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La Mora
Paola Miglio

El local que abrió La Mora en San Isidro es un agradable espacio que condensa interesantes detalles en la terraza y salón principal: mesas cómodas, vitrinas con productos frescos a la vista y uso ágil y amable.

El salón del fondo, bastante amplio, puede mejorar infinitamente en calidez y sabrosura de ambiente; se advierte como en desarrollo. Este gran contraste de espacio con la mucho más pequeña sede miraflorina también se nota en la atención: hasta donde recuerdo (no hace mucho) había que pedir varias veces la carta y agradecer que trajesen a buena temperatura el pedido. Incluso, no respondían cuando se preguntaba por un producto y el intercambio era incómodo. Esto no fue cosa de una vez, así que, por supuesto, el cambio de actitud y la buena onda generan ricas expectativas, el trato atrae clientes, hace sentir como en casa.


Entonces se ataca mejor el menú. Aquí, La Mora destaca su expertise europeo y sus especialidades alemanas que, en un intento por establecer lazos de amistad y amplitud de oferta, terminan compartiendo espacio con sopas criollas, macarrones con queso y butifarras.

Entendemos que pueda apostar por la diversidad. Por eso me dejo llevar por sus contundentes sánguches, como el Montecristo de jamón de pierna, queso y tortilla de huevo. El tres quesos con champiñones y cebolla caramelizada (cuidado al colocar los insumos, que la cebolla se arrinconó en el lado opuesto de los champiñones). O el de vegetales grillados (buena cocción) con humus y pesto. Por los panes que contienen de manera abrigadora cada ingrediente y llegan ligeramente tostados. Por la jägerschnitzel o milanesa de pollo, de crujiente y dorado empanizado bañada en una aceptable salsa de champiñones. Aunque luego los acompañantes en cada plato desluzcan al protagonista: ensaladas marchitas, papas chips de bolsa (marca que venden en supermercado) y otras hechas sin gracia y con poco esmero, cortadas en lajas y alicaídas ante la magnitud de la milanesa. La sopa criolla se sugiere replantear y bajar un poco el nivel de tomate para que encuentre equilibrio.

La desazón se traslada a los waffles, que a pesar de estar hechos de manera prudente, pueden ser servidos con menos sirope de maple (o por lo menos colocarlo por separado, así uno regula la cantidad de dulce que desea ingerir); también a algunos de los postres, como aquellos borrachitos de chocolate donde el licor resulta muy invasivo.

La tarta de queso consigue buena consistencia y el crocante de manzana, un limitado dulzor. El chocolate caliente, eso sí, revela un poco de desinterés en la búsqueda de buen cacao de origen, a pesar de que se dan el trabajo de incluir café de Chanchamayo y no queda mal (el dato de procedencia lo pedí en sala).

Creo que si La Mora se hubiese centrado más en todas esas especialidades pasteleras del Viejo Mundo que pregona poseer, quizá la carta no se hubiese distraído innecesariamente, concentrándose en lograr impecables producciones, como ciertas tortas que han pasado en otras ocasiones por la mesa (sobre todo las que venden enteras). Creo que si decide no acomodarse y conformarse solo con cumplir, puede aún convertirse en una pastelería de nicho relevante. A veces abrir locales gigantes no es sinónimo de expansión, y el crecimiento debe venir desde y hacia adentro. Una anotación final: con la alta rotación que tienen, no es necesario que sigan usando envases de plástico cuando se compra para llevar.

AL DETALLE
Puntaje: 12/20
Tipo de restaurante: café, pastelería alemana.
Dirección: Av. Emilio Cavenecia 114, San Isidro.
Horario: lunes a miércoles de 7 a.m. a 10:30 p.m., jueves a sábado de 7 a.m. a medianoche, domingos y feriados de 8 a.m. a 10 p.m.
Carta de bebidas: jugos, refrescos, café aceptable, pero un chocolate caliente que podría mejorar infinitamente.
Precio promedio por persona (sin bebidas): S/ 40, sánguches desde S/ 16,50 y brunch S/26.

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