Luis Silva Nole

El cartel ubicado dentro de uno de los ambientes de la principal Casa del de la Municipalidad de lo dice todo: “Fábrica de Afecto”. Cinco señoras de fácil sonrisa y palabra amable se gastan bromas entre sí mientras pegan botones en árboles hechos de cartón y que parecen conos de helados gigantes. Los vasos de tecnopor esperan turno a un lado de la larga mesa para ser convertidos en pequeños muñecos de nieve. Las cartulinas blancas pronto serán transformadas en artesanales y coloridas tarjetas.

Son días previos a Navidad y ellas, como hacen los duendes en la mítica fábrica de juguetes de Papá Noel, apuran la producción en el local industrial de la cuadra 1 de la calle miraflorina Arístides Aljovín. La lista de personas a las que deben visitar y llevar esos regalos hechos con material reciclado es amplia, igual que el amor y la dedicación que ponen en cada doblez de tela y corte de cinta.

(Consuelo Vargas / El Comercio)

Las señoras producen vistosos artículos navideños con material reciclado. (Consuelo Vargas / El Comercio)

Mientras pone los ojos a los muñecos de nieve, Carmen Luque Condado, de 75 años, explica espontáneamente lo que las empuja a brindar gestos de cariño a otras personas que, a diferencia de ellas, están en clara situación de vulnerabilidad, porque viven solas o sufren enfermedades que las han llevado a estar postradas.

“Esta iniciativa la practicamos desde la Navidad del año pasado. Al elaborar juntas estos presentes y luego llevarlos a las casas de los adultos mayores sentimos que damos cariño y alegría a personas que necesitan afecto y que por diferentes motivos no tienen nuestra suerte”, dice la expresiva Camucha, quien tiene cuatro hijos, seis nietos y dos poemarios publicados. “Sinceramente, tener estos gestos nos proporciona a nosotras más felicidad aun”, señala.

“Participar en la Fábrica de Afecto es una manera de compartir en Navidad con gente que requiere mucho cariño. Estos sencillos regalos apuntan más a llenar ese vacío que a adornar la casa”, agrega su compañera Lucero Soto Santillana, de 79 años.

(Consuelo Vargas / El Comercio)

Las damas de Fábrica de Afecto saben que el lenguaje corporal puede transmitir cariño. En la foto, Emma Maqueira abraza a Isidro Farfán, quien padece Alzheimer. (Consuelo Vargas / El Comercio)

Una vez que toda la producción de amor está lista para ser entregada, el grupo enrumba en una camioneta municipal hacia las casas de los destinatarios finales, ubicadas en diversos puntos del distrito. Llegan, por ejemplo, hasta las viviendas de Dina Alfaro Salas, de 90 años, víctima de la enfermedad de Párkinson; Corina Condori Cimacollo, de 78, paciente de cirrosis; e Isidro Farfán Girón, de 82, quien sufre del mal de Alzheimer.

Las damas fabricantes viven así a diario durante las dos últimas semanas previas a Navidad. “Con un abrazo les decimos que aún están vivos”, añade Rosa García Nava, de 79 años, quien colma de besos a cada persona homenajeada.

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Corina Condori recibe su sencillo regalo. (Consuelo Vargas / El Comercio)

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