CATHERINE CONTRERAS

La grata noticia de que el Mercado Saludable de La Molina iba a ofrecer papas nativas desde el próximo sábado 1 nos condujo hacia la Ruta del Arcoiris. Y aunque suene romántica la asociación, se trata de un camino seriamente trazado, que conectará seis países altoandinos preocupados por la conservación de un tesoro culinario y cultural tanto para cocineros como productores, y que los consumidores estamos invitados a conocer más.

Chirapaq Ñan es el nombre quechua de este programa que asocia los colores del arco iris con los de las papas nativas y que desde el año pasado se desarrolla en microespacios geográficos donde campesinos cultivan una diversidad alta y única de variedades de estos tubérculos.

“Es parte de una iniciativa para tomar el pulso a la biodiversidad en los Andes”, explica Stef de Haan, líder del Programa Global de Recursos Genéticos del Centro Internacional de la Papa (CIP), entidad que coordina y facilita desde Lima esta iniciativa que busca “realizar un monitoreo sistemático del estado de conservación de las variedades a lo largo del tiempo y en su ambiente natural”.

“En el caso de diversidad agrícola no existe un monitoreo parecido al que se hace con cóndores o pumas, aves o glaciares. No tenemos una línea inicial o base para luego, cada cinco años, seguir el estado de conservación”, apunta el especialista de este programa en el que participan agricultores, municipios, universidades y organismos de Perú, Chile y Bolivia (próximamente involucrará a Colombia, Ecuador y Argentina).

EN LA VARIEDAD ESTÁ EL GUSTO Pero en su inicial experiencia de campo en Huancavelica, Stef de Haan ha documentado mucho más que nuevas papas nativas (algunas en riesgo de desaparecer). Ha conocido a los custodios de estos tesoros y sus costumbres, quienes permiten que esa biodiversidad perdure.

Familias como los Quinto Matamoros, de la etnia Chopcca de la comunidad Dos de Mayo, cuya hija mayor está decidida a salir a la ciudad a estudiar para regresar al campo y ayudar al mejoramiento de sus cultivos. O los Ramos Cóndor, de Villa Hermosa, quienes asisten a ferias para comercializar valiosas semillas de las tantas papas que cultivan.

Pero lo más importante es que De Haan ha aprendido a consumir la papa nativa tal y como lo hacen los propios comuneros.

“La forma andina de comer es en mezcla”, explica, refiriéndose al consumo de diferentes variedades de papa y no de una en particular. “Esta mezcla se llama chaqru o chaqruta en quechua, y lo notas cuando en el campo, al cocinar una ruma de papas, cada persona elige la que más le antoja por su olor, textura, color o sabor. En el programa de monitoreo no habíamos considerado llevarlas al mercado. Incluso sabemos que si promovemos agresivamente una variedad esta podría desplazar a las demás porque el consumidor la busca. Por eso –manifiesta el investigador– buscamos promover variedades en mezcla, algo en lo que se tiene que educar al consumidor”.

De hecho, las preferencias del mercado urbano por una u otra variedad puntual no son malas, pero De Haan sí destaca que la práctica de comer en mezcla podría promover un hábito que ayude a la biodiversidad. “Es un cambio de concepto”, apunta.

Ahora entendemos esa práctica común de vender mallas de papas mezcladas en los mercados de productores. Ahora comprendemos que lo que nos ofrecen no son papas de menor calidad o poco comerciales. Lo que ellos traen, esas que llaman “papas de regalo”, son su mejor cosecha, la que ellos mismos consideran un banquete en las alturas. Lo más sano, su tesoro más preciado. Seamos agradecidos.

EL DATO Desde el próximo sábado 1 de junio, el Mercado Saludable de La Molina (Av. Alameda del Corregidor cuadra 5) montará un puesto donde agricultores de Huancavelica y Junín ofrecerán sus cosechas de variadas papas nativas, las cuales serán vendidas en mezcla. Horario: Sábados de 8 a.m. a 1 p.m.