La moto o la vida, por Raúl Castro
La moto o la vida, por Raúl Castro
Raúl Castro

Tenemos una nueva escena cotidiana en Lima: motocicletas andando raudas sobre las veredas. Ello, que en frío suena descabellado o fuera de lugar, se ha vuelto irracionalmente habitual al grado de constituir una amenaza más a la ya precaria vida cívica que sufrimos.

Sea en calmados barrios residenciales o en avenidas de denso tránsito, la patética escena de mensajeros o motociclistas particulares usurpando espacio peatonal se ha normalizado. Se da en avenidas grandes de San Isidro o el Cercado, como en tranquilas calles de Surco o Miraflores. En todos los casos, la posibilidad de accidentes crece amenazante. 

Por las denuncias que recibe El Comercio, a través del WhatsApp, supimos por ejemplo cómo en la congestionada avenida Sánchez Carrión la ruta frecuente de las motos son las veredas. Otras quejas recibidas revelan a policías motorizados andando por las aceras del puente Trujillo como Pedro por su casa.

El problema es mayúsculo en Surco. Por las obras del viaducto que se construye a la altura del puente Benavides, el tráfico que soporta la otrora quieta zona de San Ignacio, en las calles Cerro Azul o Cerro Prieto, se ha vuelto infernal. Los motociclistas, por tanto, optan por ir por las veredas. Así de simple. Una solución salvaje a un problema brutal.

Quien escribe ha padecido el trauma: traspuse la puerta de mi casa en Surco y ni bien puse un pie afuera, una moto particular estuvo a punto de arrollarme. Me demoraba un segundo más y no la contaba.

Por los testimonios que he podido recoger es claro que estamos ante una situación frecuente. En Miraflores, San Isidro o Pueblo Libre, las personas salen de casa con la tranquilidad que da saber que se discurre por un espacio para peatones, y ¡zas! una moto puede estrellarse contra tu buena suerte.

El problema, dicen los expertos, es consecuencia del cada vez mayor protagonismo de estos vehículos lineales en todo el mundo, y las débiles medidas de control que se están tomando para afrontar los impactos negativos de su crecimiento.

Alfonso Flórez Mazzini, de la Fundación Transitemos, explica que el número de motos viene creciendo exponencialmente por la caótica congestión vehicular de sus ciudades, sobre todo en países en vías de desarrollo. El Perú no es la excepción: tenemos a la fecha más motocicletas que automóviles en el parque automotor.

“La legislación es floja, pero suficiente para controlar los problemas que están causando”, dice Flórez Mazzini. Por eso exige más dura fiscalización y mejoras en la reglamentación de su uso. Asimismo, mucho mayor rigor para dar las licencias de conducir. “Obtenerla es mero trámite municipal”, afirma.

En suma: la invasión del espacio público se combate con educación cívica, a largo plazo, pero en el corto es regulación efectiva, y mucha, mucha voluntad municipal para hacer valer el derecho a transitar con tranquilidad en la vía pública. Como dice Flórez Mazzini: “Conducir no es un derecho, sino un privilegio”. Nos toca exigir a la autoridad estar a la altura de dicho mandato.

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