(Foto: El Comercio)
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Angus Laurie

falleció 38 días después de sufrir un ataque en un bus en Miraflores. Un grupo de manifestantes protestó ese misma noche frente al Palacio de Justicia, para que Lima y el Perú por fin puedan ser lugares seguros para las mujeres. Claramente hay una crisis.

Según cifras del año pasado, el Perú es uno de los países de las Américas con la mayor tasa de feminicidios, y el tercer peor país a escala mundial en términos de violaciones sexuales contra las mujeres. Lima, en particular, es la quinta ciudad más peligrosa en el mundo para las mujeres, según un estudio elaborado en el 2017 por la Fundación Thomson Reuters.

A pesar de que muchos hablan sobre el tema, se percibe el poco o nulo progreso logrado en los últimos años.

En paralelo a los cambios necesarios por el lado de la justicia, también es posible modificar la manera en que planificamos ciudades más seguras para las mujeres. De hecho, las mujeres y hombres utilizan la ciudad de forma distinta. Sin embargo, esto no se toma en cuenta al momento de la planificación urbana.

Por ejemplo, la evidencia en otros países muestra que los viajes diarios de las mujeres, en general, son mucho más complicados que los de los hombres. Esto es debido a que, por ejemplo, los viajes de ellas incluyen, en muchos casos, dejar a los niños en el colegio. Por esta razón, muchas tienen que viajar el doble –de la casa a colegio y del colegio al trabajo–, más que un hombre.

La segregación de los usos de suelos, que genera grandes áreas residenciales y grandes zonas de usos comerciales en todo Lima, tiene un gran impacto negativo en la seguridad y participación de las mujeres en el espacio público. Con una mayor densidad y la incorporación de usos comerciales en más calles, podríamos reducir las distancias que las mujeres necesitan en sus viajes, ya sea para trabajar o hacer otras actividades; incluso para mejorar la seguridad hacia ellas promoviendo una ‘vigilancia pasiva’ sobre la calle.

En Inglaterra, un grupo llamado el Servicio de Diseño de Mujeres (Women’s Design Service) desarrolló auditorías de seguridad de barrios para identificar mejoramientos en el diseño y planeamiento urbano. Esto podría dar mayor seguridad y calidad de experiencia en el espacio público para las mujeres. A través de pequeñas intervenciones, como la eliminación de obstáculos en las veredas, la eliminación de rejas en los frentes de tiendas en la noche y el mejoramiento de la iluminación, han logrado mejorar la seguridad.

La manera en que diseñamos el espacio público podría generar una mayor participación de mujeres dentro de la esfera pública, y así empoderarlas y empezar a romper los estereotipos de género que tenemos hoy en día. Quizás en el largo plazo estas estrategias podrían también impactar en lo que pasa dentro de las casas y reducir la violencia doméstica.

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