(Anthony Niño de Guzmán / El Comercio)
(Anthony Niño de Guzmán / El Comercio)
Angus Laurie

Lima es una ciudad que nos hace difícil el caminar. Existen innumerables barreras hacia la movilidad de las personas, incluyendo veredas que son sumamente estrechas, excesivo ruido y contaminación, falta de cruces adecuados y, sobre todo, en estos últimos, los choferes de automóviles aún piensan que tienen la prioridad sobre los peatones. A Lima todavía le falta un adecuado civismo para que la acción de ceder el paso al peatón se vuelva una costumbre cultural más allá de la fiscalización de la policía.

La situación actual representa un círculo vicioso en que el mal comportamiento de los choferes genera un desincentivo para caminar, generando la aparición de más conductores. La evidencia de los últimos años apunta a que ha habido un gran aumento en el porcentaje de viajes en automóvil privado y en taxi.

Siendo positivos, podría ser que este incremento refleje el crecimiento de la clase media y del desarrollo económico. Al mismo tiempo, este crecimiento viene acompañado por implicancias sociales graves para la ciudad. En los años 80, el sociólogo suizo Luscius Burckhardt resaltó que hay un problema cuando el proceso de diseño de productos no toma en cuenta el posible impacto social del producto. Bajo esta lógica, afirmó que el diseño industrial puede ser contraproducente. Específicamente, Burckhardt dijo: “Deberíamos ejercer moderación en comprar y utilizar productos que nos aíslan. El automóvil es un caso importante […]. El automóvil no solamente ha destruido nuestras ciudades, sino nuestra sociedad”.

El punto principal de su argumento es que la movilidad basada en el automóvil privado ha generado mayor inseguridad para la población no motorizada. Según él, se puede ver una correlación entre el uso del automóvil en el ámbito metropolitano con incrementos de delincuencia y violencia contra la mujer.

Un estudio del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y Justicia Penal (CCSPJP) puede respaldar el argumento. Este documento muestra que 42 de las 50 ciudades más violentas en el mundo están en América Latina. Lima, que tiene una tasa de motorización muy baja a nivel regional, no aparece en esta lista. Si bien en Lima la seguridad ciudadana es un tema muy importante para los ciudadanos, todavía es relativamente “segura” comparada con otras grandes ciudades latinoamericanas e, incluso, en comparación con algunas ciudades norteamericanas.

Este problema es muy relevante en el contexto del cambio de la gestión municipal para nuestra ciudad. Los próximos años van a definir el modelo de crecimiento de Lima desde ahora. Dentro de este modelo, la definición del rol del peatón y del automóvil va a ser importante en establecer hacia dónde queremos ir y, específicamente, en qué tipo de ciudad queremos vivir.

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