Las ciudades y la despedida presidencial por Ruiz de Somocurcio
Las ciudades y la despedida presidencial por Ruiz de Somocurcio
Jorge Ruiz de Somocurcio

El discurso de despedida de la pareja presidencial ha sido perfectamente calculado. Las omisiones tan reclamadas –referidas a la reactivación económica, la inseguridad ciudadana, la prevención ante el fenómeno de El Niño, Conga y Tía María, entre otros temas– no se dieron por incompetencia de un gobierno consciente de que en 8 meses, hasta la primera vuelta electoral, es muy poco lo que puede hacer. El país se les fue de las manos. La escrupulosa memoria presentada de obras, inversiones y montos gastados está pensada como parte del programa electoral de la pareja presidencial.

Le queda al Congreso y a su nueva directiva llenar el vacío dejado por el Poder Ejecutivo. Y uno de los temas claves tiene que ver con el proceso de desarrollo urbano del país. El Perú,  país ya predominantemente urbano, será reflejo de lo que son sus urbes. El 75% de su población vive en ciudades pequeñas intermedias o metropolitanas, desarrolladas gracias al esfuerzo de sus fuerzas vivas. Estas requieren a gritos nuevas normativas para sintonizar su crecimiento con la visión de país, promover alianzas público-privadas, tener hojas de ruta a largo plazo, trabajadas con el Gobierno Central en temas como vivienda, transporte o medio ambiente.

En el caso de Lima, la locomotora del país, las omisiones son más graves. En su primer discurso presidencial, Humala le tendió puente de plata a la entonces alcaldesa de Lima, Susana Villarán, al ofrecer apoyo en transporte, vialidad y seguridad ciudadana. Pero no hubo respuesta municipal.

En esta despedida presidencial, el silencio sobre la capital ha sido total, a pesar de que Lima está ad portas de los Juegos Panamericanos del 2019. La ciudad crece con 150.000 nuevos habitantes cada año, tiene un millón de vecinos sin agua ni desagüe, requiere 30.000 empleos nuevos anualmente, en ella campea la inseguridad y tiene un marco normativo para el gobierno metropolitano insuficiente, con cruce de competencias y precarios recursos económicos.

Le toca al alcalde de Lima, con los alcaldes distritales y la sociedad civil, liderar las demandas metropolitanas y plantear iniciativas y proyectos al Congreso (que tiene una oportunidad única para crear condiciones de buen gobierno) y al Ejecutivo para revertir la omisión gubernamental. 

Este año, es primordial dejar encaminados los grandes temas en los que se requieren alianzas entre organismos públicos, planteadas en el Plan Regional de Desarrollo Concertado de Lima con una visión de ciudad: la gestión del suelo para expansión urbana, los programas de vivienda popular, la oferta de servicios básicos, la prevención de desastres, el transporte y la vialidad y los Juegos Panamericanos como cereza de la torta, donde el municipio es solo una de diez autoridades. El principio debe ser que los juegos se adapten a la ciudad y no la ciudad a los juegos. La inversión debe servir para hacer una mejor ciudad.

El gobierno que se va no ha sido pródigo  en promover proyectos urbanos (a excepción del tren). Tocará exigirle, antes de que se vaya, un cambio de rumbo, porque recursos tiene.

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