(Foto: El Comercio)
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Angus Laurie

A muchos adultos, subir a los árboles les trae recuerdos. La imagen de niños trepando un árbol y balanceándose en las ramas es la encarnación de la juventud. Del mismo modo, representaba una parte de la experiencia cotidiana de estar en un parque, donde los árboles funcionaban como juegos para niños.

Existen muchas investigaciones que muestran la importancia de los juegos que incorporan un elemento de riesgo. Cuando juegan de esta manera, los niños tienen que tomar decisiones que relacionan a su seguridad. Montando árboles, los niños tienen que hacer cálculos y asumir riesgos. Ellos toman un cierto nivel de control sobre sus acciones y, así, el juego se vuelve una experiencia importante de aprendizaje. A través del juego, aprenden sus límites y ganan confianza.

Sin embargo, existe una tendencia en el ámbito mundial para quitar autonomía a los niños e imponer más control sobre la forma en la que usan el espacio público. Como resultado de una cultura del miedo y prevención de riesgos, los niños juegan cada vez menos en los parques, y hacen cada vez más actividades organizadas o utilizan juegos electrónicos dentro de la seguridad de su hogar.

En otros países han identificado que la tendencia de sobreproteger a los niños es un problema social y también de salud. En el Reino Unido, por ejemplo, el Gobierno ha desarrollado ciertas políticas para promover la toma de riesgo en el juego. La Comisión Forestal del Reino Unido trata de no talar las ramas bajas de los árboles en los parques para facilitar que los niños puedan trepar con mayor facilidad. Además, poseen una política para recuperar los juegos de aventura, modalidad en la que los niños pueden jugar con agua, construir estructuras con ramas, jugar con palos y sentarse alrededor de una fogata.

En Lima, las autoridades se están moviendo hacia la dirección opuesta. En vez de permitir que los niños asuman responsabilidades, las autoridades limitan lo que nuestros hijos pueden hacer, prohibiendo que pisen el césped o los juegos de pelota en muchos espacios públicos.

El otro día fue especialmente chocante ver a un personal de serenazgo advertir a algunos niños que estaba prohibido trepar un árbol en un parque de San Isidro. Los menores estaban subiendo a una rama baja de un árbol grande y robusto, y se tiraban al suelo.

Los niños no tenían más de 6 años. Su forma de jugar era positiva en todos los aspectos. Estaban siendo sociales. Estaban aprendiendo sobre sus límites. Estaban ganando confianza sobre sus cuerpos.
Fue un ejemplo más de cómo estamos quitando el poco control y responsabilidad que queda para los niños en el espacio público.

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