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La marinera también puede ser una forma de crecer - 1
Redacción EC

Fernando González-Olaechea / @fernando_got

Alejandro clava los ojos en los de Joselyn; José Carlos, en los de Inés. Bailan. Los pies de ellas levantan el polvo, los de ellos marcan el ritmo. Las muñecas se tuercen con gracia. Los giros, las miradas, la luz. Esa luz que entra para alcanzarlos, pero de la que parecen escapar para irse un poco más allá, delante de ella, delante del polvo y de la música. Solo un poco más allá, en el lugar exacto del baile.

Los cuatro son parte del elenco de marinera Fray Masías (del colegio de enseñanza especial del mismo nombre, en Surco) que tiene 11 años. Mercedes Villalobos es la directora del colegio y también del elenco. Es una mujer que cree que el baile –el arte, en general– es uno de los caminos fundamentales para estimular a personas con habilidades diferentes. Los ocho miembros del elenco tienen síndrome de Down.

Mañana se presentarán en el auditorio del Centro Cultural Rímac del Boulevard de , pero los nervios no los amilanan: varios de ellos alcanzaron los primeros puestos en campeonatos. Incluso algunos son ganadores en su categoría del Concurso Nacional de Marinera que se hace cada año en Trujillo. En el espectáculo de Asia, también participará la reconocida Asociación Peruana de Cultores de la Marinera.

Antes del ensayo del pasado miércoles, todos están dentro de un salón acomodándose. Hay algo de vanidad en los preparativos: los trajes blanquísimos, la postura, el maquillaje. Las madres los acompañan; sonrientes, los orientan. Entonces, ellos contienen la emoción y dejan a sus madres, bajan la escalera, llegan a un patio donde practicarán sin música y con un ritmo profundo. 

“La música está acá”, dice unos minutos después Alejandro. Su índice izquierdo está apoyado en la sien. Al decirlo se inclina y saborea cada sílaba que va soltando con el peso con que caen sus pies al bailar. “La música está acá”, repite.

Si sus pasos son enérgicos, los de Juan Carlos son calmos. Lo de Alejandro es la potencia; lo de Juan Carlos, la elegancia. Ambos se complementan al bailar, uno al lado del otro, con sus respectivas parejas. Juan Carlos Mendoza, 23 años, campeón nacional de marinera del 2011, dice que lo que prefiere ante todo es bailar. Aquel año fue el primero en que concursó y ganó. Ahora invierte sus noches en prácticas para dominar las artes del ponchero (aquel que danza con un poncho). 

La idea del elenco nace del Campeonato de Marinera Fray Masías, que inició Mercedes. Lo comenzó porque ella es una entusiasta de este baile, campeona de algunos concursos, contempladora cuidadosa de los pasos y la gracia de los bailarines. Con los años han recibido distintos galardones e invitaciones. Las paredes de la oficina de Mercedes desbordan en fotos y recortes periodísticos sobre este elenco, pero también sobre el colegio y su Escuela Especial Nacional de Arte.

Tras el ensayo, Joselyn se sienta a conversar. Está emocionada por bailar el sábado. Mientras, cuenta que también sabe bailar festejo. Mercedes, sentada frente a ella, asiente y subraya su talento para las danzas. Joselyn mira el reloj en su muñeca, luego sigue hablando, sonríe, mira de nuevo el reloj. No está apurada, no quiere saber la hora. Solo le gusta el reloj. Es un reloj bonito.

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