los ojos y te abrazan y te dicen que los has hecho muy feliz. Eso es maravilloso. Eso es más importante que los reconocimientos que puedas tener. Esto pasa muy a menudo. Eso es lo que da razón o lo que justifica todo el esfuerzo que hay detrás de nuestro trabajo, que hay mucho. Trabajamos entre 14 y 16 horas cada día, pero esto lo compensa”, dijo apasionado.