4 impactantes historias de mujeres que vencieron el abuso
Ana Monzón

“Si quieres plata (para la comida), ve y prostitúyete”. “Ni te duermas porque te voy a violar”. “Si quieres seguir conmigo tienes que abortar”. “Si te veo con otro hombre te voy a matar”.

Estas son solo algunas de las muchas amenazas que deben escuchar las mujeres peruanas que conviven con la violencia de género, una violencia internalizada en una sociedad indiferente a su pedido de ayuda.

El Comercio conversó con cuatro mujeres que oyeron esas frases y que han sobrevivido a este tipo de violencia. Ellas se armaron de valor para compartir sus terribles experiencias con una sola esperanza: que otras mujeres no pasen por el mismo sufrimiento.

Las cuatro aún sienten temor -no tanto como antes, afirman- pero no es fácil superar tantos años de vejaciones. Vivieron lo peor que puede vivir una mujer, dicen. Después de escucharlas no cabe duda.

“Al comienzo se acercó a mí como una persona muy tratable, muy caballero”, cuenta “Diana”, quien no quiso dar su nombre real porque atraviesa un proceso por juicio de alimentos contra su ex pareja. “Cuando empecé a ser su mujer empezaron los cambios (…) Empezó con miradas penetrantes, luego, a jalonearme”, agrega. 

Cinco años después, cuando ella tenía 23 años y dos hijos con su pareja, Diana viajó a Japón para empezar una nueva vida con el mismo hombre.

“Puedo decir que lo peor que me ha pasado sucedió en Japón porque tuve a mi tercer hijo producto de una violación”, cuenta Diana, hoy de 49 años, y aún no es capaz de controlar las lágrimas al recordar el terrible episodio.

Así como Diana, María tampoco quiso dar su nombre, quizá por miedo, quizá para evitar problemas (más de los que ya tiene). Ella tuvo que soportar ocho años de agresiones por parte del padre de sus hijos. 

“Yo quise irme pero me amenazó con matar a mi hija, yo tenía miedo, y seguía aguantándolo”, afirma. Hoy trabaja en un hospital y si bien “no gana mucho”, vive con la tranquilidad de que sus dos hijos ya no conviven con la violencia.

Las historias de estas cuatro mujeres reflejan que las agresiones siempre van en aumento. Primero son los insultos. Luego, las amenzas. Cuando la vejación se hace constante, los golpes llegan las víctimas ya suelen estar en un espiral del que es muy difícil salir.

Miriam Medina y Olinda Quispe decidieron mostrar sus rostros y sus nombres. La primera conversó con sus hijos antes de aceptar esta entrevista. Ellos conocen su historia y la apoyaron en todo momento al igual que cuando decidieron irse de su casa lejos de las agresiones de su padre.

“Un día les dije a mis hijos: ¿Quieren irse a vivir conmigo en un cuarto? Y me dijeron que sí”, narra Miriam Medina. “Fue difícil al principio porque eran tres pero podría decir que por ellos estoy viva”, agrega sin poder evitar que se le quiebre la voz. Le duele recordar que estuvo muy cerca de suicidarse junto a ellos.

“Llega un momento en que no sabes qué rumbo tomar, te sientes indefensa y que no puedes más, que estás inmersa en un mundo del cual no puedes salir”, recuerda con dolor.

Su experiencia fue distinta a la que vivió Olinda Quispe, madre de un adolescente que no fue reconocido por su padre hasta los ocho años. Ella no soporta que el hombre que fue capaz de todo para convencerla de abortar la amenace ahora con “llevarse” a su hijo. Olinda quisiera alejarlo, pero sabe que no puede ir en contra de los sentimientos de su hijo. “Al final es su padre”, dice.

Hoy su hijo solo recibe 200 soles mensuales como manutención. Olinda Quispe sufre de violencia económica, figura legislativa vigente desde el 2015. Ella está segura de seguir con las denuncias. “Lo hago por recuperar mi dignidad y por demostrar que la justicia existe”, dice.

Estas mujeres dieron un importante primer paso en su lucha personal contra la violencia, vencieron el miedo y ahora son ejemplo de coraje. El mismo que debería ser respaldado por las autoridades y la sociedad. 

Datos

El defensor del Pueblo interino, Eduardo Vega, afirmó esta semana que cada mes, diez mujeres mueren víctimas de feminicidio y cuando sufren “violencia sexual o física tienen un desamparo absoluto del Estado. No hay hogares o casas refugios a donde puedan ir”, agrega.

La marcha “Ni Una Menos” es una iniciativa ciudadana que se nutre de la indignación por las situaciones de acoso, violencia y discriminación contra la mujer producidas en nuestro país.

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