"Cómo asesinar a un inspector de transporte", por Pedro Ortiz
"Cómo asesinar a un inspector de transporte", por Pedro Ortiz
Pedro Ortiz Bisso

En esta tierra bendita que el sol ilumina porque Dios lo manda, ser inspector de transporte puede ser peligroso para la salud. Demasiado peligroso, para ser más precisos. Y no porque trabajar en nuestras pistas sea tan riesgoso como caminar por el chalaco jirón Loreto un viernes a las 3 de la mañana. El verdadero peligro está en la prepotencia y el absoluto desprecio por la vida que tienen los conductores descubiertos en falta.

Cada vez que los inspectores de la Superintendencia de Transporte Terrestre de Personas, Carga y Mercancías (Sutrán) tienen que realizar una operación de control en alguna carretera del país, son sometidos a diversos vejámenes. Pero no solo los insultan, golpean y escupen, algunos de estos enajenados que gobiernan las pistas hasta intentan matarlos.

Sí, porque fue eso, un virtual intento de asesinato, lo que dos de ellos quisieron hacer esta semana en la Panamericana Sur, a la altura de Pucusana. En ambos casos, no atendieron las indicaciones que les hicieron para detener sus vehículos y embistieron a los fiscalizadores. Uno de los conductores tenía el brevete vencido, 11 multas en su prontuario y manejaba una miniván sin autorización. El otro angelito había cubierto la placa de su unidad con periódicos. Afortunadamente, ambos lograron ser detenidos; una de sus víctimas, sin embargo, tuvo que ser trasladada a la unidad de cuidados intensivos de un sanatorio local por la gravedad de sus heridas.

En otras ciudades, la situación no es distinta. El año pasado, en Poroy (Cusco), un grupo de fiscalizadores tuvo que buscar refugio en una comisaría porque fueron atacados con palos y piedras por choferes informales. Según María Jara, jefa de la Sutrán, en lo que va del año cinco fiscalizadores han sido agredidos. El año pasado, la cifra llegó a 100.

La señora Jara se ha quejado porque la policía no atiende sus pedidos para acompañarlos durante las operaciones de fiscalización. Su ausencia envalentona a los salvajes que hacen y deshacen en las pistas del país.

Aunque la jefa de la Sutrán tiene razón, también es cierto que sobran los ejemplos de ciudadanos que se han enfrentado a la policía en diversas circunstancias, desde choferes de combis sorprendidos sin brevete o con el SOAT vencido hasta acomedidas amas de casa, supuestamente incapaces de manejar con el semáforo en rojo.

El principio de autoridad está en crisis, eso lo sabemos todos. Pero el problema parece ser mucho más profundo. Además de impericia, irresponsabilidad y falta de respeto al reglamento de tránsito, es momento de analizar la situación de los conductores desde el punto de vista de la salud mental.

Atropellar a un inspector o un policía por evitar una multa o la incautación de su vehículo, así este sea su único instrumento de trabajo, trasciende todos los límites. La desesperación no parece ser la única justificación.

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