Muellecito escondido, por Gonzalo Torres
Muellecito escondido, por Gonzalo Torres
Gonzalo Torres

Chorrillos es un distrito que tiene mucha historia particular, imposible de condensar en tan corto espacio, pero muchas de esas historias giran en torno al mar y al hecho de ser el primer balneario del Perú en tiempos de Castilla. De hecho, existió un muelle en Chorrillos para el desembarco de grandes navíos, pero nunca pudo cumplir a cabalidad su misión por no ser un buen fondeadero para tales naves.

Distintos grabados nos muestran a los antiguos pobladores de la bahía como “indios bañadores”, fornidos y descamisados, que se encargaban de meter al mar, con seguridad, a señoras bien cubiertas pero, estoy seguro, deseosas de ser acariciadas. Por las olas, quiero decir.

La Lima de las murallas recibía a diario lisas y corvinas traídas en viejas canastas por las esposas de los pescadores, cuyos jumentos recorrían las empedradas calles de la ciudad para despachar su mercadería puerta a puerta.

Es este bien amado oficio, el de pescador, que perdura y se manifiesta tradicional de Chorrillos a través de los años, con restaurantes como el de Sonia. Este nació del mar chorrillano a través de su esposo pescador y de la festividad de San Pedro y San Pablo, siendo que el primero de ellos sale a bordo de una chalana a surcar los mares y el segundo sale a recibir monedas en su interior y a impartir bendiciones para que la pesca sea buena en el año.

Todo eso desde un muelle de pescadores que se instaló en la década de los años cincuenta para fungir de terminal pesquero. Antes que este, la asociación de pescadores artesanales José Olaya ya existía desde 1930.

Es notorio cómo un club a su costado ha crecido de manera tan vertiginosa y moderna, mientras que el muelle y el terminal han quedado relegados en el pasado. El contraste habla sobre las oportunidades que se pueden presentar para esta asociación. Este lugar merece proyectarse como un paradero turístico y gastronómico, pero falta el motor que lo aglutine todo, un ente gestor que pueda articular una propuesta público-privada en beneficio de los pescadores y también de la ciudad, porque eso sería honrar el pasado de Chorrillos que lo une a su mar.

El concepto es fácil de vislumbrar: “del mar a la mesa”, que hace justicia a la verdad de la frase. Hoy también se hace, pero la infraestructura no es la adecuada. Todo funcionaría mejor bajo una mirada moderna. Existe un concurso arquitectónico ad portas para diseñar un lugar así promovido por el Club Regatas. Eso es buena vecindad.

El club no participa de la asociación, solo es un promotor del proyecto, pero a fin de cuentas todos salen ganando: el club, la ciudad, los pescadores, Chorrillos.

Es más cierto esto cuando veo otras ciudades que aprovechan mejor sus pocas oportunidades. La bahía de Lima es única, solo hay que echar mano de una red que involucre varias voluntades para sacar adelante una buena y loable faena, a fin de descubrir un muelle largo tiempo escondido.

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