Música pública, por Gonzalo Torres
Música pública, por Gonzalo Torres
Gonzalo Torres

Mucho se hablado del efecto de la música en el espíritu y las voluntades de la gente y más aun cuando esta es interpretada en lugares públicos para el disfrute de toda una colectividad. Es esta una expresión civilizada de una sociedad que valora no solo el arte, sino también a los artistas y su rol en la construcción de una cultura. En Lima, a partir del siglo XIX, se popularizaron las retretas que son un fenómeno hispanoamericano pero derivado de la tradición de las bandas militares anglosajonas.

Una de las funciones primordiales de las glorietas en las plazas y parques era la de servir de refugio para las bandas militares que interpretaban la música popular del día para el disfrute del vecindario: un momento de encuentro, alegría, cortejo, baile, en fin, saludable socialización.

Ernesto Ascher, el brillante recolector de curiosidades limeñas, anotaba una singular costumbre de aquellas retretas de tiempos idos: mientras una banda tocaba al centro, las mujeres daban la vuelta al parque o plaza en un sentido y los hombres en el otro para así poder cruzar miradas una y otra vez hasta ser “correspondidos” y así empezar el “abordaje” para ser permitidos de caminar juntos.

El antecedente anterior de música pública era el organito de rueda que el organillero movía por medio de una manivela para extraer el sonido de los papeles perforados. Se interpretaban los temas de moda y se pasaba sombrero y hasta jaranas se armaron con estos organitos que posteriormente hemos conocido emparejadas con monitos o pericos encadenados que entregaban la suerte a las damas, niños y caballeros.

Hoy las glorietas rara vez se llenan de bandas y aunque en el gobierno municipal anterior se relanzaron las retretas, hoy continúan, pero de manera muy tímida. Me parece fundamental para la salud de una ciudad que existan performances públicas, no solo de bandas militares, sino también de otros géneros populares, en formato no tan amplificado y, por lo tanto, no tan invasivos para posesionarse de espacios públicos, sobre todo los domingos familiares. Este es un programa que puede ser asumido en una dimensión más grande por la Municipalidad de Lima como por los municipios distritales.

Propuestas más modernas incluyen clases de baile o rincones donde espontáneos cultores de un determinado baile popular se reúnen a la misma hora y el mismo día. También se incluye cine al aire libre con una programación exclusivamente musical.

No es necesario revivir solamente a las retretas tan limeñas sino también generar otro tipo de espacios musicales: imagínese un violinista tocando en una esquina cualquiera, pero que no le tenga que dar dinero; o un saxofonista en un balcón limeño poniendo el soundtrack a la salida laboral. La música en las calles puede ser un instrumento de armonía social en una ciudad cada vez más cacofónica en bocinas, una nota expresiva en una ciudad que se vuelve cada vez más sorda a sus problemas.

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