Extorsión y sicariato: delitos que la prisión no logra frenar
Extorsión y sicariato: delitos que la prisión no logra frenar
Gustavo Kanashiro Fonken

En menos de 12 horas, dos casos de  seguidas por ataques de sicarios se registraron en Lima y Callao, uno en el primer puerto y otro en Puente Piedra. Ambos hechos, organizados desde penales, solo revelan que a pesar de ser capturados por la policía y estar recluidos tras las rejas, los delincuentes tienen todas las facilidades para seguir operando en las narices de las autoridades.

El caso más reciente tuvo como víctimas a una pareja de esposos, dueños de una ferretería en Puente Piedra. Ellos ya habían reportado a la policía el hecho de que eran víctimas de extorsión por parte de unos hampones que aseguraban ser parte de la peligrosa banda Los pulpos del norte. De milagro, la granada que le lanzaron a Rosabel Villanueva no explotó.

Ella y su esposo no dejaron de recibir mensajes extorsivos, incluso cuando la policía y los agentes de la UDEX estaban en el lugar haciendo denotar la granada de manera controlada. Ellos exigían 50 mil soles, los cuales debían ser depositados en una cuenta a nombre de una mujer, Sheyla Colán Domínguez.

Esta mujer, según las víctimas, sería parte de la banda que los extorsiona desde hace semanas y que opera desde el penal de Aucallama, en Huaral, uno de los dos centros penitenciarios donde supuestamente ya están funcionando al 100% los bloqueadores de señal de celulares. Si esto fuera cierto, ni siquiera esta tecnología estaría frenando a los extorsionadores y sicarios.

"La terrible realidad es que los penales tienen a delincuentes hacinados que gozan de celulares. La policía está atada de manos por la falta de una buena organización de inteligencia y porque no se ha terminado de poner los bloqueadores de celulares", indicó a El Comercio el general en retiro de la PNP, Julio Acurio Monge.

CADENA DE VENGANZA

Se podría decir que Richar Orlando Agurto Zelaya también había sido congraciado con un milagro. Este dirigente vecinal del Callao había sobrevivido a un ataque con una mini uzi durante las primeras horas de la mañana del 21 de noviembre del año pasado. Los balazos lo hirieron en el codo, clavícula y tórax.

Desde el hospital, Agurto Zelaya declaró ante la prensa y pudo incluso identificar a su atacante: Luis Santiago Donayre Flores, alias 'Pato ciego'. Este delincuente fue capturado a inicios de diciembre tras una balacera en el Callao. Pocos días antes de atacar al dirigente chalaco, este mismo sicario había matado al fisicoculturista Ángel Pablo Véliz Damián y también fue sindicado como el asesino de Miguel Ángel Flores Monroy.

Pero el milagro no llegó dos veces y la venganza de los sicarios pudo más. Richar, quien dirigía la asociación 'Justicia, respeto y dignidad al prójimo' en el Callao, fue atacado a las 8 p.m. en la  cuadra 3 del jirón Zepita, en pleno estado de emergencia. Un balazo en el abdomen acabó con su vida y con el trabajo que 'Pato ciego' dejó inconcluso tres meses atrás.

"Fue él, 'Pato ciego' ha mandado a su gente para matar a mi hermano. A Jomar, que es de Venezuela, lo ha mandado a la puerta de la iglesia (donde murió el dirigente). Él tiene todo comprado en el penal, él me llama para amenazarme", denunció la hermana del fallecido Richar Agurto ante las cámaras de la prensa.

MILES DE PRESOS REINCIDENTES

"Hay una cadena de intimidación de las víctimas pese a las capturas de la policía. Se encuentran amenazadas porque estos sujetos no solo ponen en riesgo la integridad física de ellos y sus familiares, sino porque tienen todas las facilidades desde prisión para concretar sus amenazas", manifestó el general Acurio Monge.

El general especialista en seguridad ciudadana destacó que, si la población total de internos en penales es de 60 mil, se podría considerar que al menos el 10%, es decir, unos 6 mil reos, operan tras las rejas como parte de bandas organizadas en todo el Perú.

Mientras la policía, el INPE y demás autoridades no puedan plantear estrategias adecuadas, estas alarmantes cifras no bajarán. Hasta entonces, se puede tener la certeza que ningún esfuerzo policial ni penal podrá contener las extorsiones o el sicariato.

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