De la misma forma en que verifica el registro sanitario, tómese unos minutos para ver qué ingredientes tiene el producto que va a comprar. (Foto referencial: AP/ Archivo de agencias)
De la misma forma en que verifica el registro sanitario, tómese unos minutos para ver qué ingredientes tiene el producto que va a comprar. (Foto referencial: AP/ Archivo de agencias)
Redacción EC

Las normas que establece el Codex Alimentarius deberían ser la biblia de todo buen productor. Establecidas por la FAO y la Organización Mundial de la Salud desde 1963, las normas alimentarias que da este código buscan "proteger la salud de los consumidores y fomentar prácticas leales en el comercio de los alimentos".

–y – ha dirigido nuestra atención sobre los productores de alimentos procesados, aunque en esta situación los consumidores también estamos involucrados: la realidad es que poco sabemos sobre etiquetas y la información que estas contienen. 

"Los consumidores deben exigir que los etiquetados sean obligatorios y generen advertencias para saber si es bueno o malo para la salud", opina Geraldine Maurer, nutricionista de la Asociación Peruana de Consumidores y Usuarios (Aspec), quien nos habla de este Codex, que sería la guía universal ante la carencia de normas técnicas locales de carácter obligatorio. 

—Mire y lea bien—
En circunstancias como esta, hay que tomar la sartén por el mango, porque para iniciar una verdadera revolución lo primero es informarnos. Fundamental es, por ejemplo, leer más allá del nombre del producto: "Normalmente es de fantasía [como Pura Vida], pero abajo debe indicar exactamente lo que es. Por ejemplo, abajo de Corn Flakes dice que son hojuelas de maíz tostado", apunta Maurer. 

Corroborar los ingredientes también es importante: el Codex señala que deben ir en orden decreciente (de más a menos) según el peso inicial al momento de la fabricación del alimento, así sabrá si una supuesta galleta de avena contiene más harina de trigo que del cereal promocionado. "Si el azúcar está entre los primeros tres insumos, mejor ni comprarlo porque tiene un exceso", detalla la nutricionista. 

Los niveles de sodio y grasas saturadas también son aspectos a controlar, lo mismo que las grasas trans, insumo que Maurer considera muy dañino. Igualmente, debería indicarse en las etiquetas detalles sobre necesidades especiales de consumidores celíacos, intolerantes a la lactosa, con alergias o sensibilidad a insumos como el glutamato monosódico. "En eso el Perú está muy atrasado", señala, aclarando que el correcto etiquetado corre por cuenta de Digesa, y que Indecopi es la entidad que debería denunciar malas prácticas en este sentido, basándose en normas como el Codex e incluso las que señala la FDA de Estados Unidos.

​Tabla de picar

PALABRA DE CONSUMIDOR

La opinión de Catherine Contreras.
Periodista de "El Comercio".


En el universo gastronómico no todo está asociado a celebrar con emoción platos sabrosos, primeros puestos en ránkings culinarios y demás loas a nuestra cocina. Lo hemos notado la última semana, en que los peruanos nos hemos quedado más que sorprendidos con dos situaciones muy particulares. Primero fue el caso del pisco, prohibido de competir como tal en el concurso Spirits Selection (sección de espirituosos del Concurso Mundial de Bruselas), que se realizará en Chile. Y ahora el caso Pura Vida, que ha puesto sobre el tapete las deficiencias que tenemos en el Perú en el campo de regulación alimentaria. Ambos casos están referidos a la falta de una adecuada normatividad, que en un país gastronómico como el nuestro debería estar bien resuelta.

Con ejemplos como los anteriores, saltan a la vista muchos más, que forman una larga lista de pendientes. En ella destaca, por ejemplo, la urgencia de promover con firmeza los quioscos escolares saludables, donde el control de productos procesados sea firme en beneficio de nuestros pequeños. También está pendiente una reglamentación para que todas las cartas de restaurantes y lugares de expendio de comida muestren información detallada de los ingredientes contenidos en cada plato, especialmente si existe riesgo de contaminación cruzada o si estos llevan insumos que podrían provocar alergias, sensibilidad o intolerancia. En estos y otros casos, el poder para lograr el cambio siempre estará en el consumidor. Somos nosotros los que con nuestras decisiones perfilamos la gastronomía que queremos.

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