“Que la verdad no estropee un buen reportaje”, por Pedro Ortiz
“Que la verdad no estropee un buen reportaje”, por Pedro Ortiz
Pedro Ortiz Bisso

El asesinato es una práctica común en las redes sociales. A Cerati lo mataron mil veces antes de que se nos fuera, con Chespirito ocurrió lo mismo y días atrás un usuario de Facebook preguntaba si era cierta la muerte de Maluma, el reggaetonero que en unos días dará un concierto en Lima.

En la lista de asesinos virtuales, los periodistas ocupamos un lugar destacado. Son contados los que se escapan. Hace muy poco, dediqué unas sentidas palabras vía Twitter en memoria de Julio Meléndez, exquisito zaguero de la selección y Boca Juniors, tras subirme torpemente a la ola que anunciaba su muerte. No fui el único en caer, pero eso no disculpa mi irresponsabilidad. El periodista español Miguel Ángel Bastenier dice que es más difícil hacer un buen tuit que un artículo. Él también integra esta ignominiosa lista. Su víctima fue Jack Nicholson.

Cuando murió Michael Jackson, el 25 de junio del 2009, el portal TMZ anunció el hecho antes que cualquier otro medio en el mundo. Mientras la red ardía con la noticia, los medios de comunicación tradicionales mantenían un elocuente silencio. Ninguno se atrevía a dar por sentado el deceso del Rey del Pop a partir de un anuncio lanzado por una página de Internet dedicada al espectáculo, pródiga en chismes escandalosos y titulares chirriantes. Solo cuando “Los Angeles Times” verificó el hecho, larguísimos minutos después, el resto de sitios de noticias lo siguió. TMZ hizo su trabajo, pero no le creyeron.

Para el colombiano Javier Darío Restrepo, un periodismo sin credibilidad “es una casa en el aire”. El descrédito que abate a la profesión no hay que achacárselo a Internet, es pura responsabilidad de los periodistas que hemos olvidado las reglas básicas de nuestro trabajo. Muchos hemos dejado de ponernos en los zapatos del otro, el ‘gugleo’ ha sustituido al reporteo y el proceso de verificación básico antes de la publicación de cualquier noticia ha sido fagocitado por el apuro de ser primeros. El adjetivo ha sido adoptado como principal herramienta de trabajo.

No indignarse con los casos de Shirley Meléndez y Milagros Rumiche es imposible. Sus vidas se han visto trastocadas dramáticamente, la primera por la amputación de sus manos y pies, y la segunda por la salvaje golpiza sufrida a manos de su pareja. Sin embargo, el ruido ha sustituido a la razón y tanto los médicos que atendieron a Shirley como la legista que examinó las lesiones de Milagros han sido crucificados mediáticamente, sin que haya habido un análisis riguroso de su labor.

“Que la verdad no estropee un buen reportaje” es una frase que parece haber dejado de ser una broma cínica entre periodistas.

Alejandro Miró Quesada Garland decía que era mejor perder una primicia que dar una información falsa. La noticia podrá publicarse después, la credibilidad tardará años en recuperarse. 

Así de simple.

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