El macabro crimen de la terramoza que hoy tuvo sentencia
El macabro crimen de la terramoza que hoy tuvo sentencia
Enrique Vera

Esta tarde, el ex chofer de la empresa de transportes Soyuz José Luis Salas fue condenado a 25 años de cárcel por el asesinato de la terramoza Ana Carolina Valle. Se habían cumplido tres años del abominable crimen.

La última vez que sus familiares la vieron con vida, Ana Carolina Valle Hernández se alistaba con apuro en su casa de San Martín de Porres, mientras hablaba vía Nextel. Del otro lado, la misma voz hosca y siniestra que solía aturdirla cada noche hasta las lágrimas, ahora la incitaba sin tregua a salir y dirigirse al Parque de la PIP, en La Victoria. “Ya estoy yendo para allá”, dijo y cerró la puerta. Nunca se despidió.

Desde esa noche del 20 de agosto del 2013 pasarían ocho días antes que la madre y hermana de Ana Carolina reconstruyeran su identidad a partir de algunos detalles aun presentes en su cadáver. La habían enterrado al sur de Lima. Un mes atrás, el 18 de julio, se había emitido la Ley de agravado. El paupérrimo destino de esta mujer que soñaba con labrarse un futuro como guía de turismo, fue el primer caso ocurrido con la entonces nueva norma vigente 

RELACIÓN FATAL
Ana Valle, la segunda de tres hermanas, tenía 28 años y una hija de 7. Era una madre soltera muy sociable, aunque confiada y sumisa. La premura económica la había obligado a dejar sus estudios de diseño gráfico para trabajar como terramoza en la Empresa de Transportes Soyuz, desde junio del 2012. En casa la veían poco por sus constantes viajes al sur del país, y debido a la tirante relación sentimental que inició con un chofer de la misma compañía cuando llevaba apenas cuatro meses de labores.

Tenía una vida que transcurría al margen. Su pareja, José Luis Salas Santiago, un ex convicto por robo agravado, la acribillaba con amenazas por teléfono cuando, en Lima, ella dedicaba un tiempo a parientes y amigos antes de volver a viajar. No era extraño en el entorno de Ana Carolina verla pasar abruptamente de un momento distendido a largas horas de languidez. Los padres y hermanas de la terramoza, incluso, padecían como propios los embates que evidenciaba el altavoz del equipo de comunicación que ella usaba. Sabían de la inseguridad enfermiza de Salas, pero no lo conocían. La joven, tal vez para protegerlos, nunca se los presentó.

El 19 de agosto del 2013 en su cuenta de la red social Facebook, Ana hizo su publicación final: “Mala suerte en el amor”. Sus hermanas dicen que cerró así otro día cargado de humillaciones pero a la noche siguiente, como era habitual, ya había aligerado tensiones con José Luis. Casi desde las 7 p.m. la oyeron coordinando una cita con él. Poco después de las 8 p.m., salió. 

Salas y Saúl Alejo De la Cruz, otro chofer de la misma empresa, estaban reunidos a la altura de la cuadra 3 de la avenida México. Concluida su jornada laboral, ambos fueron al Parque de la PIP y allí empezaron a tomar ron con gaseosa mientras aguardaban por Ana Carolina. Con ella, siguieron departiendo hasta que también llegó al mismo punto la terramoza Nancy Quilla Prieto, convocada por Ana Valle. Los cuatro abordaron un taxi y fueron al departamento que alquilaba Salas, en el quinto piso del edificio signado con el 580 del jirón Huancavelica, en el Cercado de Lima.

La reunión en el predio de Salas, divorciado y padre de tres hijos, pronto decantó en una fiesta. Salas bailaba con Ana, su enamorada, y Saúl de la Cruz lo hacía con Nancy Quilla. No pasó mucho, ni ocurrió un desencuentro evidente, pero de pronto cambiaron las parejas. El resto de la noche, José Luis Salas estuvo muy cerca de Quilla y Ana Valle pasó más tiempo con Saúl. En su instructiva ante la fiscalía, De la Cruz declarará que estuvo tomando con Ana Carolina hasta que esta fue al baño cuando eran casi las 11 p.m. Que la esperó en la puerta de ese ambiente, y que desde allí los dos vieron a Salas intentando aprovecharse de Nancy.

Saúl de la Cruz remarcó que en medio del pasmo, Ana Valle lo llevó al único dormitorio del departamento y allí, en un raudo instinto de venganza, tuvieron intimidad. Pero Salas se percató de ello e irrumpió furioso. Sacó del cuarto a su colega y arremetió a puñetes contra su enamorada. De la Cruz, que había quedado a medio vestirse, luego fue retirado a empujones del inmueble. Antes de salir, sin embargo, miró de soslayo que Nancy Quilla vomitaba y escuchó a Ana Valle llorar en la habitación.

FEMINICIDIO AGRAVADO
Con Nancy Quilla inconsciente producto del alcohol, Ana Carolina Valle no tuvo salvación. José Luis Salas descargó su ira y conjuró la criminalidad de sus llamadas, en una golpiza despiadada. Solo se detuvo cuando la terramoza cayó desmayada al suelo. En algún momento de la madrugada, la echó sobre su cama y allí recostó también a Nancy Quilla, quien se había quedado dormida sobre un sillón de la sala. A las 6 a.m. esta despertó de un sobresalto y al verse semidesnuda encaró al brutal chofer. “Tú has estado conmigo”, este le respondió. Nancy optó por buscar en silencio su ropa entre las frazadas de la cama y así advirtió que Ana Valle tenía rastros de sangre y el pómulo derecho muy hinchado. Antes que pregunte, Salas le indicó que la había golpeado y que no pretendía llevarla al hospital por temor a ser detenido. Aterrada, Quilla dejó velozmente el departamento.

Esa mañana del 21 de agosto del 2013, José Luis Salas terminó con la vida de su pareja ahorcándola. Luego llamó a Saúl De la Cruz para culparlo del homicidio pero este cortó la comunicación y no volvió a contestarle. Abrumado, el asesino compró una bolsa grande de rafia donde acondicionó el cadáver más una pala. Al filo de la medianoche llegó al Puente Atocongo, en San Juan de Miraflores, y allí abordó un bus con destino a Cañete. Dijo que llevaba una encomienda. Desde esa ciudad tomó un taxi hasta la entrada de la mina Milpo, en el kilómetro 178 de la Panamericana Sur. A partir de ese punto arrastró el cuerpo durante dos horas hasta la Asociación Los Frutales de Topara, en Chincha. Cavó un hoyo de 70 centímetros de profundidad y enterró los restos de la terramoza. Todo ello fue consignado por el Ministerio Público en su denuncia del caso.

Cuando a los familiares de Ana Valle los consumía la angustia de no tener indicio alguno sobre su paradero, el homicida se comunicó con ellos para exigirles que no lo incluyeran en sus sospechas. Aseguraba que ya no tenía una relación con la terramoza y la había dejado de ver hace varias semanas. Salas intentó controlar así las hipótesis que pudieran tejer los Valle Hernández, pues ya había visto avisos con el rótulo de ‘Desaparecida’ y la foto de Ana Carolina pegados cerca de su trabajo. Nancy Quilla también vio esos anuncios y ello fue determinante para que se contacte con la madre y hermana de la víctima, Ana Hernández y María Valle, respectivamente. A ellas les narró al detalle lo ocurrido hasta que estuvo en el departamento de Salas. Habían pasado 7 días del crimen.

Las tres acudieron en seguida a la comisaría de Apolo, en La Victoria, y dieron cuenta del caso a los agentes encargados. Una patrulla salió de inmediato en busca del chofer pero no estaba en su vivienda. Madre e hija, con un vaticinio cada vez más desolador, tuvieron que regresar a su vivienda. Nancy Quilla quedó detenida y no volvería a estar libre sino hasta dos años después. Al día siguiente, 28 de agosto del 2013, Salas se disponía a salir pero fue capturado en el inmueble donde masacró y asfixió a Ana Valle. Frente a los agentes de Criminalística, dijo sin resquemores que hizo pasar el cuerpo como una encomienda para llevarlo hasta Chincha y darle allí “cristiana sepultura”.

El 29 de agosto a la misma hora en que personal policial de Lima, dirigido por el chofer asesino, realizaba la exhumación del cadáver, Saúl De la Cruz era entregado a las autoridades por sus indignados compañeros de labores. Tal como Nancy Quilla, pasaría dos años en cárcel por omisión de denuncia del caso. Durante sus alegatos, como parte del juicio oral, Salas se ha declarado inocente del asesinato pese al torrente de pruebas y testimonios en su contra. Ha deslindado la responsabilidad hacia Saúl De la Cruz y aseguró de manera cerrada que se hizo cargo el cadáver a solicitud de su colega.

El homicida fue denunciado primero por feminicidio con las agravantes de alevosía y crueldad, pero hubo observaciones a este dictamen para que el delito sea tipificado adecuadamente, explicó a El Comercio el abogado de la familia de Ana Valle, doctor Héctor Perca. El proceso se prolongó por todo el 2015 y parte del 2016 hasta que finalmente el Ministerio Público lo acusó por feminicidio agravado con la causal de violencia familiar. Esta demora en el inicio del juicio oral puso en serio riesgo, sin embargo, que José Luis Salas salga de prisión por exceso de carcelería. De no haberse programado para hoy la lectura de sentencia, mañana debía quedar libre pues se cumplirían tres años desde su detención. Para el chofer el Ministerio Público ha pedido 35 años de cárcel y el pago de S/80 mil como reparación civil en favor de los deudos de su ex pareja.  

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