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Eielson, una década sin el mejor talento de la poesía peruana - 1
Carlos Batalla

La figura de poeta, artista plástico y hombre de su tiempo de Jorge Eduardo Eielson (1924-2006) era inobjetable. Miembro conspicuo de la generación del 50, vivió en Europa desde muy joven. Residió finalmente en Milán, Italia, pero nunca olvidó las playas, las montañas ni la exuberante selva de su país de origen. Eielson murió el 8 de marzo del 2006, en la ciudad milanesa. Hace 10 años. 

Jorge Eduardo Eielson fue un artista de vanguardia. Lo pensó, lo sintió y lo vivió así. Su poesía inicial fue una prueba de que el conocimiento, la cultura y la experimentación técnica no eran conceptos opuestos, sino complementarios.    

Estuvo influenciado por la poesía simbolista, con ciertos toques surrealistas. Quizás por ello muchos lo veían como un poeta simbolista y heredero de su compatriota José María Eguren.

Eielson fue considerado como un “poeta puro” (por oposición a otros llamados “poetas sociales”). Dejó su “marca” poética en libros notables como “Canción y muerte de Rolando” (1943) y “Reinos” (1945). El mismo año que salió a la luz “Reinos”, el gran artista que fue recibió el Premio Nacional de Poesía; luego el Premio Nacional de Teatro.

Foto: Archivo El Comercio

Tres años después, en 1948, viajó a su soñado París, tras obtener una beca del Gobierno Francés. De esta forma, inició su autoexilio europeo. En 1951 encontró su lugar en el mundo, cuando llegó a la ciudad de Milán, en Italia. Entonces un joven culto y libresco se abrió al mundo que deseaba conocer. 

La angustia existencial, la pobreza y el dolor se fusionaron con la exquisitez expresividad del poeta. La consecuencia: publicó “Habitación en Roma” (1952), un poemario que retomó rasgos vanguardistas, pero que una carga humana más concreta.

Luego de varios años, Eielson dio a la luz “Mutatis mutandis” (1967), libro con el que empezó a recorrer su propia senda de expresión con una retórica mínima y lejos de discursos poéticos pomposos o recargados. Años después reunió sus libros de poemas bajo un solo título: “Poesía escrita” (1976), publicado en el Perú por el Instituto Nacional de Cultura (INC).

El vuelo imaginativo y expresivo de Eielson lo llevaron a experimentar en la narrativa, específicamente en la novela “El cuerpo de Giulia-no” (1971, aunque escrito varios años antes) y “Primera muerte de María” (1988).

De su poesía emanaba un fuerte (des)arraigo cultural, y resonancias poéticas y visuales vinculadas con sensaciones de soledad, de cambio, pero a la vez de permanencia y esperanza en una especie de alegórico reencuentro.

En el campo de la plástica -otra faceta de su espíritu poético y moderno-, Eielson destacó desde muy joven con un poder visual y simbólico de las formas, que supo asimilar los mitos prehispánicos. Su afán lo llevó a desarrollar una verdadera “poética visual”. Así se mantuvo hasta los últimos años de su vida.

Eielson regresó pocas veces al Perú. Una de las más recordadas visitas fugaces ocurrió en 1987. Esa vez, el poeta participó en la III Bienal de Trujillo y aprovechó el viaje para reunirse con sus más cercanos amigos de su propia generación y de generaciones posteriores.

Nunca dejó de escribir poesía. Hacía suyo el espacio poético que construía en base a su potente capacidad metafórica y su fino espíritu humanista. En los años del reposo, en los años 90, para ser más precisos, Eielson nos regaló dos hermosos poemarios: “Celebración” (1990-92) y “Sin título” (1994-1998). Una mezcla equilibrada de esteticismo y filosofía zen.

En el 2004, el poeta recibió una última condecoración: el Premio Bienal Teknoquímica. Su obra poética ya había sido entonces traducida a 12 idiomas. Antes de su muerte, dejó a sus lectores su libro “Del absoluto amor y otros poemas sin título” (Pre-Textos,  2005). Jorge Eduardo Eielson falleció a los 81 años de edad, el 8 de marzo del 2006.
 

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