Llegó el momento. Tras un año y medio de educación remota y las dificultades que esta conlleva, miles de niños y adolescentes podrán volver a las aulas de manera gradual y progresiva. El miércoles, el ministro de Educación Ricardo Cuenca anunció que, dadas las condiciones epidemiológicas hay una “mayor probabilidad” de que el próximo semestre las aulas vuelvan a abrir sus puertas. En 2.500 colegios de zonas rurales del país se han reanudado ya las clases semipresenciales, en las que se la educación a distancia con las clases presenciales.
Tras un año y medio de educación remota -y aún con cierta resistencia- los colegios se preparan para reabrir sus puertas. Sin embargo, poco se parecerán a las escuelas de la era prepandémica.
A paso lento
El regreso a la presencialidad, sin embargo, no ocurrirá de golpe. A través de la Resolución Ministerial 121-2021, el Minedu ha establecido una serie de condiciones que deben cumplirse para que los colegios reabran sus puertas.
Las primeras son las condiciones territoriales. En una primera etapa, solo podrán abrir las instituciones educativas que estén ubicadas en distritos rurales y con menor movilidad estudiantil. Según la norma, un distrito tiene baja movilidad estudiantil si el porcentaje de estudiantes que se traslada al lugar desde otro distrito para asistir a clases es menor al 30%. Luego, podrán abrir aquellos colegios que estén en distritos rurales que no tengan una baja movilidad estudiantil. Finalmente, en la tercera etapa podrán reiniciar clases aquellos ubicados en distritos urbanos.
Pero las condiciones territoriales –si el distrito es rural o no– no son las únicas. Para iniciar clases presenciales, también deben cumplirse requisitos epidemiológicos, que tienen que ver con la tasa de mortalidad, letalidad, camas UCI disponibles etc. que existe en el distrito donde está la escuela (ver gráfica).
Para conocer qué distritos cumplen con las condiciones territoriales y epidemiológicas, el Minedu ha puesto a disposición una herramienta que permite conocer el número de instituciones educativas habilitadas para retornar a algún tipo de presencialidad, según distrito. En caso un colegio deje de cumplir las condiciones, deberá cerrar sus puertas y retornar a la educación virtual.
Pero no es solo eso. Quizás el requisito más importante tiene que ver con la voluntariedad. Según la norma, una vez que se comprueba que el distrito donde se ubica el colegio cumple las condiciones territoriales y epidemiológicas, este debe consultar a los padres de familia si están de acuerdo con el retorno a las clases presenciales o semipresenciales. Para eso, cada institución educativa debe diseñar un mecanismo de consulta y, de ese modo, conseguir el consenso necesario para la reapertura. De no existir consenso, el colegio deberá continuar con la educación remota.
Tan voluntario es el retorno a las aulas que, incluso si un colegio reinicia las clases presenciales, las familias son libres de decidir si envían a sus hijos o si, por el contrario, continúan con la educación virtual. En esos casos, las instituciones educativas deberán asegurar un sistema híbrido, a través del cual las clases puedan darse presencial y virtualmente al mismo tiempo.
“Si algunas familias solicitan recibir el servicio educativo a distancia, pese a que se haya establecido la modalidad presencial o semipresencial, la IE o programa educativo deberá tomar las medidas necesarias para que se implemente dicho tipo de servicio para estos casos particulares, evitando generar diferencias o conflictos entre quienes opten por uno u otro”, señala la resolución del Minedu.
Además, el personal educativo que pertenezca a grupos de riesgo frente al COVID-19 podrá optar por no trabajar presencialmente.
Nueva normalidad, nueva vida escolar
Pese al retorno a las escuelas, poco se parecerán estas a aquellas de la época pre-pandemia. Para evitar la propagación del virus, los protocolos para las clases presenciales y semipresenciales exigen medidas que implicarán importantes cambios –tanto físicos como de conducta– en los centros educativos.
En el caso de la educación presencial, por ejemplo, la asistencia al colegio no deberá ser mayor a 4 horas por día, para evitar un mayor tiempo de exposición.
Por otro lado, espacios de encuentro durante los recreos, como los quioscos y las cafeterías, deberán permanecer cerrados. Los alumnos, durante toda la jornada, deberán usar mascarilla, y el personal tendrá que utilizar, además de la mascarilla, protector facial.
En todos los espacios del colegio, los alumnos deberán mantener un distanciamiento físico de dos metros hacia cada lado. Esta distancia definirá el aforo máximo de cada ambiente, tomando en cuenta que cada alumno deberá ocupar un área de 4m2. El distanciamiento regirá también en la organización de las carpetas y el mobiliario en general (ver gráfico).
Para asegurar una ventilación adecuada, las clases podrán realizarse en espacios abiertos –como patios– o en aulas cerradas, siempre y cuando tengan puertas y ventanas permanentemente abiertas y posicionadas en puntos opuestos que permitan la circulación del aire.
Además de la necesidad de instalar estaciones de lavado y desinfección de manos, todos los ambientes y superficies del local deberán ser desinfectadas permanentemente.
Los protocolos, además, rigen desde el inicio hasta el final de la jornada escolar: para el ingreso al colegio, los alumnos deberán formar filas, guardando la distancia de 2 metros, y desinfectarse antes de entrar. La salida, por su parte, se realizará por aulas o grupos, con minutos de diferencia entre estas, y formando, igualmente, una fila con la distancia de 2 metros entre alumno y alumno.
Entre el temor, la evidencia y los retos pendientes
Alrededor del mundo, diversos estudios vienen demostrando que el retorno a las clases escolares presenciales, cumpliendo con protocolos sanitarios –como el distanciamiento, la desinfección, la ventilación, el uso de equipo protección y el monitoreo de síntomas– no han significado un aumento en los contagios de COVID-19. Lo que sí está demostrado, por el contrario, son los severos efectos que la educación a distancia ha generado en la salud mental y el aprendizaje de los escolares: según cifras del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), más de 110 millones de escolares dejaron las aulas en la región a raíz del cierre de los colegios por la emergencia sanitaria y, de acuerdo al INEI, más de 400 mil alumnos dejaron de plano de llevar clases durante el año pasado a raíz de la pandemia.
“Tener a los chicos sin volver físicamente a las clases tanto tiempo es muy grave y tiene secuelas severas en el aprendizaje. Estamos viendo pérdidas graves de aprendizaje y trastornos de salud mental”, señala Ana de Mendoza, representante de Unicef en el Perú. Para ella, “Las escuelas deben ser lo último que se cierre y lo primero que se abra”.
“No tiene mucho sentido que tengas todo el país abierto y las escuelas cerradas”, agrega.
Natasha Malachowski, directora del colegio Altair, señala que, además de los efectos en la salud mental de los niños y adolescentes, la imposibilidad de asistir al colegio impide el aprendizaje de habilidades indispensables para su desarrollo.
“Las escuelas son, también, espacios para el desarrollo de habilidades sociales sumamente importantes e indispensables en el desarrollo de los jóvenes. El desarrollo de la empatía, de la solidaridad, del trabajo en equipo son habilidades que hacen que las personas tengan mayor o menor éxito en insertarse en la sociedad”, indica la educadora.
“Las escuelas deben ser lo último que se cierre y lo primero que se abra”
Jessyca Sampe, gerente de Educación de Innova Schools, coincide: “Sabemos que miles de niños, niñas y adolescentes no tienen las condiciones para un aprendizaje a distancia, remoto o sólo virtual, lo cual significa que el retorno a las escuelas se hace muy necesario. Nosotros como país, escuela o familia debemos hacer nuestro mayor esfuerzo para que esto suceda”.
Pero no todos están de acuerdo. A pesar de las secuelas que la educación a distancia está generando en los escolares y las exitosas experiencias internacionales, el temor –válido, en un país que se coronó como el de mayor tasa de mortalidad a nivel mundial– persiste en un sector de la población. En ese sentido, nueve asociaciones de padres de familia, entre ellas la Asociación de Colegios Privados de Lima (ACOPRIL), la Asociación Nacional de Padres de Familia de Escuelas de Formación Básica Privada (Anapef), la Asociación Unión Nacional de Padres de Familia (UNAPAFA), suscribieron un comunicado invocando al titular de Educación a reconsiderar la reapertura de las escuelas.
Para Agnieszka Céspedes, presidenta de Anapef, las preocupaciones sobre la reapertura de las aulas tienen que ver con temas económicos y sanitarios. Por un lado, teme que la implementación de los protocolos exigidos por el Minedu para el funcionamiento presencial implique un aumento en las pensiones escolares, el cual pueda complicar más la ya difícil situación económica que atraviesan las familias peruanas.
“A los padres de familia nos preocupa que implementar los protocolos vaya acompañado de un aumento de las pensiones, de que nos trasladen los costos de esa adaptación”, dijo a El Comercio
Por otro lado, Céspedes considera que el proceso de vacunación no ha avanzado lo suficiente como para pensar en la reapertura de escuelas.
“Tenemos solo un 10% de la población general a nivel nacional que se ha vacunado, estamos a puertas de una tercera ola y con la variable delta. Nuestro sistema sanitario no es que haya mejorado. Esperemos un poco más, que la vacunación avance en, al menos, un 50% para un inicio de clases”.
Entonces, ¿cómo conciliar el innegable daño que el aislamiento ha generado en el aprendizaje y la salud mental de los más pequeños con el miedo al contagio en medio de una pandemia?
Lo cierto es que la evidencia internacional es favorable para el retorno a las escuelas. “El consenso general es que no existe un riesgo grande de que los niños actúen como vectores de contagio. Más bien, se ha mostrado que la reapertura de escuelas no incrementa el riesgo de transmisión comunitaria”, indica Gabriel Carrasco-Escobar, médico epidemiólogo del Instituto de Medicina Tropical de la UPCH, quien está asesorando al Minedu en el proceso de retorno a clases.
Tomando en cuenta los daños que la imposibilidad de asistir al colegio ha generado en los niños y adolescentes, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos publicaron una actualización de su guía el pasado viernes, en la que llamaron al retorno completo a las clases escolares presenciales, incluso en aquellos casos en los que no es posible seguir con todas las medidas sanitarias recomendadas.
"Se ha mostrado que la reapertura de escuelas no incrementa el riesgo de transmisión comunitaria”
Ahora bien, pese a la positiva experiencia internacional, Carrasco-Escobar, reconoce que existen ciertos factores a tener en cuenta en el contexto peruano particular. Uno es la movilización estudiantil y de padres que implica la vuelta a clases: a diferencia de otros países, donde los niños son asignados a las escuelas públicas de su distrito, en el Perú existe mucha migración diaria entre distritos para acudir a las escuelas, lo que podría implicar un riesgo que se genera fuera de las instituciones educativas.
Por otro lado, el epidemiólogo sostiene que el Minedu no es la entidad indicada para realizar una vigilancia epidemiológica que acompañe el retorno a las aulas, por lo cual es necesario que el Ministerio de Salud trabaje de manera coordinada con el sector Educación en el rastreo de casos, destinando los recursos que sean necesarios para ello.
“En la mayoría de países en los que se han reabierto los colegios, ha habido un acompañamiento bastante estrecho de las entidades de Salud. Eso significa una capacidad de vigilancia por pruebas, de rastreo de casos. Eso no ocurre en el Perú por los limitados recursos que tiene Ministerio de Salud”, indica.
Para la representante de Unicef en el Perú, el temor que puedan tener determinadas familias de enviar a sus hijos al colegio se contrarresta con la voluntariedad que establece la norma.
“Al estar aún en una pandemia, que puede durar más tiempo, no podemos imponer el retorno a la presencialidad a las familias. Creemos en los beneficios que puede generar en retorno a las aulas, pero entendemos que aún existe temor en un sector importante de la población y condiciones especiales de cada familia”, coincide Sampe, de Innova Schools.
Ante la inminencia del retorno, la pregunta del millón cae de madura: ¿qué ocurrirá en caso se detecte un caso de coronavirus dentro de la escuela?
Según el protocolo de la R.M 121-2021-Minedu, en caso confirmarse un caso positivo de COVID-19 en estudiantes, personal o personas de su entorno, las clases presenciales quedarán suspendidas hasta confirmar que no existen nuevos casos en el centro educativo. Si no existieran casos nuevos, las clases se reanudarán 24 horas luego de desinfectar la escuela.
En caso no logre aislarse el contagio y, por el contrario, se confirmen nuevos casos en estudiantes, personal o personas de su entorno, el colegio deberá suspender las clases presenciales y retornar a la educación a distancia.
Por otro lado, los ambientes utilizados por las personas contagiadas o que tuvieron contacto con infectados deberán permanecer cerrados por, al menos, 24 horas antes de comenzar la desinfección.
Además de los protocolos del Minedu, algunos colegios privados han implementado estrategias para aislar posibles casos de coronavirus cuando llegue el momento de reabrir sus puertas. Uno de ellos es el colegio Altair, el cual implementará un sistema de “aulas burbuja”, aplicado con éxito en el extranjero.
“Estamos proponiendo el trabajo en ‘burbujas’, que son ‘minicentros’ epidemiológicos en los que un grupo determinado de alumnos tiene una entrada y una salida al colegio exclusiva para ese grupo”, explica Malachowski, directora del centro educativo.
De ese modo, los alumnos de una ‘burbuja’ no tienen contacto con los de otras, que utilizan espacios distintos dentro del colegio. “Eso permite tener más control y, en caso haya un caso positivo de coronavirus, evitar tener que mandar a casa a los chicos de otras ‘burbujas’”, añade la educadora.
Vacunación de docentes, reclamo de muchas voces
El martes 6 de julio, Día del Maestro, empezó la vacunación contra el COVID-19 a maestros en las zonas rurales del país. Poco antes, el reconocido educador Leon Trahtenberg, a través de sus redes sociales, hizo un llamado que los docentes sean inoculado. No está solo en el pedido.
En efecto, si en algo existe un amplio consenso, es en la necesidad de acelerar la vacunación de los docentes y personal educativo, teniendo en cuenta el inminente retorno a las aulas.
En el comunicado en que invocaron al ministro Cuenca a dar marcha atrás en la pronta vuelta a la presencialidad, las asociaciones de padres de familia pidieron “incluir a los profesores, personal administrativo, estudiantes desde los 12 años y familias vulnerables en las primeras fases de vacunación”.
Sampe considera que, para asegurar un retorno seguro a las aulas, resulta indispensable priorizar dentro del proceso de vacunación “a todos los docentes y personal administrativo”.
Por otro lado, IPAE Asociación Empresarial, emitió un comunicado en el que señaló que es “prioritario el retorno seguro a las clases presenciales, en la medida que su suspensión, por más de un año, está generando un impacto severo en los 8 millones de escolares”. Por ello, la asociación resalto la importancia de incluir en el cronograma de vacunación a todos los docentes y directivos escolares a nivel nacional.
“Priorizar su vacunación implica no solo valorar el trabajo que vienen realizando durante esta crisis, sino facilitar su trabajo presencial por el bien de los estudiantes, sus familias y el país”, se lee en el documento.
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