José Álvarez Alonso ( * ) (Texto publicado en El Dominical)
Mi hijo, muy ambientalista él, constantemente me corrige algunos de mis malos hábitos, como dejar correr el agua mientras me cepillo los dientes o las luces prendidas innecesariamente. Hace unos días, pude desquitarme gracias a una hamburguesa que convenció a su mamá pedir por delivery . El bocado tardó más de 40 minutos en arribar, es decir o la trajeron de otro distrito o de una parte alejada del nuestro. “Es una al mes”, se excusó, consciente de los peligros de la comida chatarra, pero no muy tanto de la tremenda huella ecológica que estaba dejando con su hamburguesa.
“¿Te das cuenta del desperdicio de energía que significa?”, le dije. “Para comenzar traerla requirió tiempo del repartidor y uso de gasolina. Súmale a eso el agua y la energía que se necesita para ‘fabricar’ una hamburguesa ”, le dije y nos pusimos a buscar datos.
BOCADO DEPREDADOR Producir un kilo de trigo emplea unos 120 litros de agua, y de tomates unos 160 litros. Lograr un kilo de carne de res, sin embargo, demanda alrededor de 20.515 litros (esto según la Fundación para la Educación del Agua, porque para la Universidad de Cornell pueden ser hasta 100 mil litros). Entonces, por los pocos gramos de carne de una hamburguesa se han usado de 2.872 a 14 mil litros de agua, esto sin contar la requerida para el resto de ingredientes. Mi hijo rápidamente comprendió que ahorraría mucha más agua dejando de comer una hamburguesa , que no duchándose durante un mes.
Y luego está el alto consumo de energía: en promedio se necesitan 28 calorías de energía procedente de combustibles fósiles para producir una caloría de carne vacuna, mientras solo se requieren 3,3 calorías para producir una de proteína de trigo y otros cereales, o legumbres (lentejas, frejoles, etc.) con una cantidad de nutrientes similar a la carne, pero más saludables. Dicho de otra forma: el trigo es 18 veces más eficiente en el uso de agua que la carne de vaca.
VACAS VERSUS AMBIENTE El costo ambiental de producir la carnecita hamburguesera tiene otras externalidades. Si ha sido en la selva significa más de un árbol talado por cada kilo de carne. Ocurre que criar una vaca flaca en la Amazonía requiere de la tala de hasta dos hectáreas de bosque para sembrar pastos (que terminan siendo temporales, pues pronto el suelo se compacta, pierde sus nutrientes y la zona queda inutilizable).
La ganadería utiliza 70% de la superficie agrícola del planeta (directamente por los pastizales) y un 30 % de la superficie total (indirectamente, por el grano destinado al engorde). Las vacas además son grandes emisoras de gas metano (un subproducto de su digestión). Las flatulencias de los 1.300 millones de vacas que pueblan la Tierra son responsables del 5 %, del total de gases de efecto invernadero, y el metano absorbe 24 veces más calor que el CO2.
El estiércol de las millones de vacas de la industria alimentaria representa otro problema ambiental más por la gran cantidad de tóxicos que contienen (nitratos, trazas de antibióticos y metales pesados) que terminan contaminando las aguas superficiales y subterráneas.
REPENSAR EL MENÚ Tratar de ahorrar agua y energía no es moda, es una necesidad real en un planeta que, según varios expertos, se acerca al abismo ambiental. Los más precavidos propugnan la declaración de una emergencia ambiental planetaria, y la prohibición de prácticas y artefactos que derrochan energía: automóviles de alto cilindraje, yates, o la producción masiva de carne de vacuno para la industria de la comida chatarra .
Lo curioso es que quienes preconizan la “corrección ecológica” y hábitos como el reciclado de basura o el ‘slow food´ (en contraposición al ‘fast food’ o comida chatarra) dejan una huella ecológica gigante, pues, generalmente, usan vehículos de alto consumo, tipo camionetas 44 para transportarse dentro de la ciudad; o se ejercitan en un gimnasio en una “caminadora eléctrica”, que derrocha energía y contamina.
Tener gestos como reciclar o usar focos ahorradores ayuda, pero se necesita más si queremos extirpar el hambre y la pobreza en el mundo. Más de 850 millones de personas padecen hambre, mientras millones mueren a causa de las “enfermedades de la opulencia” (diabetes y otras cardiovasculares…) causadas por la dieta chatarra.
En un futuro cercano, tendremos que cambiar nuestros hábitos de consumo, insostenibles ya para el planeta y nuestra salud . Es decir, para que la humanidad sobreviva con un mínimo de justicia y equidad, algunos tendrán que reducir su consumo para que muchos puedan consumir lo indispensable.
[*] Biólogo.