CATHERINE CONTRERAS

Esta es la tercera vez que el destacado chocolatero francés Stéphane Bonnat viene al Perú, y la segunda que degusta, in situ, el cacao que se cultiva en la comunidad de Mishquiaquillo, en Lamas (norte de San Martín). Su actual visita, sin embargo, generó más alegría en este rincón de la selva alta.

Después de catar los frutos frescos del cacao, el ‘maitre-chocolatier’ –que el miércoles visitó la comunidad con Astrid Gutsche, como parte de la alianza Gastón Acurio Telefónica Juntos para Transformar– anunció que está decidido a comprar a estos productores seis toneladas de cacao seco, sumando así un nuevo proveedor a la exitosa cadena que desde hace siete años une la marca francesa Bonnat y el Perú cacaotero. Bonnat tiene 130 años de tradición en chocolatería fina y son pioneros en la preparación de barras con cacao de origen.

EL CACAO ELEGIDO “A Oro Verde la conozco hace cuatro años”, nos dice Bonnat, refiriéndose a la cooperativa que se creó en 1999 y que hoy integra casi al total de descendientes de la etnia Chanka-lamista de Mishquiaquillo.

Ellos, además de ser buenos bailarines, “cultivan el idioma quechua, su vestimenta típica y otras costumbres como el trabajo en sistema de choba choba (mancomunado, al estilo ayni), además de manejar sus parcelas bajo sistemas agroecológicos”, apunta Sandro Aquino, gerente general de Oro Verde.

¿Pero qué novedad encontró Bonnat en el cacao de Mishquiaquillo? Ninguna, la verdad. Lo que el chocolatero descubrió es que el fruto se mantenía igual de bueno a como lo encontró en su primera visita, lo cual indicaba que esos cacaoteros estaban tomando en serio lo que hacían: habían alcanzado un estándar de calidad y velaban por su producto.

CONTACTO EN FRANCIA Stéphane Bonnat es una persona sencilla y conocedora. Es por ello que productores de cacao de todo el mundo suelen enviarle granos para hacerle consultas sobre sus insumos. Hace seis años él recibió en Francia una muestra de granos del Perú.

“Para mí, fue una cosa completamente diferente de lo que tenía”, dice Bonnat, que suma 56 proveedores en el mundo, y que en aquella oportunidad (sin conocer aún el Perú) compró 12 toneladas de cacao.

Dos años después, en julio del 2010, visitó por primera vez el norte del Perú, en el contexto del primer Salón del Cacao y Chocolate. Y fue poco antes de esta visita que volvió a recibir granos de Tumbes, Piura y Cusco. “Compré 18 toneladas y con ellas hice tres barras con sello de origen peruano”, nos cuenta. Estas fueron bautizadas Apotequil (en honor del dios inca del rayo), Cusco y Piura Blanco, los tres de cacao al 75%”.

“En el 2011, una de estas barras (Piura Blanco9 fue elegida Best Dark Chocolate y hace unas semanas obtuvimos oro para la barra de cacao del Cusco (en la semifinal europea de la International Chocolate Awards)”, dice con naturalidad el maestro que gusta entrar en contacto directo con el productor, algo que descubrimos en el 2010, en Piura, y lo reafirmamos ahora en San Martín.

“Para mí, es una obligación conocer la cultura y entender a la gente de un país (…). Aquí el cacao es parte de la vida de estas familias, no es solo por el dinero”, explica Bonnat, quien confiesa que paga a estos cacaoteros el doble o triple de lo que otros les dan “para que estén orgullosos de lo que hacen y que esto sea su motivación”.