"Haga su cola", por Catherine Contreras
"Haga su cola", por Catherine Contreras
Catherine Contreras

El cachete de ternera cocido al vacío por 50 horas, acompañado de arroz salteado y una crema de papa nativa, vaya si sonaba bien. El plato estrella de Maido, número 1 en el olimpo de la cocina regional, fue sin duda la mayor tentación en Gochiso, esa nueva plataforma del sabor nikkei que hace unos días celebró su primera edición en la Costa Verde, en paralelo a Mistura. En la gran feria instalada en el Rímac, en cambio, el embriagador aroma del chancho al palo y el sánguche con chicharrón de El Chinito sedujeron a miles de mistureros. En una feria y en otra, frente a estos locales y sus respectivas fiambres, una cola serpenteaba. Unas veces serena y educada; otras inquieta y exaltada.

Es cierto que para muchos peruanos la peor pesadilla de un comensal de a pie es aquella fila que se percibe interminable, aunque sean solo cinco las personas que lo separen del bocado soñado. Pero es precisamente el enfrentarse a esa cola la que pone a prueba nuestra tolerancia y respeto por las normas y el trabajo del otro. Porque (lo saben, ¿no?) la cocina toma su tiempo, y una atención amable y dedicada también.

Han pasado 10 años de Mistura y los propios mistureros –a los que se suman muchos que ni asisten a la feria– siguen renegando de sus largas colas. Y aunque un servicio rápido es básico cuando la demanda es alta, también es fundamental el orden. Una cola, recordémoslo, es la solución al caos.

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