La Municipalidad de Lima instaló una pantalla gigante en la Plaza de Armas para que los hinchas vean el Perú vs. Dinamarca. (Lino Chipana / El Comercio)
La Municipalidad de Lima instaló una pantalla gigante en la Plaza de Armas para que los hinchas vean el Perú vs. Dinamarca. (Lino Chipana / El Comercio)
Angus Laurie

Últimamente, Lima parece otra ciudad. En medio de un invierno especialmente gris, uno puede escuchar más risas en las calles y sentir una alegría atípica para cualquier ciudad de 10 millones de habitantes.

El cambio es un síntoma de optimismo y euforia generado por el Mundial de Fútbol. Parece que la mitad de las personas estuvieran vestidas de blanco y rojo, y los restaurantes, bares, oficinas y tiendas hubieran instalado televisores de pantalla grande. El último jueves, durante el espectáculo de la inauguración, muchos trabajadores pararon sus labores para mirar el evento. En la calle, el acto de preguntar por el puntaje de un partido ha hecho aceptable acercarse a algún extraño.

Lima es una ciudad con divisiones socioeconómicas marcadas, reforzadas por la forma en que se ha construido la urbe. En el contexto actual, las calles y los espacios públicos de Lima no funcionan bien para articular la ciudad a nivel social. Fuera del ejemplo de la comida, tenemos pocos elementos culturales que nos unan o que nos den una identidad colectiva como ciudad.

En este sentido, Lima se puede caracterizar por el hiperindividualismo de sus habitantes. Muchos ponen sus propios intereses delante del bien público cuando manejan sus autos en el carril auxiliar o cuando botan la basura o desmonte en cualquier lado.
Pero el fanatismo por esta Copa Mundial ha generado –por lo menos en el corto plazo– lo que podría considerarse una conciencia cívica.

Esto tiene un resultado tácito en cómo experimentamos la ciudad y, en particular, se refleja en cómo uno se relaciona con otras personas. En los cruces, por ejemplo, los conductores de autos parecen más propensos a ceder el paso a los peatones. Parece también que sonaran menos cláxones en las calles, por el hecho de que las personas tienen más paciencia.

En Londres, la gran variación en el clima diario ofrece un tema que, aunque es banal, toda sociedad puede conversar sobre él. Es un asunto que permite romper el hielo, abriendo la posibilidad de relacionarse con alguien extraño sobre algo en común cuando uno espera el bus o a sus hijos fuera de un colegio. En Lima, el hecho de que el clima sea tan predecible nos quita incluso este tema para compartir con el otro.

Ahora el Mundial y el apoyo al equipo nacional nos ha dado algo parecido, algo casi universal que nos articula como ciudad y que tiene el potencial de generar un tejido social. Ayer, como pocas veces, toda Lima estuvo unificada en el apoyo al equipo nacional.
Sería bueno construir sobre esta base para que la ciudad siga siendo diversa pero a la vez articulada, por algo que todos comparten.

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