(Ilustración: El Comercio)
(Ilustración: El Comercio)
Fernando Vivas

Esta historia empezó con una grosería que no estaba ni apuntada con lápiz en el discurso que César Villanueva leyó en el Congreso el 2 de mayo del año pasado cuando pidió confianza para su Gabinete.

Hombre monocorde, de pocos énfasis, esta vez despegó la vista del papel en el que leía las prioridades del rubro Salud y miró a los congresistas que poco caso le hacían cuando era uno de ellos: “¡Niños con , estos niños con desnutrición, qué carajo vamos a presentar a un Perú así ante el mundo queriendo entrar a la OCDE!”. Los asesores que lo esperaban en la sala de protocolo, se desperezaron. El carajo no había sido planificado y, menos, que Villanueva dijera que la meta para el 2021 era reducir la anemia infantil de 43% a 19%. No es seductor meter en el rollo político cifras ni redondas ni contundentes y que, para remate, nada te garantiza que las vas a cumplir.



Pues el carajo convirtió el tema en lema. El de Vizcarra sería ya no solo un gobierno de lucha contra la corrupción sino, subsidiariamente, de lucha contra la anemia infantil. Si un niño de entre 5 y 36 meses (3 añitos), tiene menos hemoglobina de lo normal, que es 12, se afecta su rendimiento intelectual. Antes que la educación, aun antes que la comprensión lectora, están las neuronas de la patria en formación. Eso, más un carajo de Villanueva, y ya hay una narrativa de la anemia y la meta que aprieta.

—Malditas cifras—
El sueño del 19% ya era machacado por el Minsa desde un año atrás. Por eso Villanueva lo tuvo en mente. Pero, para el Ejecutivo, era un objetivo más entre los tantos del milenio. Por RM del 12 de abril del 2017 se había establecido el plan de lucha contra la anemia con la meta del 19%. Unos días después, el 20 de abril, hubo una conferencia de prensa del entonces primer ministro Fernando Zavala, flanqueado por la ministra de Salud (Minsa), Patricia García, y la de Inclusión Social (Midis), Cayetana Aljovín. Pero no pasó nada. Nadie dijo lisuras.

Villanueva sí soltó una y no sabía con precisión en qué estaba metiendo al gobierno. En el mensaje presidencial del 28 de julio del 2018, Martín Vizcarra repitió el 19% y esta vez sí estaba consignado en el papel. Ni modo, porque, semanas antes, el 3 de julio, se había publicado el Plan Multisectorial de Lucha contra la Anemia, más ambicioso que el plan lanzado en el 2017, porque involucra hasta 14 ministerios y declara la lucha contra la anemia, “prioridad nacional”. Eso significa que es una de las cinco metas prioritarias para el 2021 monitoreada por la Oficina de Cumplimiento de la PCM (las otras cuatro son: agua en 100% de hogares urbanos, 25% de comprensión lectora satisfactoria en el campo, 40% de empleo formal y 32% de confianza en la policía).

Vizcarra tenía además dos ministras para remarcarle el asunto: Silvia Pessah, del Minsa, quien fue viceministra cuando se lanzó la meta en el 2017; y Liliana La Rosa, del Midis, ex decana del Colegio de Enfermeras y ex militante del Frente Amplio, una ministra política en plan de chapar un tema relevante. Y lo chapó, legítimamente. Revivió un ente multisectorial, la Comisión Interministerial de Asuntos Sociales (CIAS) que estaba en su cancha, e instaló allí la rectoría del plan. Hablé con la médica Nelly Huamaní, secretaria técnica del plan, y me llenó, con entusiasmo, de una parafernalia documental sobre la anemia.

Por desgracia y para festín de opositores a Vizcarra como Alan García, hubo una contrariedad con las cifras. Como para arrepentirse de haber escogido el tema, pero ya lanzado, ni modo. Resulta que cuando Villanueva dijo 43%, en realidad estábamos en 46,1%, pues citó cifras del 2017 y poco después se cerró la Endes (encuesta de salud) con cifras del primer semestre del 2010. La anemia subió y las razones que apunta Nelly son diversas: mala alimentación débil en hierro y proteínas que son las que mantienen la hemoglobina por encima de 12 pero no muy lejos de allí pues en la mayoría de casos no es una anemia severa. Ojo que no es un asunto de pobreza, sino de nuevas y malas costumbres. De ahí que en estratos altos la cifra supere al promedio. Un factor que hace pensar: las gestantes que mantienen la figura a punta de dietas y las que no dan de lactar, aumentan el índice de anemia infantil.

En el 2018, ya con guerra declarada y dos ministerios compitiendo en repartir micronutrientes y difundir ideas de alimentación saludable, se ha cerrado en 41,1%. Cinco puntos menos (de 46,1%) en un semestre les hace suspirar aliviados, pero, la meta del 19% se torna muy lejana. En el 2017, la meta para el 2018 era 39%. Se ajustan los tramos, pero no el final. Llegar al 19% está difícil y la desesperación por recetar alimentos poco populares como la sangrecita, en lugar de dietas más diversas y flexibles, puede confundir en lugar de ayudar.

Víctor Zamora, ex jefe del gabinete de asesores de La Rosa en el Midis y ahora asesor del viceministro de Salud Pública, Neptalí Santillán, me absuelve algunas dudas. La prioridad y la meta nacieron en el Minsa (el Midis recién se creó en el gobierno de Humala) cuando se vio que el Perú era exitoso en reducir la desnutrición crónica infantil (DCI) mas no la anemia. Campañas de vacunación e higiene para reducir diarreas e infecciones respiratorias tuvieron éxito en aminorar la DCI, pero la anemia seguía campante. De ahí la prioridad.

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