"Los candaditos" por Gonzalo Torres del Pino
"Los candaditos" por Gonzalo Torres del Pino
Gonzalo Torres

El tiempo es un equilibrador, qué duda cabe. Ciclistas y corredores (los verdaderos, no los portátiles) usan el mamotreto de la Costa Verde y ahora unos candados románticos comienzan a aparecer tímidamente en sus barandas amarillas.

Para algunos, este es un caso de legitimación de una obra a la que había que oponerse. La primera señorita que puso el candado cayó en el juego y se le fueron encima. Yo lo veo distinto. Cuando se construyó el Parque del Amor, con la escultura de Víctor Delfín y los barandales llenos de mosaicos a lo Gaudí, la opinión pública, la miraflorina más que nada –pues en aquella época los feudos eran más visibles– le cayó a la obra con todo. Desde huachafo (calificación con tintes racistas, pues se refería a las características de los besantes) hasta innecesario fueron los adjetivos de la época, en contra del monumento. Pero vaya que el tiempo no solo equilibra sino que hasta logra cambiar el rumbo del viento.

Hoy, a nadie se le ocurriría pedir que cambien o saquen ese parque con escultura incluida, porque se ha convertido en imagen y postal de Miraflores. Visitado y disfrutado por turistas y limeños (entre ellos miraflorinos), es un lugar icónico de nuestra ciudad.

Con esto no quiero decir que la ciclovía de la Costa Verde se convertirá necesariamente en un espacio con la misma prestancia para Lima ni tampoco quiero decir que se debería avalar una cosa que debió haber sido hecha de otra manera. Sin embargo, sí hay que señalar que los dueños de una obra pública somos todos.

El Parque del Amor, como la referida ciclovía, no le pertenece ya a ninguna municipalidad, en tanto que es usado y apropiado por los usuarios, valga la redundancia. A estos espacios se les da un uso y un significado, se les resimboliza, si quieren, para usar un término del ámbito de la semiótica. El Parque del Amor, por ejemplo, es un espacio para las fotografías de novios; las esculturas/fuente de la Costa Verde, telones para videos folclóricos; las columnas del tren eléctrico fueron lienzos artísticos mientras estuvieron sin uso; hoy, la ciclovía de la Costa Verde es adueñada para colocar unos candados que sellan un romance.

El candado convivirá con el ciclista y el corredor, hasta que uno choque con el otro. Existen obras pésimas, mal hechas, que dan vergüenza y hasta rabia, pero nunca son obras sin uso y hasta pueden con el tiempo ser aceptadas como parte integral de la ciudad. Son el tiempo y el público los que deciden finalmente la utilidad y necesidad de una obra. Además, dependiendo de ello, lo que hoy se construya será quizás el patrimonio de mañana que no se podrá derrumbar. Así es el viento.

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