“Clímax de Lima”, por Gonzalo Torres del Pino
“Clímax de Lima”, por Gonzalo Torres del Pino
Gonzalo Torres

¿Cuáles serán los efectos de El Niño en Lima? Nadie lo puede saber con certeza. Lo que sí se sabe es que ya no será un Niño grave pues el monitoreo de las ondas Kelvin que llegan a las costas son muy inferiores a los registrados en 1997 y 1982. Aun así, no podemos saber el efecto en nuestra ciudad, que espera latente el inicio del verano.

Hemos visto en estas semanas, donde en años anteriores el sol ya se hacía notar, días enteramente grises que no son comunes para la época. De pronto, se destapa el cielo y amanece despejadísimo, nos toma por sorpresa el calor con ropas aún invernales en pleno diciembre y al atardecer el cielo de la bahía refulge con los ensoñadores tonos del naranja. Algunos nos alegramos, otros refunfuñan desde su termofobia, pero a todos el humor nos cambia con el destape solar. A Lima también: los colores de sus fachadas se alegran, las casonas y balcones tienen contrastes de luz y sombra que les dan forma y volumen; los cerros pardos se hacen presentes y se desmarcan del entorno; y el cielo azul cobija esta maraña de casas y autos en su breve aparición anual.

Algunos detestan ese colchón eterno de nubes que infunde de gris el ánimo (¿por eso seremos tan quejones?) y los viajeros de otras latitudes se sienten aprisionados por el falso techo de Lima. Pero es precisamente esa circunstancia la que hacía que Flora Tristán amase el clima de Lima, cuando en aquellas épocas decimonónicas se creía que el mismo era determinante para la salud física y espiritual de los ciudadanos.

Flora consideraba este clima como el de la templanza (claro que ella estuvo solo entre mayo y junio), el de la sobriedad, el del justo medio, el de la ausencia de extremos climatológicos. Otros llamarían a eso mediocridad. Como bautizar a nuestro cielo como panza de burro. Lo anodino y triste se enseñorea entre nosotros durante muchos meses. Lo cierto es que Lima tiene dos estaciones y dos climas nada más: cuando sale sol y cuando no. Y hoy estamos esperando que El Niño, en Lima, nos encuentre mejor preparados que otras veces de huaicos y avenidas fluviales, de garúas encarnizadas, calores extremos o neblinas tan sedosas y melosas como un algodón de azúcar.

No sabemos cómo será, hasta que estemos metidos en medio. Solemos hablar del clima entre nosotros, nos extrañamos del mismo, nos quejamos del calor, asociamos el viento con los temblores, salimos al fresco y nos da dolor de espalda, el frío nos entra por los pies. Pero hemos matado la relación que Lima tenía con la naturaleza, hemos aprisionado a los amancaes bajo el cemento en las lomas, hemos contaminado nuestros ríos (el más triste espectáculo de basura es el delta del Rímac), hemos estrangulado sus canales y el verdor que infundían. Hemos desaparecido lo único que podía mitigar los efectos del clima: nuestro entorno natural. Así, ¿con qué derecho nos quejamos del clima?

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