CATHERINE CONTRERAS

Yoshihiro Narisawa parece ser un hombre de dos mundos. Ante el fogón revela la templanza del chef oriental que se autoexige una cocina rigurosa. En persona libera la influencia occidental, de quien explota en sonrisas y atenciones cálidas que el comensal celebra y agradece con gestos que llegan hasta el abrazo.

Este chef japonés al parecer supo combinar (en su personalidad y su propuesta culinaria) su esencia nipona con la formación que entre los 19 y 27 años tuvo en restaurantes europeos, principalmente franceses. Pero como bien dice su biografía, su cocina no es ni japonesa ni francesa, es simplemente la cocina de Narisawa.

EN LA CIMA Cuando en setiembre último estuvimos en Narisawa (Tokio), el restaurante exhibía con orgullo tres estatuillas de The World’s 50 Best Restaurants (el ránking que publica la revista inglesa “Restaurant”). Hoy sumarán a estas una más: la del número uno de los Asia’s 50 Best Restaurants, la recién estrenada lista de los mejores restaurantes del mundo oriental, anunciada la noche del lunes en Singapur.

“Estoy muy contento y honrado por este premio. Quiero agradecer a mi equipo en Japón, los agricultores, los pescadores y seguidores. En lo que he estado focalizado estos días es en usar ingredientes locales y en la cultura culinaria con mi toque”, indicó el chef en un mensaje enviado por sus voceros a El Comercio.

Todo indica que entre los 900 votantes (entre críticos gastronómicos, chefs, restauradores y expertos de cocina) un buen número encontró destacable esta inusual fusión de dos mundos, donde se prioriza la estacionalidad y la elección personalizada de cada insumo que presenta ante el comensal.

LES CRÉATIONS Dicen que Narisawa empezó mostrando una fuerte influencia francesa en su cocina. De hecho, cuando abrió su restaurante lo llamó La Napoule, para luego cambiar a Les Créations de Narisawa.

Hoy es simplemente Narisawa y, según percibimos en nuestra única visita al restaurante, su propuesta se esmera en dar protagonismo a un insumo por plato: un pichón sobre tierra de soya fermentada, una tortuga soft shell de tierra asada, cortes de saba (caballa) con gelatina de sake y kiuri, una ostra frita son productos que, en aquel otoño nipón, nos envolvieron en un bosque que convive con el mar y donde un entorno de aromas colma de sabores el paladar.